Supervillanos de Marvel y demógrafos malvados

Cuando se habla de Malthus, aun hoy en día encuentran opiniones encontradas. Para algunos fue una especie de profeta. Para otros, un pesimista. Para otros, un mentiroso. ¿Pero por qué nadie dice que, en realidad, era una muy mala persona ? Algo así como un supervillano que no tuvo los medios o la suerte de otros genocidas como  Stalin ,  Franco ,  Hitler ,  Pol Pot  o algún otro más cercano en el tiempo. Las motivaciones y los propósitos de Malthus como supervillano podemos encontrarlas en otro gran malo malísimo nacido en los cómics: Thanos. Y mola muchísimo más empezar una entrada de blog con Thanos que con Malthus. Así que empezaremos con Thanos.

El uso del suelo y la caída de las civilizaciones (3)

A lo largo de esta serie ("El uso del suelo y la caída de las civilizaciones")  hemos hablado sobre el uso del suelo como un recurso supuestamente "inagotable" a lo largo de la historia y de cómo su mal uso causa hambre, migraciones y conflictos. Hoy vamos a ver algunos ejemplos de cómo el mal uso del suelo y los recursos naturales ha sido capaz de borrar culturas e imperios en épocas en que no disponíamos del conocimiento actual.

Un poquito de historia: romanos, rapanúis y jemeres

El Imperio Romano y la crisis agrícola

El Imperio Romano alcanzó su máxima extensión bajo el gobierno del "sevillano" Trajano (Marco Ulpio Trajano, Itálica, 53 e. c.  - Selinus, 117 e. c.). A partir de ahí, ya todo fue un poco cuesta abajo. Era mucho que administrar, de modo que podría decirse que el Imperio Romano murió de éxito. Como Albert Rivera o Facebook.


El Imperio Romano en el año 117 e. c., el momento de su mayor extensión, inmediatamente tras la muerte de Trajano (en rojo) y sus estados vasallos (en rosa). Tataryn/Wikimedia Commons.


En sus últimas etapas, el Imperio Romano enfrentó desafíos internos y externos que eventualmente llevaron a su caída. En el siglo III e. c., el imperio experimentó un período crisis económicas, sociales y políticas (que, de hecho, se conoce como la Crisis del siglo III). Hubo divisiones internas y el poder político se hallaba en disputa permanente. Además, las invasiones bárbaras aumentaron de manera proporcional a la longitud de las fronteras del imperio.

En el 284 e. c., el emperador Diocleciano dividió el imperio en dos: el Imperio Romano de Occidente y el Imperio Romano de Oriente. Diocleciano estableció así una administración más manejable. Constantino el Grande, quien se convirtió en emperador en el 306 e. c., fundó Constantinopla (hoy Estambul), una nueva capital en el este. A pesar de estos esfuerzos para estabilizar el imperio, las invasiones continuaron. En el 410 e. c., Roma fue saqueada por los visigodos, liderados por Alarico. Luego, en el 455 e. c., la ciudad fue saqueada nuevamente, esta vez por los vándalos. En el 476 e. c., Rómulo Augusto, considerado el último emperador romano de Occidente, fue depuesto por el líder germánico Odoacro. Este evento es tradicionalmente considerado como el fin del Imperio Romano de Occidente, aunque el Imperio Romano de Oriente (también conocido como Imperio Bizantino) continuó existiendo hasta la caída de Constantinopla, ya en 1453.

Pero la caída del Imperio Romano también estuvo condicionada por varios factores ecológicos que contribuyeron a su declive o, al menos, ocurrió en este contexto.



Anteriormente, hemos hablado de los cambios climáticos que acompañaron la caída del Imperio Romano (aquí). No tener en cuenta los factores ecológicos no es muy prudente, porque, como dice Marco Aurelio, el campo está por todos lados:


Que te quede claro que el campo es siempre lo mismo: todo lo que ves aquí es similar a lo que está en el monte, en la costa o en cualquier otra parte. Y te encontrarás, frente por frente, con lo que decía Platón: “Como un redil cercado en el monte” y “ordeñando un rebaño que bala”.

Marco Aurelio. “Meditaciones” (siglo II).


Uno de los principales problemas fue la degradación del suelo debido a prácticas agrícolas insostenibles. Aunque con métodos menos agresivos que siglos después, los romanos practicaban la agricultura intensiva y la deforestación para cultivar grandes extensiones de tierra, lo que llevó a la erosión del suelo y la pérdida de su fertilidad. La sobreexplotación de la tierra disminuyó la productividad agrícola y, con el tiempo, contribuyó a la escasez de alimentos.


Vista de un antiguo yacimiento arqueológico romano en Dougga (actual Túnez) como ejemplo de la ocupación de zonas fértiles en la antigüedad.
Llanura fértil en el yacimiento arqueológico romano de Dougga (Túnez). David Stanley/Flickr.


Por otra parte, el sistema de irrigación romano, crucial para el riego de cultivos en zonas áridas, llevó a la progresiva salinización del suelo. El riego mal planificado permitió la acumulación de sales en el suelo, disminuyendo su calidad y afectando al rendimiento de los cultivos. Este no es un problema solo de los romanos, en nuestro tiempo es una consecuencia del desarrollismo económico. Está bien poner regadíos y los regadíos se ponen en zonas donde no llueve lo suficiente para obtener cosechas útiles. Eso ocurre con la vega del Guadalquivir, por ejemplo, que es una zona árida. Ahora bien, un exceso de regadíos no es la panacea. En primer lugar, la cantidad de agua que hoy dedicamos a la agricultura de regadío es muchísimo mayor y los acuíferos son los mismos. En segundo lugar, el nivel de intensificación de la agricultura del que disfrutamos nosotros no es el de los romanos, de modo que asociados a los regadíos van los pesticidas y los herbicidas, que tarde o temprano acaban contaminando los acuíferos y pasan cosas como esta, que resultan en movilizaciones sociales como esta y sanciones económicas de la Unión Europea como esta. Y todas estas cosas que pasan en una región de nuestro país no son exclusivas de ella. En otras zonas ya pasa. Y, finalmente, el riego inadecuado (o excesivo, o con objetivos que buscan meramente el rédito económico sin importar nada más) lleva a la salinización del suelo (como ya se ve aquí) y a pérdidas económicas desastrosas. Nos avisaron los romanos, pero las fresas están muy ricas, ¿verdad?


Mosaico romano que muestra un carro tirado por bueyes durante la recogida de la vid, como ejemplo de trabajos agrícolas en la época romana.
Mosaico romano mostrando la cosecha de la vid. Lawrence OP/Flickr.


Las prácticas forestales irresponsables usadas por los romanos (ojo, "irresponsables" desde nuestro punto de vista y con nuestros conocimientos actuales) también jugaron un papel significativo. La madera era esencial para la construcción, la calefacción y la extracción de minerales, pero la deforestación descontrolada llevó a la pérdida de hábitats naturales y exacerbó la erosión del suelo. Los sedimentos arrastrados por la escorrentía durante la erosión de las zonas desforestadas acabó colmatando los cauces de los ríos, impidiendo la llegada del agua a los suelos cultivados, o los puertos, que en ocasiones hubieron de ser trasladados. También produjo inundaciones que llegaron a afectar a la mismísima ciudad de Roma (como ocurrió en el año 241).


Carmen Sevilla y Charlton Heston comentando el calor que hacía en Roma (fotograma de "Marco Antonio y Cleopatra", Charlton Heston, 1972).


Durante la llamada Crisis del Tercer Siglo, la variabilidad climática y la mayor aridez produjeron un descenso llamativo en el rendimiento de las cosechas. Y como los pueblos bárbaros limítrofes también sufrieron estos problemas, el descenso de la producción agrícola contribuyó probablemente a la presión sobre las fronteras del imperio por parte de, por ejemplo, las tribus germánicas o los francos.

Estos problemas ecológicos, combinados con factores económicos y políticos, llevaron a una disminución de los recursos naturales, la productividad agrícola y, en última instancia, a la incapacidad del Imperio Romano para mantener su crecimiento y seguridad interna. La escasez de alimentos y los conflictos internos debilitaron la estructura del imperio, contribuyendo significativamente a su caída.


Moáis perplejos en la Isla de Pascua

La cultura Rapanúi, floreció en la remota Isla de Pascua (en la actualidad, parte de Chile), ubicada en el Pacífico Sur (aquí), conocida en la actualidad por sus estatuas de piedra, llamadas moáis. Los rapanúis procedían de diferentes grupos étnicos que comenzaron a llegar a la Isla de Pascua desde diferentes puntos de la Polinesia en torno al siglo XIII, en nuestra Edad Media. Para que usted se haga una idea de la época, y como muestra de la superioridad cultural de Europa, el siglo XIII fue un período de tiempo en el que los europeos nos entretuvimos machacando a otros pueblos y a nosotros mismos con hasta seis cruzadas (desde la cuarta a la novena).


Moáis (estatuas levantadas por los antiguos pobladores de la Isla de Pascua) alineados, como testigos de una sociedad desaparecida.

Moáis en Isla de Pascua. Bjørn Christian Tørrissen/Wikimedia Commons.


Durante varios siglos, los rapanúis desarrollaron una cultura única y compleja. Los rapanúis dependían en gran medida de los recursos naturales limitados de la isla, como el bosque y la fauna marina. La tala excesiva de árboles (entre cuyos usos estaba el transporte y levantamiento de moáis, pero también la fabricación de canoas y herramientas), junto con otros factores, llevó a la deforestación y desató la erosión del suelo, disminuyendo la producción agrícola. Además, la tala sin control también hizo escasear la cantidad de madera disponible, lo que afectó a su infraestructura pesquera.

Thor (no el Dios del Trueno, sino el antropólogo noruego) se sorprendía de la magnitud de las infraestructuras del regadío en la isla:


En los profundos valles rodeados de montañas había muros de antiguas terrazas de cultivo, que a veces continuaban por la ladera del monte como los peldaños de una escalera. Por todas partes se veían restos de sistemas de irrigación artificial, cuyos conductos nacían en los arroyos y llevaban el agua a terrazas laterales que de otro modo habrían carecido de riego.

Thor Heyerdahl. “Aku-Aku. El secreto de la Isla de Pascua” (1957).


Fotografía en blanco y negro del antropólogo británico William Scoresby Routledge, sentado junto a un moai (estatua levantada por los antiguos pobladores de la Isla de Pascua) derribado durante el colapso de la civilización Rapa Nui.
El antropólogo británico William Scoresby Routledge, sentado junto a un moai en Isla de Pascua. Museo Británico.


Hoy sabemos que la deforestación de la Isla de Pascua no fue ni mucho menos repentina ni atribuible solo a la sobreexplotación. Más bien, se trató de un proceso gradual debido a cambios ambientales. Lo explican muy bien unos señores aquí. Me permito traducir una parte de sus conclusiones:


Un mensaje importante es que los impulsores ambientales y humanos del cambio pueden tener efectos separados, o pueden actuar sinérgicamente, acoplados en retroalimentaciones positivas [...]. Bajo un marco sintético, se espera que las hipótesis que usualmente se presentan como incompatibles, por ejemplo, el determinismo ambiental vs. cultural, el ecocidio vs. genocidio, o la deforestación humana vs. las ratas, entre otros, puedan ser analizadas bajo una perspectiva más complementaria.

Valenti Rull y varios autores. 2016. Three millennia of climatic, ecological, and cultural change on Easter Island: an integrative overview. Frontiers in Ecology and Evolution 29 (4).



A medida que los recursos se agotaban, la sociedad rapanúi sufrió tensiones internas y conflictos entre los diferentes clanes rivales. Todo esto desembocó en una guerra civil y una rebelión de las clases bajas (que, entre otras cosas, llevó a detener bruscamente la construcción de moáis y a derribar algunos de ellos como actos de protesta o desesperación). La falta de alimentos llevó en ocasiones incluso al canibalismo, aunque en este aspecto existe cierta controversia. En cualquier caso, es un error común atribuir el canibalismo a “otros”: el hombre blanco europeo lo ha practicado y lo ha exportado, como explica el antropólogo Alan Rumsey:


El canibalismo ha sido explorado más plenamente en sus manifestaciones occidentales, como un aspecto de la ideología legitimadora del colonialismo, las misiones y otras formas de imperialismo cultural.

Alan Rumsey. The white man as cannibal in the New Guinea Highlands. En: "The Anthropology of Cannibalism", Laurence R. Goldman (editor) (1999).


Aunque los rapanúis innovaron tanto en nuevas prácticas agrícolas (como el cultivo en terrazas para evitar la erosión) como en nuevos tipos de organización social para enfrentar la crisis (como el Tangata manuritual del “hombre pájaro”), estas medidas llegaron demasiado tarde para evitar el colapso de su civilización. En el siglo XVII llegamos los europeos, esclavizamos a los que quedaban y se acabó la historia rapanúi. A finales del siglo XIX, la isla fue anexada por Chile, y los rapanúis perdieron gran parte de su tierra y autonomía.


Fotografía de una manada de caballos en libertad corriendo a través de un paisaje degradado en el que la erosión del suelo ha causado grandes cárcavas y pérdida de la vegetación, que no ha podido recuperarse después de siglos.
Paisaje erosionado en la Isla de Pascua. The Terramar Project/Flickr.


El fin del Imperio Khmer, los regadíos y la deforestación

El Imperio Khmer, o Imperio de Angkor, alcanzó su apogeo en el actual Reino de Camboya (sudeste asiático) entre los siglos IX y XV y sufrió un declive significativo debido a guerras, causas sociales y políticas que llevaron al abandono de la ciudad sagrada de Angkor. Pero estas causas ocurrieron en un contexto ecológico determinado. El gran Imperio Khmer dependía en gran medida de sistemas de irrigación bastante sofisticados, como el famoso complejo de embalses y canales de Angkor, para el cultivo del arroz. A medida que la población creció, los Khmer expandieron estas infraestructuras, llevando a una sobreexplotación de los recursos hídricos y a la erosión del suelo. La deforestación masiva, causada por la necesidad de madera para la construcción y como combustible, disparó la erosión y la pérdida de la capa fértil del suelo. Como consecuencia, la degradación del suelo redujo la productividad agrícola y provocó una gran escasez de alimentos y largos años de hambruna.


Ruinas de Angkor Wat (en la actual Camboya) que muestra las edificaciones y templos levantados frente a antiguas infraestructuras para el manejo del agua.

Ruinas de Angkor Wat (Camboya). Radek Kuckarski.


Como las desgracias nunca vienen solas, eventos climáticos extremos, como sequías e inundaciones, también afectaron negativamente la capacidad de los jemeres para cultivar alimentos. La combinación de estos cambios ecológicos, como sequías extremas durante el siglo XIV, debilitó la economía, provocó conflictos internos y socavó la capacidad del imperio para mantener su infraestructura y suministro de alimentos.

El siguiente videoclip (en inglés, pero se pueden seleccionar los subtítulos en español y otros idiomas) nos habla de la caída del Imperio Khmer, con una explicación muy detallada de los factores ambientales (como cambios climáticos) y antrópicos que acompañaron el fin de la cultura jemer (especialmente a partir del minuto 1:20):



También puedes ver una explicación de unos seis minutos sobre la desaparición del Imperio Khmer en RTVE Play.

El Imperio Khemer no supo o no pudo adaptar sus sistemas de gestión del agua a las nuevas condiciones. Estas presiones ecológicas se unieron a otros factores políticos y sociales. Las hambrunas, posibles epidemias de peste y los conflictos permanentes por la expansión de otros reinos e imperios contribuyeron al declive y eventual abandono de las ciudades jemeres en el siglo XV.


Trabajadores rurales llevando a cabo tareas de ,antenimiento del sistema de irrigación en la actual Camboya, que se mantiene desde la antigüedad.
Mantenimiento del sistema de irrigación en la actual Camboya. Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio de Camboya/Wikimedia Commons.


En el próximo capítulo de esta serie hablaremos del Imperio Maya, la cultura Anasazi y la Gran Depresión americana durante la década de 1930.

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