Suelos, gestión sostenible y comercio de proximidad

Poniéndonos en contexto

En la cultura occidental, hasta mi entendimiento, el suelo y los recursos naturales han sido vistos como una fuente inagotable de bienes para la humanidad hasta bien entrado el siglo XX.


La tierra dará sus frutos, comeréis hasta saciaros y habitaréis tranquilos.

Levítico, 25:19.


Hoy ya sabemos que esto no es así. Sabemos que los recursos naturales no son eternos. Pero antes de eso, quizá como consecuencia de una concepción antropocéntrica de la naturaleza, se pensaba que todo estaba ahí puesto para servirnos. Esta idea ha ido cambiando con el tiempo, de modo que a lo largo del último siglo hemos ido hablando de que recursos naturales como el suelo (o la minería, el océano o el agua dulce) tenían una misión, después unas funciones... hasta el modernísimo concepto de que nos prestan un servicio. Personalmente, yo creo que no es así. No creo que la naturaleza nos preste un servicio. Creo que los humanos hacemos un uso de ella que sobrepasa cualquier voluntad de servicio razonable, si es que eso tuviera la naturaleza. 


La antropización es uno de los fenómenos más importantes y que más ha influido sobre la superficie de la Tierra, desde los cambios climáticos en el reciente Cuaternario, el hombre pastor y el hombre agricultor han modificado la vegetación original sobre la superficie de la Tierra, han eliminado bosques, han hecho que se extingan muchas especies, han ampliado el área de muchas otras, etcétera.

Es a partir del Neolítico cuando se acelera el impacto humano sobre la Tierra, en el que tendrá mucho que ver el manejo del fuego, la domesticación de animales y el sedentarismo.

La última etapa de la antropización, excesivamente acelerada, vendrá de la mano de la revolución industrial y de los transportes. Las alteraciones provocadas por el hombre en la biosfera son de tal calibre que hoy día es muy difícil establecer una jerarquía en los niveles de alteración, entre otras cosas porque la población humana es un elemento mayor en el funcionamiento de los ecosistemas. Ello se de- be a que el hombre ha conseguido lo que ningún otro organismo, adaptar el ambiente a sus necesidades, superando un sinfín de limitaciones naturales mediante el desarrollo cultural y tecnológico.

Los animales manejados por el hombre son los causantes de la selección involuntaria sobre la flora, de tal manera que hoy día se reconocen una gran cantidad de plantas ligadas al pastoreo, verdaderos ecotipos creados a partir de esta actividad. Mediante la agricultura se han creado nuevos medios eco- lógicos, expandido numerosas plantas en el trasiego de semillas de cultivo. [...] Las actividades agrícolas han sido y son, agentes perturbadores que provocan la reducción de los espacios con vegetación natural, al poner tierras en cultivo y por lo tanto crear ecosistemas artificiales e introducir especies exógenas que pueden desplazar a las plantas autóctonas de un territorio, con una clara pérdida de la biodiversidad.

Manuel Costa. Capítulo 16: Biogeografía. En: J. Izco et al. (2000), Botánica. Ed. McGraw-Hill / Interamericana.


El suelo, como ecosistema en sí o parte de otros ecosistemas es un sistema de flujo de materia y energía abierto en el que ocurren cosas. Y, como sistema natural, tiende a estar en equilibrio con su entorno, de modo que si el entorno cambia (es decir, si cambian las tasas de entrada o salida de materia y energía), intenta alcanzar un nuevo equilibrio. 

Nosotros, los humanos, modificamos constantemente esas entradas y salidas, obteniendo un beneficio y causando unos impactos. Sin embargo, muchos otros científicos opinan que si del suelo obtenemos un beneficio, es que el suelo, efectivamente, nos lo presta. Afortunadamente, estos otros científicos son tan poco antropocéntricos como yo, así que hablan de "servicios ecosistémicos". Estoy solo parcialmente de acuerdo con esto, pero como yo, en mis limitadas entendederas, soy incapaz de proporcionar una definición mejor, de momento aceptaré pulpo como animal de compañía e intentaré explicar qué se entiende por "servicios ecosistémicos del suelo", al menos, para ponernos en contexto.


¿Qué son los servicios ecosistémicos del suelo?

Los servicios ecosistémicos del suelo son considerados fundamentales para el equilibrio de la vida en la Tierra. El suelo sustenta la biodiversidad y su uso proporciona grandes beneficios a la humanidad y actúa como un almacén de nutrientes esenciales para las plantas, contribuye a la purificación del agua al filtrar contaminantes y ofrece soporte estructural para la vegetación. Además, desempeña un papel crucial en la regulación del clima, almacenando el carbono (procedente del CO₂ atmosférico fijado por las plantas) y liberándolo gradualmente. La diversidad biológica del suelo promueve la descomposición de materia orgánica y la formación de humus, mejorando así la fertilidad. Entre otros, estos servicios ecosistémicos, interconectados y delicadamente equilibrados, ponen de manifiesto la importancia de preservar la salud y la funcionalidad de los suelos para garantizar un desarrollo sostenible.


El suelo es la base de la producción de alimentos. Mercado de Guadalajara (México). A. Jordán/Imaggeo. Más detalles.


El suelo es la base para la producción de alimentos

El suelo es la base fundamental para la producción de alimentos, actuando como el hábitat primordial para una variedad de organismos esenciales en los ciclos de nutrientes. Su capacidad para sustentar los cultivos es crucial para la seguridad alimentaria global. La diversidad de suelos en diferentes regiones del mundo ha dado origen a una rica variedad de alimentos. La agricultura, que depende directamente de la calidad del suelo, es el pilar de nuestras sociedades, alimentando a poblaciones crecientes. Sin embargo, este recurso vital se encuentra amenazado por prácticas agrícolas insostenibles, deforestación y contaminación.


Empero, algo hay aprovechable en el citado Congreso de Estocolmo: por primera vez se acepta la posibilidad de que las posibilidades del aire, la tierra y el agua, aunque grandes, no son ilimitadas; por primera vez se acepta la posibilidad de que nuestro mundo se vuelva inhabitable por obra del hombre.

El hombre, desde su origen, guiado por unas miras que pretenden ser prácticas, ha ido enmendando la plana a la Naturaleza y convirtiéndola en campo. El hombre, paso a paso, ha hecho su paisaje, amoldándolo a sus exigencias. Con esto, el campo ha seguido siendo campo pero ha dejado de ser Naturaleza.

Miguel Delibes. "Un mundo que agoniza" (1979).


Adición de sustrato agrícola en suelos desérticos en Egipto. Sameh K. Abd-Elmabod/Imaggeo. Más detalles


La gestión del suelo en el contexto del cambio climático

Un suelo saludable no solo garantiza rendimientos agrícolas altos, sino que también desempeña un papel crítico en la mitigación del cambio climático. Los suelos actúan como sumideros de carbono, almacenando grandes cantidades de este gas de efecto invernadero. La pérdida de suelo debido a la degradación, la erosión y el sellado contribuye a la liberación de carbono a la atmósfera, contribuyendo al cambio climático. Por lo tanto, es imperativo adoptar prácticas agrícolas sostenibles que promuevan la salud del suelo y reduzcan las emisiones de carbono.


Biochar como fertilizante para retener carbono en el suelo. G. Sigmund/Imaggeo. Más detalles


La necesidad de una gestión sostenible

La gestión sostenible del suelo implica una combinación de técnicas agrícolas que conserven la estructura del suelo, promuevan la biodiversidad y reduzcan la erosión. La rotación de cultivos, la aplicación de abonos orgánicos y la utilización de prácticas agroecológicas son enfoques clave para mantener la salud del suelo. Además, la protección de áreas forestales y la implementación de prácticas de agricultura de conservación contribuyen a prevenir la pérdida de suelo y a beneficiarnos de sus servicios ecosistémicos.


El suelo proporciona alimento, fibras, combustible y una lista interminable de bienes. A. Jordán/Imaggeo. Más detalles.


Algunas de las prácticas agrícolas que favorecen la gestión sostenible del suelo son la rotación de cultivos, la agricultura de conservación, la fertilización ecológica, el aprovechamiento agroforestal o la siembra directa.

La rotación de cultivos es esencial para mantener la salud del suelo y la productividad a largo plazo. Alternar diferentes tipos de cultivos en una misma parcela ayuda a prevenir el agotamiento de nutrientes específicos y reduce la presencia de plagas y enfermedades que afectan a una sola especie. Esta práctica promueve la biodiversidad en el suelo y mejora su estructura.

La agricultura de conservación implica minimizar la alteración del suelo, como ocurre con el laboreo intensivo. Al dejar los residuos de cultivos en el campo y practicar siembra directa, se protege la capa superior del suelo de la erosión, se promueve la retención de humedad y se reduce la necesidad de insumos externos.


Suelos erosionados cerca de Arcos de la Frontera. A. Jordán/Imaggeo. Más detalles.


El uso de abonos ecológicos (a veces llamados “orgánicos”), como compost y estiércol, mejora la estructura del suelo, aumenta su capacidad de retención de agua y fomenta la actividad microbiana beneficiosa. A diferencia de los fertilizantes químicos, los abonos orgánicos liberan nutrientes gradualmente, reduciendo el riesgo de lixiviación y contaminación del agua.


Riego de suelos cultivados en Pakistán. A. Arshad/Imaggeo. Más detalles


El aprovechamiento agroforestal (también llamado “agroforestería”) integra árboles o arbustos en sistemas agrícolas. Estas plantas perennes proporcionan sombra, previenen la erosión, y aportan materia orgánica al suelo a medida que sus hojas caen. Además, este sistema promueve la biodiversidad y puede ser una estrategia eficaz en la captura de carbono. El ejemplo más cercano y uno de los más eficientes es la dehesa.


Diversidad de recursos en la dehesa (Sevilla). A. Jordán/Imaggeo. Más detalles


La siembra directa implica sembrar las semillas sin labrar el suelo. Esta práctica ayuda a conservar la estructura del suelo, reduce la pérdida de humedad y previene la erosión. Al mantener la cobertura del suelo con restos de cultivos anteriores, se protege contra la compactación y mejora la actividad biológica del suelo.


El manejo inadecuado, como el arado a favor de pendiente, facilita la erosión y disminuye la productividad del suelo. A. Jordán/Imaggeo. Más detalles.


La educación y concienciación pública son cruciales para fomentar prácticas agrícolas responsables. Los consumidores desempeñan un papel vital al preferir alimentos producidos de manera sostenible y apoyar a agricultores que adoptan prácticas respetuosas con el medio ambiente. Los gobiernos y las instituciones también deben implementar políticas que fomenten la gestión sostenible del suelo, proporcionando incentivos y apoyo a los agricultores comprometidos con prácticas responsables.


Los beneficios del comercio de proximidad

El comercio de alimentos de proximidad desempeña un papel fundamental en el desarrollo sostenible al promover una serie de beneficios ambientales, sociales y económicos. Al fomentar la producción local y la distribución en circuitos cortos, se reducen las emisiones de carbono asociadas al transporte de alimentos a largas distancias. Además, este enfoque facilita la trazabilidad y transparencia en la cadena alimentaria, permitiendo a los consumidores conocer la procedencia y métodos de producción de los alimentos que consumen.


Una de las causas fundamentales de esta situación es el consumismo acelerado. De tal manera que ya hoy, en los centros pensantes del capitalismo, se está planteando el problema de que no hay suficiente ahorro en el mundo. Ciertamente es éste un problema gravísimo en Estados Unidos: no hay ahorro; y si no hay ahorro, no se puede invertir, no se pueden cambiar las infraestructuras, no puede haber verdadero progreso humano. En el capitalismo especulativo de este final de siglo, apenas se invierte en la creación de riqueza. A veces se llama "inversión" lo que es un mero cambio de propiedad de una riqueza ya existente. Para crear riqueza hay que invertir; y no se invierte, porque no hay con qué invertir; y no hay con qué invertir, porque no hay ahorro; y no hay ahorro, porque se consume desmedidamente. Luego el consumo no está llevando al sostenimiento del sistema, sino a su ruina.

Luis de Sebastián. "Mundo rico, mundo pobre" (1992).


En términos sociales, el comercio de alimentos de proximidad fortalece las comunidades locales al apoyar a los agricultores locales y promover la diversidad de productos regionales. Esto contribuye a la preservación de tradiciones culinarias y a la creación de empleo en áreas rurales. Económicamente, el comercio local impulsa la viabilidad económica de pequeñas explotaciones agrícolas, contribuyendo al desarrollo sostenible a nivel comunitario.


Trabajadoras retirando el plástico de cultivos de fresa en la Finca Experimental El Cebollar (Huelva). A. Jordán/Imaggeo. Más detalles


¿Qué podemos hacer para favorecer el comercio local?

Los mercados de agricultores proporcionan un espacio directo para que los agricultores locales vendan sus productos frescos a la comunidad. Estos mercados fomentan la conexión entre productores y consumidores, promoviendo la transparencia y la conciencia sobre la procedencia de los alimentos. Además, contribuyen al desarrollo económico local.

Los programas gubernamentales (regionales o locales, incluidos) o privados que priorizan la compra de productos locales para instituciones públicas, escuelas o empresas pueden estimular la demanda de alimentos locales. Estas iniciativas benefician a los agricultores locales al garantizar mercados estables y ayudan a construir comunidades más sostenibles.

Fomentar la creación de tiendas de alimentos locales y cooperativas agrícolas brinda a los productores locales un espacio permanente para vender sus productos. Estas estructuras comerciales pueden ofrecer una variedad de productos locales y contribuir a la identidad cultural y económica de la comunidad."

Promover redes cortas de distribución reduce la dependencia de largas cadenas de suministro. Establecer relaciones directas entre productores y consumidores o la implementación de puntos de recogida cercanos facilita la entrega eficiente de productos locales, minimizando la huella de carbono asociada al transporte.


Puesto en el Mercado de Triana (Sevilla). A. Jordán/Imaggeo. Más detalles.


Por otra parte, la implementación de certificaciones locales y un etiquetado transparente destaca los productos cultivados localmente, proporcionando a los consumidores información clara sobre el origen de los alimentos. Esto construye la confianza del consumidor y fomenta la elección de productos locales, fortaleciendo la economía de la comunidad.

Estas medidas fomentan un entorno propicio para el comercio agrícola local al fortalecer la conexión entre productores y consumidores, impulsar la demanda de productos locales y contribuir al desarrollo económico sostenible de las comunidades.


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