Caca, nutrientes y agricultura

Cada día, la humanidad genera cientos de millones de toneladas de heces, un subproducto invisibilizado pero cargado de nutrientes clave como nitrógeno, fósforo y carbono. Históricamente, culturas como la china y la japonesa reutilizaban los excrementos humanos como fertilizante, cerrando así el ciclo natural. Hoy, la industrialización y el urbanismo han roto ese ciclo, generando una “brecha metabólica” entre consumo y producción agrícola. Mientras el planeta sufre las consecuencias ecológicas de esta desconexión -como la eutrofización-, tecnologías como la digestión anaerobia y ejemplos actuales de aprovechamiento urbano demuestran que es posible revalorizar nuestras heces. Para ello, se necesita un cambio cultural que deje atrás el tabú y vea en los residuos un recurso valioso.


 Antonio Jordán López

Una solución de mierda

La materia oscura de nuestro metabolismo

La caca, sin duda, tiene mala prensa:

Hilly Holbrook: Así que... nadie quiere contratar a una negra contestona y ladrona. ¿A que no? ¡Mmm! La tarta está deliciosa.

Minny Jackson: Me alegra que le guste.

Hilly Holbrook: Si te readmito, te pagaré cinco dólares menos.

Minny Jackson: ¿Readmitirme?

Hilly Holbrook: ¿Qué es lo que pones a la tarta para que esté tan exquisita?

Minny Jackson: Una vainilla de México y otro ingrediente muy especial. [La señora Walters intenta cortar un trozo de la tarta] No, no, no, no, no, señora Walters. Es una tarta especial para ella.

Hilly Holbrook: Mamá puede comer. Córtale un trozo. Trae un plato.

Minny Jackson: ¡Cómase mi mierda!

Hilly Holbrook: ¿Qué has dicho?

Minny Jackson: Que se coma... mi... mierda.

Hilly Holbrook: ¿Has perdido la cabeza?

Minny Jackson: No señora, pero usted la perderá por lo que acaba de hacer.

Hilly Holbrook: ¿Hacer qué?

Señora Walters: Y no te has comido una porción. ¡Te has comido dos!

Hilly Holbrook (Bryce Dallas Howard), Minny Jackson (Octavia Spencer) y la Señora Walters (Sissy Spacek) en Criadas y señoras (Tate Taylor, 2011).

Cada día, sin excepción y como una condena bíblica, el cuerpo humano completa su ciclo digestivo con una acción tan banal como inevitable: la expulsión de heces. Cada persona produce entre 150 gramos y un cuarto de kilo de caca al día de diferente forma, consistencia y color. Multiplícalo por los siete mil millones de habitantes del planeta y obtendrás una montaña invisible pero colosal de cacas que desaparece (es un decir) por el sistema de alcantarillado o es abandonada sin remilgos allí donde un apretón asalte a un incauto. La caca se considera universalmente repugnante: mancha y huele mal (en realidad yo hablo por mi experiencia, que para gustos los colores).


Ilustración surrealista de un agricultor sentado en un inodoro sobre un montículo de excrementos, con una azada en la mano, bajo un cielo colorido y rodeado de campos verdes. Imagen generada por IA con DALL·E.
¿Pueden usarse las heces humanas como abono? Imagen generada por IA con Bing/DALL·E3.


Aunque invisibilizada a través de pulcros mecanismos sociales y tecnológicos (como esos retretes con chorrito que Japón ha legado a la humanida de cierto poder adquisitivo y más remilgos que paciencia), esta actividad diaria tiene consecuencias a escala planetaria. Sin calculadora a mano y tirando por lo bajo, podemos decir que si un adulto produce 150 g de excremento sólido al día (el pipí va aparte), por su retrete pasan más de 50 kilos de caca al año y, en todo caso, el planeta es sembrado por sus siete mil millones de habitantes con casi cuatrocientos millones de toneladas al año (concretamente, 383.250.000 de toneladas de caca).

Según la Oficina Nacional de Normas de EE. UU. (NBS), las heces se caracterizan por una densidad de 1,06 g/ml. Entre el 10 y el 15% de los seres humanos sanos producen heces que flotan (tienen una densidad inferior a 1 g/ml) debido al gas atrapado en las heces.

Roni Pen, Barbara J.Wanrd, Linda Strande, Max Maurer (2018). Review of synthetic human faeces and faecal sludge for sanitation and wastewater research. Water Research 2018 Apr 1;132:222-240. DOI: 10.1016/j.watres.2017.12.063.

Sabiendo eso, dejo a los curiosos que calculen cuánto sería el volumen de esta cantidad.

Por cierto, si tu caca flota es que tiene menos de esa densidad y podría ser hora de ir al médico (no me seas hipocondríaco, he dicho "podría"; más información aquí).

¿Y la caca de los perros, gatos, caballos...? ¿Has pensado en cuánta caca hacen los animales de nuestras ciudades? Raúl Hueso escribió un artículo profundo y divertidísimo sobre esta cuestión, del cual entresaco unas palabras:

Así que mientras anteriormente calculábamos que la cantidad de excrementos anuales en una ciudad como Zaragoza podría estar sobre las 5.771 toneladas anuales, basándonos en la cantidad de mierda que cagan nuestras perras, si hacemos un cálculo estimado, teniendo en cuenta que hubiera una media de tamaño de perro de unos 12 kg y un optimista factor de excrementos sobre la comida ingerida de un 50%, nos daría una cantidad aproximada de unas 7.522 toneladas de mierda anuales.

7.522 toneladas de mierda de perro en Zaragoza supondrían un 20% de la mierda generada por todos sus habitantes humanos!!

El Ayuntamiento de Zaragoza estima que recogen unas 13 toneladas anuales con su servicio específico «motocan» de recogida de excrementos caninos [...]. 

¿Cómo un ayuntamiento va a gestionar corréctamente los excrementos caninos cuando posiblemente tenga el doble de perros que piensa, y un problema de un montonazo enorme de mierda que no está calculando bien?

Raúl Hueso. Un artículo de mierda. Mr. Hueso (consultado el 31/07/2025).

Pero estas cifras no son solo un dato más o menos escatológico, sino que implican una acumulación masiva de biomasa rica en nutrientes, energía y compuestos químicos valiosos que, en gran medida, estamos desperdiciando, como podemos ver a continuación:


Tabla de composición química de las heces humanas basada en Pen et al. (2018), organizada en dos columnas: “Nombre” y “Contenido en las heces”. Incluye elementos como carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y minerales como hierro, zinc, níquel, cobalto, manganeso, molibdeno y cobre, además de compuestos como azufre, proteínas, carbohidratos, lípidos y fibra. Las unidades varían entre porcentajes de sólidos totales, microgramos por kilo de sólidos, gramos por persona y día, o gramos por gramo de sólidos, detallando el rango de concentración para cada componente. La tabla ilustra la riqueza bioquímica de los residuos humanos y su potencial como fuente de nutrientes.
Componentes químicos de las heces humanas. A partir de Pen et al. (2018).


Existen otras estadísticas elaboradas bajo los auspicios de la OMS sobre la materia fecal húmeda, que se pueden consultar aquí.

De modo que... ¿y si nuestra caca tuviese algún valor?

En lugar de pensar en las heces como un producto indeseable, quizá deberíamos empezar a tener en cuenta su potencial en el contexto de la sostenibilidad. 

París arroja anualmente veinticinco millones al agua. Y no hablamos en estilo metafórico. ¿Cómo y de qué manera? Día y noche. ¿Con qué objeto? Con ninguno ¿Con qué idea? Sin pensar en ello. ¿Para qué? Para nada. ¿Por medio de qué órgano? Por medio de su intestino. ¿Y cuál es su intestino? La cloaca.

Víctor Hugo. Los miserables. Libro Segundo, El intestino de Leviatán (1862).

De hecho, tanto las heces humanas como animales contienen nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio, hierro y metales trazas que la agricultura moderna necesita con urgencia debido a la intensificación agrícola. Sin embargo, la práctica dominante sigue siendo la eliminación rápida y total de los residuos humanos, principalmente mediante el alcantarillado. Así nace la llamada brecha metabólica: un desequilibrio ecológico causado por el traslado de alimentos desde su lugar de cultivo hasta los núcleos urbanos, donde se consumen sin que los nutrientes se devuelvan al origen.

Una de las consecuencias directas de la desaparición tendencial de las formas precapitalistas de producción agrícola, debido a la expropiación de los productores que ello implica, habrá sido la separación, en el espacio y el tiempo, entre el proceso de producción y el proceso de consumo de productos agrícolas: los productores no son más (o solo de una manera marginal) los consumidores de sus propios productos. Por el contrario, como todos los otros trabajadores asalariados, ellos deben procurarse sus medios de consumo bajo la forma de mercancías, producidas generalmente en lugares distintos de aquellos en los que operan. Combinado con la separación entre agricultura lato sensu (entre los que se encuentran el cultivo de suelos, la cría de ganado y la silvicultura) y la industria, y la separación entre agricultura stricto sensu (reducida al cultivo de suelos) y la cría de ganado, esta división entre la producción y el consumo de productos agrícolas llevará a una perturbación metabólica entre el ser humano y la naturaleza,[1] que se encontraba en la base de las formas tradicionales (precapitalistas) de producción agrícola. De hecho, en estas últimas, los agricultores devolvían a la naturaleza (que les proporcionaba en forma de litosfera, hidrosfera y biosfera, sus recursos inmediatos o las materias primas para su trabajo agrícola y artesanal) elementos que contribuían recíprocamente a la regeneración del suelo bajo la forma, además de residuos orgánicos de la agricultura (raíces, tallos, hojas, etc.) enterrados, de sus propios desechos (excrementos), de los de sus animales de cría (estiércol, purines) o incluso de desechos de su consumo (productivo o improductivo), diversos materiales naturales: madera, ceniza, aserrín, fibras textiles usadas, compost, desechos de cuero y pieles, etc.

Sin embargo, las separaciones introducidas por las formas capitalistas de producción mencionadas anteriormente, consecuencias más o menos directas de la expropiación de los productores, conducen particularmente a que la producción agrícola localizada en los campos, sea esencialmente destinada a alimentar a las poblaciones y las industrias situadas en o alrededor de las ciudades, haciendo imposible la restitución de tales elementos a la naturaleza o, al menos, limitando significativamente su volumen. Un proceso que no va dejar de agravarse a medida que, bajo la incidencia del desarrollo de la producción capitalista, las separaciones precedentes se expandan y profundicen (se intensifiquen) al mismo tiempo. Por lo tanto, atrapada en las redes de las relaciones capitalistas de producción, la producción agrícola inflige al suelo, de manera constante, una pérdida de sustancias vitales (sobre todo de sales minerales) que comprometen la fertilidad (amenazando al mismo tiempo la rentabilidad del capital agrario), obligándose de esta manera a migrar hacia otros suelos, después de haber agotado por completo los anteriores, o a realizar fertilizaciones constantes (naturales o artificiales) ajenas a la práctica agrícola en sí misma. Un imperativo que la acumulación de capital agrario no puede más que alimentar sin cesar.

Bihr Alain. Más allá de la "fractura metabólica". Herramienta, Revista de Debate y Crítica Marxista (21/10/2023).


Fotograma de la película The Martian dirigida por Ridley Scott, que muestra al astronauta Mark Watney agachado dentro de un invernadero improvisado en Marte. Está manipulando el suelo marciano para cultivar plantas, rodeado de una lona transparente que permite ver el interior del hábitat. A la izquierda de la imagen aparece una pantalla con datos técnicos importantes: día de misión (SOL 79), presión (12.49 PSI), nivel de oxígeno (20.81 %), temperatura (20.93 °C), ubicación (HAB KITCHEN), hora (13:01) y estado de conexión del sistema. La escena refleja los esfuerzos del protagonista por sobrevivir mediante el cultivo de alimentos en un entorno extraterrestre hostil.
Mark Watney (Matt Demon) cultiva patatas utilizando como fertilizante excrementos de sus compañeros en un invernadero en Marte en The martian (Ridley Scott, 2015).
 

Historia de un recurso olvidado

El desprecio por los excrementos como parte del metabolismo humano no es universal ni histórico. De hecho, es una cosa bastante reciente en términos relativos. Hay ejemplos notables de civilizaciones que desarrollaron sistemas ingeniosos para integrarlos en ciclos agrícolas sostenibles. En la China imperial, la recolección de heces -conocidas como “excrementos nocturnos”- era una práctica oficial, regulada por decreto. Durante la dinastía Qing (1616-1912) se llegó a declarar que los habitantes del norte debían aprender de sus vecinos del sur, donde las calles estaban limpias y la tierra fértil, gracias a la meticulosa recolección y reutilización de los residuos humanos.

En 1737, un emperador de la dinastía Qing en China emitió un decreto que prescribía a todos sus súbditos a recoger diligentemente sus excrementos y darles un buen uso. Conocido como "excrementos nocturnos" porque generalmente se recogían en las primeras horas de la mañana cuando la gente dejaba sus orinales en la puerta, la materia fecal era un negocio floreciente en la provincia de Jiangnan en el sur de China. Mientras tanto, la gente del norte de China no estaba tan entusiasmada con él. Y la diferencia era realmente sorprendente, que es lo que impulsó al emperador a escribir su tratado para empezar. "Las calles en el norte no están limpias. La tierra está sucia", decía el documento. "Los norteños deberían seguir el ejemplo de Jiangnan. Cada hogar debería recoger excrementos nocturnos". El veredicto final, que se convirtió en el título del decreto, fue tan claro como poético: "Atesora los excrementos nocturnos como si fueran oro".

Lina Zeldovich. The power of shit. Aeon (22/04/2022).

En Japón, la situación era similar. El shimogoe, literalmente “fertilizante del trasero”, se comercializaba como cualquier bien de consumo. Los derechos sobre los residuos fecales incluso se asignaban a los propietarios de vivienda, no a los inquilinos que los generaban, y surgieron contratos de entrega anual con agricultores. Existían guerras locales por el control de la caca más rica en nutrientes, y las ofrendas de los sirvientes de los daimyo, los señores feudales, eran especialmente valoradas. Aquellas sociedades no solo comprendían el valor de las heces, sino que las protegían y apreciaban, igual que los chinos, como oro.

De hecho, en el actual Japón hay quien piensa en volver a usar el shimogoe de nuevo:

Nuestros desechos son un recurso potencial. Los aspectos de seguridad, como el riesgo de propagación de bacterias resistentes a los antimicrobianos presentes en la materia fecal, quedaron fuera del alcance de este proyecto. Sin embargo, ante los crecientes desafíos ambientales que enfrentamos, es hora de reconsiderar nuestra gestión de los excrementos humanos.

Steven David Pickering. Human manure or ‘nightsoil’ makes great crop fertiliser – but attitudes to poo-grown produce differ drastically. The Conversation (20/08/2024).


Un método ancestral de fertilización. DW Español/YouTube.

 

Modernidad, urbanismo y el colapso del ciclo

La industrialización cambió radicalmente esta lógica. Con el crecimiento de las ciudades y el desarrollo de sistemas de alcantarillado, el excremento humano pasó de ser un insumo agrícola a un desecho urbano. Los sistemas modernos de saneamiento, por muy eficaces que sean en términos higiénicos, desconectan por completo el metabolismo humano de la ecología terrestre. Y no solo el metabolismo, desconectan muchas más cosas que solo necesitarían un diseño un poquito mejor, como puedes leer en otra entrada de este mismo blog:Impacto de las ciudades sobre el ciclo hidrológico... y otras cosas).


Figura de crochet en forma de emoji de excremento, hecha con hilo marrón y ojos saltones de plástico, colocada sobre una superficie blanca con fondo blanco.
Caquita de crochet. Carol/Flickr.


Las plantas de tratamiento eliminan patógenos, pero no los nutrientes que acaban desembocando en cuerpos de agua, causando fenómenos de eutrofización, proliferación de algas tóxicas y muerte de especies acuáticas. El intento de protegernos de nuestras propias heces ha acabado dañando el medio ambiente que nos sostiene.

La eutrofización es una de las principales causas de contaminación de los lagos y embalses en la actualidad. Se produce cuando masa de agua recibe un aporte muy elevado de nutrientes inorgánicos, principalmente nitrógeno (N) y fosforo (P). Así pues, un ambiente eutrofizado es aquel que contiene un exceso anormal de nutrientes.

[...]

La eutrofización no solo tiene un impacto negativo en el medioambiente, también en el ámbito socioeconómico de la zona donde se produce. Las pérdidas económicas atribuidas a la eutrofización incluyen el aumento del coste de purificación de agua, tanto para consumo humano como industrial, impedimentos a la navegación, aumento de mortandades de peces, malos olores, etc.

Impacto de la eutrofización en el uso y calidad de las aguas. Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (consultado el 31/07/2025).

A su vez, esta desconexión tiene implicaciones económicas. Para compensar la pérdida de nutrientes, los agricultores recurren a fertilizantes sintéticos, que son caros y contaminantes. Como resultado, la brecha metabólica se convierte en una brecha financiera y ecológica: lo que antes cerraba el ciclo de la vida ahora genera residuos, gasto energético y deterioro del planeta.


Persona recolectando pimientos verdes sobre una lona azul en un jardín experimental de Haití, rodeado de vegetación tropical. Los cultivos fueron fertilizados con compost elaborado a partir de excrementos humanos como parte de un proyecto sostenible.
Agricultora cosechando pimiento cultivado con compost elaborado a partir de excrementos humanos en un huerto experimental en Haití. SOIL Haiti/Wikimedia Commons.


Aunque fertilizar los campos con desechos humanos puede ser anatema para muchos de nosotros en el mundo occidental, en algunos lugares se está revelando muy eficaz. En Bangalore, la tercera ciudad de la India con unos ocho millones y medio de habitantes, unos camiones eufemísticamente llamados "chupamieles" vacían las fosas sépticas urbanas y transportan su contenido a las zonas agrícolas circundantes. Luego, los desechos se tratan en charcas antes de esparcirlos por los campos. Incluso hay productos comercialmente disponibles que contienen aguas residuales humanas procesadas. Dillo Dirt, un fertilizante vendido por la administración municipal de Austin, Texas, emplea un proceso de compostaje para asegurar que los desechos se calientan de forma natural hasta alcanzar temperaturas de pasteurización a fin de eliminar los agentes patógenos.

Lewis Dartnell. Abrir en caso de apocalipsis (2015).

Tecnología y ciencia: recuperar lo perdido

La buena noticia es que disponemos del conocimiento y la tecnología para revertir esta tendencia. La digestión anaerobia, por ejemplo, es un proceso conocido desde el siglo XIX, cuando Humphry Davy (1778-1829) encontró metano en el estiércol de vaca. Incluso antes, en el siglo XVII ya se sabía que al remover los sedimentos de algunos lagos o ríos se liberaba un gas inflamable, aunque aún no se podía explicar. La digestión anaerobia se basa en la descomposición de la materia orgánica por bacterias metanogénicas en ambientes sin oxígeno (como las zonas encharcadas o el fondo de los lagos y ríos), generando biogás (rico en metano y CO₂) y digestato, un residuo lleno de nutrientes. El digestato es un producto que puede usarse como fertilizante, como acondicionador del suelo para mejorar sus propiedades físicas o como sustrato de plantas de invernadero. Por tanto, mediante la digestión anaerobia de las heces se puede obtener energía renovable y fertilizante.

En Washington D.C., la planta DC Water procesa los residuos fecales de más de dos millones de personas mediante una combinación de calor, presión y digestión microbiana. El resultado es doble: metano para generar electricidad y una sustancia negra y rica que se seca, se envasa y se vende como fertilizante comercial bajo la marca Bloom. Una solución urbana inspirada en prácticas rurales centenarias. No es que yo quiera hacer publicidad de nada, pero ellos se venden así:

Bloom actualmente ofrece cuatro variedades. Fresh Bloom está compuesto 100% por biosólidos deshidratados de Blue Plains, adquiridos principalmente para su uso en tierras de cultivo, humedales y obras públicas. Cured Bloom es el mismo biosólido, pero secado al aire hasta alcanzar un 60% de sólidos secos antes de su venta. Se vende en bolsas de 22.7 kg en tiendas minoristas, pero también se puede comprar a granel en la planta. Por último, las mezclas Bloom, una mezcla con arena y serrín o una mezcla con madera, se venden a granel, generalmente para sitios de contacto público o arquitectura paisajística.

DC Water Bloom: A biosolids for land application success story. CAMBI (19/04/2024).

En países en vías de desarrollo, donde el acceso al saneamiento es limitado, estas soluciones adquieren una relevancia aún mayor. En Haití, por ejemplo, diferentes empresas recogen residuos en barrios precarios, los sellan en bolsas biodegradables, los procesan en biodigestores y los transforman en compost y energía. Además de mejorar las condiciones sanitarias, estas prácticas permiten recuperar nutrientes y generar ingresos. Según estudios de las Naciones Unidas, instalar digestores en comunidades rurales, escuelas o prisiones puede amortizarse en menos de dos años gracias al valor económico del biogás y del estiércol seco.

¿Existen riesgos para la salud?

Los investigadores encontraron 310 sustancias químicas en el compost fecal. Entre ellas había productos farmacéuticos, aditivos para el caucho, retardantes de llama, filtros UV, repelentes de insectos e inhibidores de la corrosión. Analizando todo esto, concluyeron que solo el 6,5 % de ellos estaban presentes por encima del límite de detección en el compost, aunque en bajas concentraciones, incluidos 11 productos farmacéuticos. Entre estos últimos, solo el ibuprofeno y la carbamazepina, usada para tratar el trastorno bipolar y las crisis epilépticas, eran detectables en las partes comestibles de las coles, en concentraciones muy bajas (entre 1,05 y 2,8 μg por kg). Esto quiere decir que para acumular en el organismo una dosis equivalente a una pastilla de carbamazepina habría que comer más de medio millón de cabezas de col.

Mar Aguilar. Orina y heces humanas como alternativa a los fertilizantes contaminantes. Muy Interesante (19/01/2023).

El cambio necesario: mentalidad y cultura

A pesar de las evidencias científicas y los ejemplos tecnológicos, sigue existiendo una barrera invisible pero poderosa: la mentalidad. Culturalmente, seguimos asociando las heces a lo sucio, lo desagradable, lo repulsivo. Mientras mantengamos esa perspectiva, el excremento seguirá siendo desecho y no recurso. El verdadero salto hacia la sostenibilidad exige una transformación cultural que permita ver el valor y la utilidad de lo que sale de nuestro cuerpo.

Los japoneses, con su historia más reciente de uso de estiércol nocturno, son generalmente más abiertos a la idea de la HEBF [fertilizantes a base de excreciones humanas], especialmente para la producción de alimentos. Los ingleses son más reticentes, especialmente cuando se trata de su comida.

Sin embargo, cuando se trata de parques públicos , los ingleses son sorprendentemente más tolerantes con el estiércol humano que los japoneses. Tal vez sea más fácil aceptar la idea de caléndulas hechas con estiércol humano que patatas hechas con excremento humano.

[...]

Nuestros desechos son un recurso potencial. Los aspectos de seguridad, como el riesgo de propagación de bacterias resistentes a los antimicrobianos que se encuentran en la materia fecal, estaban fuera del alcance de este proyecto. Pero, a medida que enfrentamos desafíos ambientales cada vez mayores, es hora de reconsiderar cómo tratamos los excrementos humanos.

Aunque la idea de comer alimentos cultivados con estiércol humano puede parecer poco atractiva al principio, vale la pena considerarla. Al comprender y abordar las preocupaciones del público, los científicos pueden ayudar a allanar el camino hacia prácticas agrícolas más sostenibles y de bajo impacto que son esenciales para nuestro futuro.

Steven David Pickering. Human manure or ‘nightsoil’ makes great crop fertiliser – but attitudes to poo-grown produce differ drastically. The Conversation (20/08/2024).


Planta joven cultivada en suelo seco en Fada N'Gourma, Burkina Faso, con fertilizante orgánico elaborado a partir de excremento humano descompuesto aplicado directamente en su base para evitar erosión. Rodeada de hierbas y tierra marrón, refleja técnicas agrícolas sostenibles que maximizan el rendimiento sin dañar el cultivo.
Tras un período de maduración de 6 a 10 meses, los excrementos humanos descompuestos pueden aplicarse como un fertilizante muy potente. Los horticultores de Fada N'Gourma informaron que obtienen una producción mucho mayor utilizando lodos fecales como fertilizante y, en comparación con los fertilizantes químicos, no queman el cultivo. En Fada N'Gourma, los excrementos humanos también se utilizan (aunque con menos frecuencia) para cultivos como maíz, mijo, sorgo, etc. Puede observarse cómo el fertilizante se aplica directamente al pie de la planta para evitar la erosión. SuSanA secretariat/Wikimedia Commons.


Las sociedades del pasado no tenían ese prejuicio. Veían en las heces una herramienta para la supervivencia. Hoy, necesitamos recuperar esa mirada, apoyados en el conocimiento científico, en las soluciones tecnológicas y en una nueva narrativa. Sería el primer paso hacia una agricultura verdaderamente circular, una economía renovable y un planeta más equilibrado.


Excremento humano: la exitosa fórmula de abono utilizada en Chile. La Tercera/YouTube


La caca como motor del futuro

La ironía está servida: aquello que nos provoca asco podría alimentarnos, iluminar nuestras hogares, fertilizar nuestros campos y aliviar la pobreza. La caca, ese tabú universal, puede convertirse en el motor del futuro si sabemos revalorizarla. El problema está claro, las soluciones también. Lo que falta es la decisión social de transformar un desecho en un bien.


Grafiti en una pared de cemento con el texto “poop!” ("¡caca!")escrita en negro sobre un fondo azul claro, en estilo desenfadado y espontáneo.
¡Caca! ERIK98122/Flickr.


Cada otoño, cuando el cielo gris sobre Kazán se llenaba de nubes oscuras y densas, tan cargadas de agua que la lluvia no paraba hasta convertirse en nieve, mi abuelo preparaba nuestra pequeña granja familiar para el largo invierno soviético. Se ponía su robusto mono, guantes gruesos y botas grandes, y se dirigía a la fosa séptica que almacenaba las aguas residuales de nuestra casa durante todo el año. Levantaba la pesada tapa, ataba dos cubos viejos a cuerdas resistentes y pasaba horas transfiriendo el contenido de la fosa a nuestro terreno. Al volver de la escuela, podía distinguir a mi abuelo haciendo el mantenimiento anual de fontanería a un kilómetro de distancia. El olor se extendía por todas partes, mezclándose con otros aromas otoñales: hojas en descomposición, perros mojados y grasa de cerdo carbonizada que se ahumaba para el invierno.ç

[...]

"Hay que alimentar a la tierra como se alimenta a la gente", solía decir mi abuelo. Para mí, era una frase preciosa, llena de la sabiduría de la naturaleza. Tomábamos de la tierra, así que teníamos que devolverle. Los veranos aquí eran cortos, a menudo frescos y lluviosos, pero en su huerto, las fresas empezaban a enrojecerse en junio y los tomates maduraban hasta septiembre. Y nuestros manzanos y cerezos florecían y daban frutos año tras año, fragantes en primavera y deliciosos en otoño. Para mí, este era el ciclo de la vida, y nuestros excrementos eran tan inseparables de él como los humanos lo éramos de la naturaleza. No era una suciedad desagradable, sino un potente fertilizante que llevábamos dentro.

Incluso nuestras construcciones lingüísticas lo sugerían. En ruso, la palabra para fertilizante es udobrenie, un derivado de dobró, que significa bueno y rico. [...] Cuando crecí, después de que el gobierno se apropiara de nuestra granja y emigráramos a Estados Unidos, me impactó descubrir que la mayoría de la gente tenía una visión muy diferente de su metabolismo. Para empezar, no tenían ni idea de adónde iban sus excrementos. Desconocían por completo su valor. Además, creían que la forma correcta de gestionarlos era tirarlos al inodoro y olvidarse, y con gusto hacían ambas cosas. El problema es que la Tierra simplemente no puede procesar toda esa mierda, y sobre todo la forma en que la estamos distribuyendo. Estamos asfixiando el planeta con nuestra caca.

Lina Zeldovich. The power of shit. Aeon (22/04/2022).

Como decía el abuelo de Lina no se trata solo de tecnología, sino de respeto al ciclo natural. Si conseguimos que empresarios y gobiernos disputen los derechos sobre el Producto Interior Bruto (💩) más antiguo del mundo, entonces sabremos que la brecha metabólica se ha cerrado. Y ese día, el oro que buscamos quizá no esté bajo tierra, sino en lo que cada día dejamos caer sobre ella.

Resumen

  1. Cada persona produce entre 150 y 250 gramos de heces al día.
  2. Globalmente, generamos cerca de 400 millones de toneladas anuales.
  3. Las heces contienen nutrientes esenciales como N, P, K y metales traza.
  4. En el pasado, civilizaciones reutilizaban las heces como fertilizante.
  5. La modernidad desconectó los residuos del ciclo agrícola natural.
  6. Esta desconexión genera problemas ecológicos como la eutrofización.
  7. Tecnologías como la digestión anaerobia pueden recuperar nutrientes y generar energía.
  8. Existen iniciativas exitosas como Bloom (EE.UU.) o en barrios de Haití.
  9. El tabú cultural impide ver las heces como recurso.
  10. Recuperar su valor implica cerrar la brecha metabólica y repensar la sostenibilidad.

Preguntas para pensar un poco

¿Cuánta caca produce una ciudad como la tuya al año? ¿Y tú solo?

¿Sabías que tus heces contienen nutrientes que podrían alimentar cultivos?

¿Estarías dispuesto a consumir alimentos fertilizados con heces humanas tratadas?

¿Qué pasaría si volviéramos a usar excrementos como fertilizante?

¿Cómo gestionaban los residuos fecales en el Japón feudal o la China imperial?

¿Qué es la “brecha metabólica” y por qué es tan importante para la sostenibilidad?

¿Podemos generar energía a partir de nuestros propios residuos?

¿Es posible una agricultura urbana basada en la digestión anaerobia?

¿Por qué culturalmente rechazamos lo que puede ayudarnos?

¿Qué papel juegan nuestros desechos en la crisis ecológica global?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cómo las ciudades alteran el ciclo del agua

Los carbonatos del suelo

El cambio climático explicado a un golden retriever (1)