El uso del suelo y la caída de las civilizaciones (1)

El castigo de Dios por nuestra mala cabeza

Quizá las cosas podían haber sido de otra forma si nos hubiéramos conformado con ser medio animales. Pero nos empeñamos en conocer las cosas.


Dios no se anda con chiquitas: Pecado original y expulsión del Paraíso terrenal. Miguel Ángel (1509).


Y dijo al hombre: «Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. El te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!».

Génesis, 3:17-19.


A la mujer, en cambio, la condenó a tener la regla y a parir con dolor. Pero es que Dios no recibió clases de educación sexual ni de valores cívicos y éticos, y mucho menos filosofía. De modo que, desde entonces, así seguimos. Pero vamos a lo que vamos.

A lo largo de nuestra historia, los humanos hemos hecho uso de los recursos que el planeta ponía a nuestra disposición, ya fuesen recursos abióticos (como minerales o combustibles) o bióticos (como plantas o animales). Obviamente, el suelo es parte de los recursos que los humanos utilizamos para vivir como podemos y desarrollar civilizaciones con mejor o peor fortuna. Por eso, a lo largo de la historia, el suelo ha sido visto como un recurso. Esto es así por un punto de vista bastante antropocéntrico del que la humanidad suele hacer gala. En el moderno Occidente, por ejemplo, el suelo ha sido investigado y clasificado básicamente en función de su capacidad para sostener cultivos. Esto, que puede haber estado justificado en momentos en que había que solucionar la hambruna de la población urgentemente, hoy sabemos que no es lo más útil. Básicamente, porque somos tremendamente eficientes en solucionar hambrunas (que queramos o no o dónde lo hagamos es otro problema).


Cuando Dorothy se detenía en el vano de la puerta y miraba a su alrededor, no podía ver otra cosa que la gran pradera que los rodeaba. Ni un árbol ni una casa se destacaba en la inmensa llanura que se extendía en todas direcciones y que parecía juntarse con el cielo. El sol había calcinado la tierra arada hasta convertirla en una masa grisácea con una que otra rajadura aquí y allá. Ni siquiera la hierba era verde, pues el sol había quemado la parte superior de sus largas hojillas hasta teñirlas del mismo gris predominante en el lugar.

L. Frank Baum. “El maravilloso mago de Oz” (1900).


El manejo del suelo de forma intensiva, como viene haciéndose especialmente desde la enorme crisis alimentaria y socioeconómica de la Dust Bowl de Estados Unidos en los años 30 del siglo XX (como veremos más adelante), ha permitido la intensificación y especialización del manejo del suelo hasta niveles nunca antes vistos. Pero eso ha llevado aparejados problemas con los que nos hemos dado de bruces muchas décadas después. Básicamente, problemas como pérdida de la fertilidad, pérdida de la biodiversidad, contaminación, polución y calentamiento global.


Fotograma de “El Mago de Oz” (Victor Fleming, 1939).


El suelo no es un recurso renovable a corto plazo

Por estas razones, hoy no se debería hablar de “uso de los recursos naturales”, sino de “uso sostenible de los recursos naturales”. Y, teniendo eso en cuenta, tampoco podríamos hablar en sentido estricto de “recursos naturales”. Como mucho, “préstamos a bajo interés”.


Suelo perdido tras la deforestación causada hace siglos en el Ejido de Atécuaro (Michoacán, México). Antonio Jordán/Imaggeo.


En la actualidad se usan términos como “funciones” o “servicios ecosistémicos” para referirnos a lo que podemos obtener de los recursos naturales, y son términos que llevan implícito el carácter sostenible que deben tener estos usos. Tampoco estoy seguro de que sean los términos más adecuados, pero es lo mejor que tenemos. En cualquier caso, nos explican que el suelo, como el aire o el agua, son recursos no renovables a corto plazo.


Muy bien, pero… ¿para qué sirve el suelo?

El suelo es la base de todos los ecosistemas terrestres. Es el soporte físico de las plantas y de los seres vivos que viven en su interior o sobre él, así como el responsable de su nutrición. La mayoría de todo lo necesario para la supervivencia humana proviene del suelo. Piensa por un momento qué has comido por última vez, cómo vas vestido o cómo te has desplazado.

Pero el suelo no solo proporciona “cosas”. También proporciona servicios ecosistémicos de apoyo (como producción primaria y biodiversidad) o reguladores (como control de erosión, equilibrio hídrico, aporte de nutrientes, regulación de los gases atmosféricos o control de plagas). La calidad de los servicios ecosistémicos dependen de la salud del suelo (su capacidad para funcionar como parte del ecosistema) y de la diversidad de organismos que pueblan el suelo. 


¿Tan importante es la sostenibilidad del uso y manejo del suelo? No para los malthusianos

Thomas Robert Malthus es famoso por varias cosas. Fue un clérigo muy serio educado en Cambridge (porque haber hecho el voto monástico de celibato era una de las condiciones de Cambridge para recibir una beca) que se especializó en economía y demografía. Malthus fue sin duda buen estudiante, pero mal alumno de Jean-Jacques Rousseau. En realidad, Malthus era un clasista hijo de su tiempo, partidario de la caridad y no de la justicia social (¿he dicho ya que era clérigo?).

En su Primer Ensayo sobre la Población (1798), Malthus escribió: “Cuando intentamos contemplar el sistema del universo, cuando pensamos en que las estrellas son los soles de otros sistemas esparcidos por el espacio infinito, cuando reflexionamos en que probablemente tan sólo vemos la millonésima parte de esos luminosos orbes que envían luz y vida a innumerables mundos, cuando nuestras mentes se postran en admiración ante la fuerza poderosa e incomprensible del Creador, incapaces de captar esta inconmensurable concepción, no tengamos la mezquindad de quejarnos de que los climas no sean todos bonancibles, de que no tengamos una primavera eterna a lo largo de todo el año, de que las criaturas de Dios no posean todas las mismas ventajas, de que se vea, a veces, oscurecido el mundo natural por nubarrones y tempestades y el mundo moral por el vicio y la miseria, y de que todas las obras de la creación no alcancen el mismo grado de perfección. Tanto la razón como la experiencia parecen indicarnos que esta variedad infinita de la naturaleza (y la variedad no puede existir sin partes inferiores y aparentes defectos) está admirablemente adaptada para promover el elevado propósito de la creación y producir el bien con la mayor abundancia posible”.

Incluso para una persona que crea en la existencia de un creador con un plan establecido (yo no lo creo, pero es una idea respetable) o en que la naturaleza tiene una finalidad concreta (de nuevo, yo no lo creo, pero es una idea respetable), decir que ese fin es producir la mayor cantidad de bienes posible implica un salto arriesgado de la razón, incluso para un economista de Cambridge como Malthus. Con lo que hoy sabemos, desde luego, podemos descartar esta idea (Malthus también podía, pero bueno). La naturaleza no es una fuente inagotable de nada. Incluso para una civilización de tipo IV en la escala de Kardashov llegaría un día en que los recursos se habrían acabado. Hoy sabemos que los recursos no son ilimitados y que más nos vale cuidarlos.


Ruinas de Babilonia (siglo VI a.C.) en la actual Iraq. Osahama Shukir Muhammed Amin/Wikimedia Commons.


Malthus fue influyente en el siglo XIX para antropólogos y biólogos. De hecho, algunas de sus ideas fueron inspiradoras para Charles Darwin y otras son respetadas en nuestra época por antropólogos materialistas como Jared Diamond (un señor al que hay que leer, pero que también puede ser criticado). Sin embargo, sus teorías económicas y demográficas han fracasado completamente. Al final, Malthus solo ha quedado para inspirar villanos maravillosos del cine como Thanos en “Vengadores: Infinity War”. Aunque en el cómic original de Marvel, el guionista Jim Starlin lo diseñó como un matón acomplejado, caprichoso, infantilmente enamoradizo y narcisista, en la película del MCU Thanos es un extraterrestre morado con claros trazos morales, filosóficos y políticos. Un villano que en realidad busca un bien superior:


Thanos: Titán era como muchos planetas. Demasiadas bocas, no había suficiente para todos. Y al enfrentarnos a la extinción, yo ofrecí una solución.

Dr. Strange: El genocidio.

Thanos: Pero aleatorio, imparcial, justo con ricos y pobres. Me llamaron loco. Lo que yo había predicho sucedió.

Dr. Strange: Enhorabuena, eres un profeta.

Thanos: Un superviviente.

Thanos (Josh Brolin) y Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) en “Vengadores: Infinity War” (Anthony Russo y Joe Russo, 2018)


Thanos conversa con el Dr. Strange en el planeta Titán en “Vengadores: Infinity War” (Anthony Russo y Joe Russo, 2018).


En las ocasiones en que la explotación de los recursos o el uso del suelo han ido más allá de lo sostenible, los humanos hemos tenido que sufrir enormes impactos sociales y económicos. A veces, los cambios se inician despacio y la situación se va agravando tan lentamente que no la percibimos bien (como está ocurriendo en la actualidad en los sistemas agrícolas mediterráneos), pero cuando se alcanza el punto de no retorno nos damos cuenta inmediatamente: cae la civilización y a otra cosa.


Cárcavas en suelos cultivados en la provincia de Cádiz. Antonio Jordán/Imaggeo.


Teníamos a nuestra disposición el instrumento que las ciencias naturales del mañana necesitarán para entender la verdad: una experiencia biológica global de la cual los científicos raramente pueden disponer, un campo de experiencia imposible de replicar artificialmente, creado por prácticas que no se enfocan en la investigación científica, sino en el advenimiento de una cultura humana liberada de los errores del pasado, una comunidad de trabajo que incluye a los agricultores más sabios, aquellos que han sabido interpretar las señales de los tiempos y que aún son capaces de pensar biológicamente. También allí surgió la chispa divina, y también allí la productividad biológica se convierte en una realidad, de tal manera que avanza y nos proporciona, a nosotros también, el apoyo sin el cual nuestro trabajo difícilmente podría haberse llevado a cabo hasta ahora.

Hans Peter Rusch. Bodenfruchtbarkeit: eine studie biologischen denkens (1968).


En la segunda parte de este texto veremos con algo más de detalle ejemplos concretos de cómo el mal uso de los recursos y el suelo ha contribuido con más o menos exclusividad a la caída de sociedades y civilizaciones a lo largo de la historia.


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