Alimentación, nutrición y cultura

La elección de nuestros alimentos va más allá del gusto y el precio; la dimensión nutricional ha sido siempre fundamental en la evolución de la dieta humana. Desde las adaptaciones de nuestros ancestros hasta las dietas de comunidades tradicionales, el valor nutricional ha guiado lo que comemos. Sin embargo, la industrialización y globalización alimentaria nos han desconectado de este vínculo, priorizando la apariencia y la conveniencia sobre la calidad nutricional. Esta desconexión contribuye al aumento de enfermedades y a la pérdida de biodiversidad, haciendo urgente revalorizar los sistemas alimentarios sostenibles y el conocimiento tradicional para una mejor salud humana y planetaria.


 Antonio Jordán López

Alimentos con historia: reconstruyendo el vínculo entre nutrición y cultura

En la relación entre los alimentos preferidos y evitados, la dimensión nutricional desempeña un papel crucial. Los alimentos preferidos generalmente destacan al reunir más energía, proteínas, vitaminas o minerales por unidad en comparación con aquellos que son evitados. Esta lógica se basa en la búsqueda de beneficios directos para la salud y el bienestar físico, donde la elección de alimentos se guía por su contenido nutritivo.

Con todo eso -respondió don Quijote-, tomara yo ahora más aína un cuartal de pan, o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna.

Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha (1605).


Jules Winnfield, mirada implacable y verbo afilado, sostiene con ambas manos una Gran Hamburguesa Cajuna como si fuera prueba irrefutable en un juicio moral improvisado. Vestido con su inconfundible traje negro y camisa blanca, su gesto al morder el sándwich no es solo hambre: es una declaración. La escena, bañada en tensión y humor negro, convierte el acto cotidiano de comer en un ritual cargado de significado. El fondo desenfocado acentúa su expresión concentrada, mientras el diálogo que sigue —tan sabroso como la hamburguesa— se prepara para convertirse en uno de los momentos más citados del cine moderno.
Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) prueba una Gran Hamburguesa Cajuna en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).


Pero la elección de los alimentos es también un acto cotidiano profundamente influido por factores culturales, sociales y ecológicos. Aunque en la actualidad tendemos a pensar que nuestras decisiones alimentarias se rigen principalmente por el sabor, la disponibilidad o el precio, desde una perspectiva antropológica y ecológica resulta evidente que el valor nutricional de los alimentos ha desempeñado y sigue desempeñando un papel fundamental en la configuración de las dietas humanas. Y a veces hay que cocinar para veinte mafiosos. Diecinueve, si Paulie no llega a tiempo por un "accidente":

Michael: Te veré esta noche. 

Clemenza: Oye, Mikey, ¿por qué no le dices de una vez que la quieres? "¡Te amo con el corazón! ¡Si no te vuelvo a ver  me moriré!". Je, je, je, ven aquí con Clemenza, aprende algo. Quién sabe si algún día tengas que guisar para veinte. Fíjate, primero echas un poco de aceite. De buena calidad. Luego fríes un ajo y después echas bastante tomate, y lo rehogas todo procurando que no se agarre. Echas luego tus salchichas y tus albóndigas... ¿eh? ... Y añades vino. Y un poco de azúcar, es mi truco.

Sonny: ¿Por qué no dejas tus guisos? Hay cosas más importantes que hacer. ¿Qué es de Paulie?

Clemenza: ¿Paulie? No lo verás más.

Michael Corleone (Al Pacino), Peter Clemenza (Richard S. Castellano) y Sonny Corleone (James Caan) en El Padrino (1972).


Personas cocinando en un entorno de feria gastronómica, rodeadas de utensilios y recipientes de cocina.
Preparación de platos tradicionales durante la V Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México. Secretaría de Cultura de la Ciudad de México/Flickr.


Esta dimensión nutricional no opera de forma aislada: está integrada en complejos sistemas simbólicos, históricos y ambientales que condicionan qué se come, cómo se come y por qué.

Las legumbres, por ejemplo, son alimentos "preferidos" debido a su riqueza en proteínas, fibra y otros nutrientes esenciales. Su perfil nutricional hace que sean elecciones populares para aquellos que buscan opciones saludables. Hemos citado antes al Quijote, ¿verdad? Pues Don Quijote también metía las lentejas en su dieta ("lantejas", escribía Miguel de Cervantes, a quien no voy a corregir):

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.

Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha (1605).

Mucha gente ignora qué son los "duelos y quebrantos", pero están muy ricos y la Wikipedia nos explica lo que son

La evolución de la dieta humana: adaptaciones nutricionales

La dieta humana ha cambiado con el tiempo

Desde el punto de vista antropológico, la dieta humana ha estado en constante transformación, guiada por adaptaciones evolutivas y cambios en el entorno ecológico. El paso de una dieta predominantemente frugívora y rica en vegetales -como la que caracterizaba a los primeros homínidos- a una alimentación más diversificada, como la que tenemos nosotros, que incluye proteínas animales, carbohidratos cocidos y grasas fue clave para el desarrollo del cerebro humano.

Aunque todos los homínidos presentan una mayor encefalización que la mayoría de los géneros de primates actuales, los australopitecos muestran, en general, un nivel de encefalización inferior al de los miembros del género Homo. Su grado de encefalización es similar al de PanHylobates Saimiri, lo que sugiere que su dieta era al menos de una calidad comparable a la de estos primates. Gorilla presenta uno de los niveles de encefalización más bajos entre los primates haplorrinos, y el nivel mucho más alto de encefalización observado en todos los australopitecos sugiere que su dieta era significativamente más rica que la de este género.

L.C. Aiello y P. Wheeler, P. The expensive-tissue hypothesisCurrent Anthropology, 36 (2), 199–221 (1995).

Esta transición no solo implicó un aumento en la densidad energética de los alimentos, sino también una reconfiguración de los sistemas de obtención y procesamiento del alimento, como la caza, el uso del fuego y la fermentación.

Para comernos algo, "estar rico" es solo el 50% de los motivos

Es indudable que, para decidir comer algo, el alimento debe saber bien y gustarnos. Pero personas como Jules Winnfield tienen otros condicionantes. Si no, nos habríamos perdido esta joya de guion:

Jules: ¿Qué desayunáis?

Brett: Hamburguesas.

Jules: ¡Hamburguesas! ¡La piedra angular de todo nutritivo desayuno! ¿Qué clase de hamburguesas?

Brett: Ham... hamburguesas con queso.

Jules: No, no, no, no. ¿De dónde son? ¿De McDonalds? ¿Wendy's? ¿Burger King? ¿De dónde?

Brett: Eh... la Gran Hamburguesa Cajuna.

Jules: ¡La Gran Hamburguesa Cajuna! Esa hamburguesería es hawaiana. He oído que hacen unas hamburguesas muy sabrosas. Hasta ahora no he probado ninguna. ¿Cómo están?

Brett: Están... están buenas.

Jules: ¿Te importa que pruebe una de las tuyas? Esa de ahí es tuya, ¿verdad?

Brett: Sí.

Jules: ¡Mmm! Es cierto, sí que es sabrosa. ¡Vincent! ¿Has probado una Gran Hamburguesa Cajuna? ¿Quieres un poco? Son muy sabrosas.

Vincent: No tengo hambre.

Jules: Bueno, si te gustan las hamburguesas pruébalas algún día. Yo, normalmente, no puedo comerlas porque mi novia es vegetariana, lo cual, prácticamente, me convierte en vegetariano. ¡Pero me encanta el sabor de una buena hamburguesa!

Jules Winnfield (Samuel L. Jackson), Brett (Frank Whaley) y Vincent Vega (John Travolta) en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).

De modo que las decisiones alimentarias en comunidades tradicionales no se rigen exclusivamente por la palatabilidad o las preferencias culturales, sino también por el conocimiento empírico de las propiedades nutricionales de los alimentos disponibles o, como para Jules, el hecho de tener una novia vegetariana. Ya más en serio, pueblos indígenas de América, África o Asia seleccionan especies vegetales o animales con base en su capacidad para “fortalecer el cuerpo”, “dar calor” o “prevenir enfermedades”.

Varios ejemplos de cambios dietéticos dirigidos han demostrado resultados positivos a partir del resurgimiento cultural y la reintroducción de alimentos tradicionales. En Hawái, se empleó una dieta tradicional para reducir la obesidad y el riesgo cardiovascular. En Micronesia, se utilizaron productos alimenticios tradicionales para promover cambios positivos en la dieta; entre los Nuxalk, un programa de promoción de alimentos tradicionales logró aumentar con éxito el consumo de pescado y plantas autóctonas. O’Dea demostró que un retorno temporal a la dieta y al estilo de vida tradicional mejoró el metabolismo de los carbohidratos y los lípidos en personas indígenas australianas con diabetes. 

Muchos indígenas que migran a zonas urbanas suelen regresar periódicamente a sus territorios de origen, recolectar y conservar sus alimentos tradicionales, y llevarlos de vuelta consigo a la ciudad

[...] 

Para los pueblos indígenas, la protección de los sistemas alimentarios tradicionales aportará numerosos beneficios culturales; estos esfuerzos también pueden prevenir la aparición de los patrones de enfermedades crónicas asociados al avance del desarrollo económico. 

H.V. Kuhnlein y O. Receveur. Dietary change and traditional food systems of Indigenous peoples. Annual Review of Nutrition, 16 (1), 417–442 (1996).

Y no seamos blancocéntricos. En las comunidades rurales de cualquier país supuestamente avanzado también se hace.

Aunque estos criterios de elección de alimentos se expresan en términos culturales, muchas veces reflejan una comprensión profunda de la calidad nutricional del alimento, adquirida a través de generaciones de observación y experimentación.


En la penumbra cálida de una casa rural, un hombre permanece sentado ante la mesa como si el tiempo se hubiera detenido. Su camisa verde claro, ligeramente arrugada, contrasta con la luz dorada que se filtra por la ventana, iluminando los contornos de su rostro pensativo. Frente a él, un plato a medio comer y una jarra de cerámica sugieren una rutina interrumpida. Las sombras de las hierbas secas colgadas y el mobiliario de madera envejecida envuelven la escena en una atmósfera de memoria y presagio. No hay palabras, pero su expresión lo dice todo: algo ha cambiado, o está a punto de hacerlo.
Al panadero Simón Corona (Alfonso Herrera) le quita el hambre la melancolía en un fotograma de Las Muertas (Luis Estrada, 2025).


Sistemas alimentarios y ecología local

Comemos lo que podemos

Desde una perspectiva ecológica, la relación entre la nutrición y la elección alimentaria está mediada por el ecosistema. Las poblaciones humanas han desarrollado sus dietas a partir de los recursos disponibles en su entorno, de manera que existe una coevolución entre sistemas alimentarios y biodiversidad local. Por ejemplo, en regiones con climas fríos y poca disponibilidad de vegetales frescos, las dietas tradicionales incluyen alimentos fermentados, deshidratados o ahumados, que permiten conservar nutrientes esenciales durante largos períodos. En zonas tropicales, en cambio, se ha favorecido una dieta rica en frutas, raíces y hojas, muchas veces complementada con proteínas de insectos o peces de río.

También existe un creciente reconocimiento de la necesidad de adaptar las intervenciones nutricionales y de salud a la diversidad de necesidades de individuos y comunidades. Dada la enorme diversidad dentro de la comunidad humana, necesitamos darnos cuenta de que los requerimientos individuales de alimentos no son homogéneos. 

Á. Toledoy B. Burlingame. Biodiversity and nutrition: A common path toward global food security and sustainable development. Journal of Food Composition and Analysis, 19 (6-7), 477–483 (2006).

La industria nos lo dio...

Esta lógica de aprovechamiento del entorno ha sido alterada radicalmente por la industrialización de la agricultura y la globalización alimentaria. Hoy día, las decisiones sobre qué comer están cada vez más desligadas del contexto ecológico local y del conocimiento tradicional sobre los alimentos.


Una canasta de mimbre y tela contiene varios aguacates verdes, colocada sobre césped verde.
El cultivo del aguacate, especialmente fuera de la zona donde se produce naturalmente, puede originar contaminación y agotamiento de los recursos hídricos. Luis F/Flickr.


La globalización de la industria alimentaria permite acceder a una gran variedad de productos durante todo el año, sin depender de las estaciones ni de la producción local. Gracias a las cadenas de suministro internacionales y a las tecnologías de conservación y transporte, es posible consumir frutas tropicales en invierno o productos típicos de otras regiones del mundo. Esto amplía las opciones alimentarias, facilita una dieta más diversa y satisface las demandas de un mercado cada vez más global y exigente.

...la industria nos lo quitó

Sin embargo, este modelo también tiene importantes costes sociales y ecológicos. El transporte de alimentos a largas distancias consume energía y contamina. Además, se fomenta la producción intensiva en ciertos países, lo que puede provocar sobreexplotación de recursos, pérdida de biodiversidad y condiciones laborales precarias. La dependencia de productos importados también debilita las economías agrícolas locales y puede afectar la seguridad alimentaria en regiones vulnerables.


Escena callejera concurrida frente a un restaurante McDonald's en China, con un letrero rojo que muestra el logo de McDonald's y texto en chino. El letrero indica que la ubicación está en el nivel B1, sugiriendo que está en el sótano. La calle está llena de personas y el edificio presenta elementos arquitectónicos tradicionales chinos, mostrando una mezcla interesante entre la cultura de comida rápida occidental y el diseño local.
Establecimiento de McDonalds en Shanghai (China). _chrisUK/Flickr.


La producción intensiva y el comercio a gran escala permiten consumir productos fuera de temporada o ajenos al ecosistema inmediato, lo que conlleva una pérdida de diversidad alimentaria y nutricional. Este fenómeno no solo afecta la salud humana, sino que también compromete la sostenibilidad de los ecosistemas, al favorecer monocultivos y sistemas de producción altamente dependientes de insumos externos, como fertilizantes, pesticidas, herbicidas y energía.


Persona con bata blanca tomando la presión arterial a un adulto mayor sentado en una silla. En la mesa hay un dispositivo médico, un bolígrafo azul y otros objetos. Al fondo, una estantería con libros y un cartel con palabras motivacionales en español.
La hipertensión puede estar causada o coadyuvada por alimentos ultraprocesados. Banc d'Imatges Infermeres/Flickr.


Modernidad alimentaria y pérdida de calidad nutricional

El peligro de la apariencia

El carácter nutricional de los alimentos ha sido desplazado en muchos casos por factores como el aspecto visual, el sabor intensificado por aditivos o el tiempo de conservación. Sin embargo, múltiples estudios indican que la pérdida de calidad nutricional es una de las principales causas del aumento de enfermedades metabólicas como la obesidad, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares. Esta situación es especialmente preocupante en comunidades que han pasado rápidamente de una dieta tradicional a una dieta “moderna”, con alta carga calórica pero baja densidad de micronutrientes.

En el último medio siglo, se han producido grandes cambios en la alimentación y la bebida, la incidencia del desequilibrio energético, el sobrepeso y la obesidad, y la amplia gama de otros problemas cardiometabólicos relacionados con la nutrición. Desafortunadamente, no disponemos de datos que documenten con precisión cómo se comparan estos cambios con otros a lo largo de la evolución humana. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, como personas preocupadas por lograr una dieta saludable y una composición corporal más sana, parece que muchos cambios adversos se han acelerado en las últimas décadas en todo el mundo. Esto no significa que todos los cambios ocurridos se perciban como perjudiciales. En cambio, las mejoras en la comodidad y la seguridad alimentaria, las dietas cada vez más ricas en grasas, dulces y saladas, y las nuevas e interesantes bebidas con sabores exquisitos aportan numerosos beneficios. Sin embargo, es fundamental evolucionar hacia una dieta más saludable y, en muchos casos, una dieta menos procesada con alimentos más nutritivos y saludables. Para prevenir problemas futuros y atender a quienes padecen enfermedades no transmisibles relacionadas con la nutrición, ya sea obesidad, diabetes, cáncer u otras, es imperativo mejorar los hábitos alimentarios en todo el mundo. Centrarse en los tratamientos médicos, la reducción del tabaquismo y la regulación del sodio en la dieta no detendrá la creciente epidemia de obesidad ni muchos otros problemas cardiometabólicos, ni todas las consecuencias económicas, sanitarias y de otro tipo que enfrentan los países de ingresos bajos y medios, en particular. Una acción eficaz requiere programas y políticas basados ​​en la evidencia y cuidadosamente evaluados.

B.M. Popkin, L.S. Adair, y S.W. Ng. Global nutrition transition and the pandemic of obesity. Nutrition Reviews, 70 (1), 3–21 (2012).

 

Mujer de pie en un pasillo de supermercado, observando una estantería llena de jugos y bebidas de diversas marcas.
Alimentos ultraprocesados, envasados y dispuestos para su venta en un supermercado. Wholohwhy/Flickr.

Alimentos sin historia: la desconexión cultural en la era de lo ultraprocesado

Desde una perspectiva antropológica, la transformación de la industria alimentaria en las últimas décadas implica una ruptura no solo con el ecosistema, sino también con los significados culturales que tradicionalmente se atribuían a la comida. Los alimentos ultraprocesados, por ejemplo, con frecuencia carecen de “biografía” cultural y ecológica: no provienen de un entorno natural ni están vinculados a prácticas sociales o rituales significativas. Esto empobrece la alimentación y desconecta a las personas de las fuentes reales de su nutrición.


En uno de los momentos más memorables de Un día de furia (Falling Down, 1993), William Foster —ese hombre de camisa blanca y corbata que parece estar al borde del colapso— entra en un restaurante de comida rápida buscando algo tan simple como una hamburguesa. Lo que recibe, sin embargo, es una bofetada visual: un producto aplastado, triste, muy lejos de la imagen jugosa y perfecta que brilla en el menú sobre su cabeza. Su mirada lo dice todo. No es solo decepción, es una mezcla de incredulidad y hartazgo. Esa hamburguesa, tan distinta de la promesa publicitaria, se convierte en el detonante de una crítica feroz. Foster no está enfadado solo por la comida: está enfadado por lo que representa. Por un sistema que maquilla la realidad, que vende ilusiones empaquetadas, que convierte lo cotidiano en una experiencia frustrante. La escena, aunque rodada hace más de tres décadas, sigue resonando con fuerza. Hoy, en medio de debates sobre salud pública, sostenibilidad y cultura alimentaria, esa hamburguesa deslucida es mucho más que un mal almuerzo. Es el símbolo de un modelo que antepone la rapidez a la calidad, la apariencia a la autenticidad, y el consumo compulsivo a la nutrición consciente.
William Foster no está muy contento con los alimentos ultraprocesados en Un día de furia (Joel Schumacherr, 1983). La escena, aunque rodada hace más de tres décadas, sigue resonando con fuerza. Hoy, en medio de debates sobre salud pública, sostenibilidad y cultura alimentaria, esa hamburguesa deslucida es mucho más que un mal almuerzo. Es el símbolo de un modelo que antepone la rapidez a la calidad, la apariencia a la autenticidad, y el consumo compulsivo a la nutrición consciente.


William: He cambiado de opinión. Voy a almorzar un poco. Comeré una Wham-hamburguesa doble con queso. ¿Entendido?

Rick: Sí, señor.

William: Y una ración de Wham-patatas. Y... vamos a ver... y un Wham-batido de chocolate.

 Rick: Sí, señor. Sheila, sirve el pedido.

Rick: William: ¿Quieres servírmelo tú, Rick? Ahora me siento más cómodo llamándote Rick después de lo que hemos pasado juntos.

[...]

William: Ah, aquí lo tenemos... ¿Ves? ¡A esto me refería! Da media vuelta, mira esa. Es grande, es jugosa, de tres centímetros de grosor. Y esta... mira esta triste, miserable y aplastada cosa. ¿Alguien puede decirme dónde está el fallo de esa fotografía? ¿Nadie? ¿Nadie lo sabe?

William 'D-Fens' Foster (Michael Douglas) y Rick (Brent Hinkley) en Un día de furia (Joel Schumacher, 1983).

La necesidad de recuperar el valor nutricional en la alimentación

Frente a esta desconexión, diversas iniciativas buscan revalorizar el carácter nutricional de los alimentos mediante enfoques integrados que consideran tanto la salud humana como la salud del planeta. La agroecología, la soberanía alimentaria y la nutrición sostenible son propuestas que promueven sistemas alimentarios basados en la biodiversidad, el conocimiento tradicional y el equilibrio ecológico (FAO, 2019). Estas perspectivas reconocen que la elección de alimentos nutritivos no es solo una cuestión individual, sino una decisión profundamente política, cultural y ecológica.


En este fotograma de Superman (2025), vemos una escena íntima y profundamente humana: Clark Kent, aún sin capa ni vuelo, comparte un momento tranquilo con su padre adoptivo en el porche de la casa familiar. Ambos están sentados en bancos de madera, rodeados de macetas y flores, con la luz suave de la mañana envolviendo la escena. Clark, descalzo y con gesto pensativo, sostiene un plato mientras su padre lo observa con serenidad. La casa amarilla, de fachada sencilla y detalles rurales, refuerza el ambiente de hogar, de raíces, de aquello que permanece cuando todo lo demás cambia. Esta escena no muestra acción ni poderes, sino algo más poderoso: el vínculo entre generaciones, la transmisión de valores, y el refugio emocional que representa el hogar. Aunque no vemos explícitamente el desayuno, la atmósfera sugiere ese momento cotidiano en el que el cuerpo y el alma se reponen. En la narrativa de Superman, el desayuno casero —hecho con ingredientes sencillos, preparados con cariño— simboliza mucho más que nutrición.
Superman (David Corenswet) recupera fuerzas desayunando junto a su padre adoptivo, Jonathan Kent (Pruitt Taylor Vince) en Superman (James Gunn, 2025). Aunque no vemos explícitamente el desayuno, la atmósfera sugiere ese momento cotidiano en el que el cuerpo y el alma se reponen. En la narrativa de Superman, el desayuno casero -hecho con ingredientes sencillos, preparados con cariño- simboliza mucho más que nutrición.


En este sentido, promover dietas que respeten la diversidad biocultural de los territorios puede ser una vía para mejorar la salud de las personas y, al mismo tiempo, fortalecer los ecosistemas. Retomar el vínculo entre alimentación, nutrición y territorio implica también cuestionar el modelo alimentario dominante y abrir espacios para formas alternativas de producir, consumir y valorar los alimentos.


Interior de una tienda de frutas y verduras con una gran variedad de productos frescos. Varias personas están comprando y el mostrador está lleno de frutas como plátanos, naranjas, manzanas, kiwis y más. El ambiente es colorido y vibrante, mostrando la abundancia y diversidad de los productos disponibles.
Comercio tradicional de frutas y verduras. Pere Papasseit/Flickr.


Resumen

  1. La elección de alimentos está influida por su valor nutricional, pero también por factores culturales, sociales y ecológicos.
  2. Los alimentos preferidos suelen aportar más energía y nutrientes que los evitados.
  3. Las culturas tradicionales valoran los alimentos no solo por el sabor, sino por sus beneficios para la salud.
  4. La historia y simbolismo de los alimentos, como las lentejas en El Quijote, forman parte del patrimonio alimentario.
  5. La evolución de la dieta humana estuvo marcada por adaptaciones ecológicas y mejoras en la calidad nutricional.
  6. La industrialización ha desconectado la alimentación de su contexto cultural y ecológico.
  7. Los ultraprocesados, aunque sabrosos y accesibles, suelen carecer de valor nutricional y conexión cultural.
  8. Las dietas modernas han contribuido al aumento de enfermedades como la obesidad y la diabetes.
  9. Diversas comunidades han mejorado su salud al recuperar alimentos y prácticas tradicionales.
  10. Promover la biodiversidad alimentaria y la soberanía alimentaria puede mejorar la salud y la sostenibilidad.

Preguntas para pensar un poco

¿Conoces la "biografía" cultural y ecológica de lo que comiste ayer?

¿Por qué Don Quijote preferiría sardinas y pan a las hierbas medicinales de Dioscórides?

¿Cuál era el truco de Clemenza para que le quedasen bien las albóndigas con tomate?

¿Dónde crees que podrías observar hoy en día comunidades que aún basan sus decisiones alimentarias en el "fortalecimiento del cuerpo" o la "prevención de enfermedades" con alimentos tradicionales?

¿Qué tipo de experimentos domésticos podrías hacer para entender la conservación de alimentos en climas fríos, como la fermentación o el ahumado? ¿Sabrías preparar un steak tartar?

Si la globalización nos permite comer frutas tropicales en invierno, ¿qué impacto crees que tiene esto en el ecosistema local de donde provienen esas frutas?

¿Crees que la comida "sin historia" de los ultraprocesados afecta nuestra relación cultural con los alimentos? ¿Por qué?

¿Cómo puedes identificar un alimento que ha perdido calidad nutricional a pesar de su buen aspecto?

¿Qué es la "soberanía alimentaria"? ¿Tienes tú tu propia "soberanía alimentaria"?


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