Desertificación y seguridad alimentaria

El calentamiento global acelera la aridificación y la desertificación de los suelos, especialmente en regiones vulnerables como el Mediterráneo y España. La combinación de altas temperaturas, sequías prolongadas, erosión hídrica y sobreexplotación agrícola reduce la fertilidad del suelo, amenaza la biodiversidad y compromete la seguridad alimentaria. La desertificación no es solo un fenómeno ambiental, sino un problema social y económico que incrementa la pobreza, los conflictos y la migración forzada. La gestión sostenible del suelo, la selección de cultivos adaptados y la reducción de emisiones son claves para frenar este proceso.


 Antonio Jordán López

Desertificación y seguridad alimentaria: un vínculo inquietante

Suelos cada vez más secos: la puerta a la desertificación

El calentamiento global no solo afecta a la atmósfera, sino que produce una serie de impactos muy grandes en el suelo. La combinación de temperaturas más altas, olas de calor más intensas y recurrentes y precipitaciones más escasas está acelerando la expansión de las zonas áridas.

 El cambio climático explicado a un golden retriever (1)

 El cambio climático explicado a un golden retriever (2)


Imagen de tres trabajadores en Mali participando en un proyecto de lucha contra la desertificación. Dos personas cargan grandes piedras sobre sus cabezas mientras caminan por un terreno seco de color rojizo, bajo un cielo nublado. Una tercera persona observa o se prepara para levantar una piedra. Al fondo, se ve una fila de piedras alineadas en el suelo, posiblemente delimitando una zona de trabajo o formando parte de una estructura. El paisaje muestra vegetación escasa y árboles dispersos, lo que indica un entorno rural y semiárido. La escena refleja esfuerzo físico, colaboración comunitaria y acciones concretas para restaurar el suelo y frenar la degradación ambiental.
Lucha contra la desertificación del suelo en Mopti (Mali). AECID/Flickr.


La aridez avanza

Según la ONU, en los últimos 30 años, las zonas áridas y semiáridas han crecido en cuatro millones de km² a lo largo de todo el planeta. 

La desertificación se define como la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas que ocurre debido a variaciones climáticas y actividades humanas. Aunque los pastizales, bosques y tierras de cultivo en los márgenes de los desiertos y zonas áridas tienen un mayor riesgo de desertificación, sigue considerándose una amenaza global compleja, de gran escala, de alcance y a largo plazo. Los principales factores humanos que impulsan la desertificación, junto con el cambio climático, son la expansión de tierras agrícolas y de pastoreo, así como la sobreexplotación de los recursos del suelo y del agua.

Se prevé que la desertificación aumente en todo el mundo debido al cambio climático, al mismo tiempo que acelera el calentamiento global mediante mayores emisiones. Los riesgos asociados incluyen la disminución de la producción de alimentos, la pérdida de biodiversidad tanto superficial como subterránea, y la invasión de especies vegetales exóticas. En conjunto, estos factores tienden a aumentar la pobreza y reducir la resiliencia de los sistemas áridos afectados, lo que resulta en inseguridad alimentaria y de agua, una mayor carga de enfermedades y, potencialmente, un aumento de los conflictos por recursos y la migración forzada. La restauración de tierras y la gestión sostenible de cultivos y pastizales, mediante prácticas tradicionales o agroecológicas, suelen ser los métodos más rentables para detener o incluso revertir las tendencias de desertificación

United Nations Convention to Combat Desertification (2022). The Global Land Outlook,  second edition. UNCCD.



La degradación del suelo

La degradación del suelo por erosión, aunque actúa junto a otros factores, es la causa más importante de desertificación.

En la degradación de los suelos la erosión hídrica es un proceso relevante ya que reduce la cantidad y la calidad del suelo. La erosión actúa en la parte superficial del perfil edáfico, allí donde más nutrientes y materia orgánica se acumulan, con lo que las partículas minerales y orgánicas son fácilmente arrastradas. Así, la degradación de los suelos forma parte de un proceso de alteración y antropización de los ecosistemas terrestres que afecta a las aguas, la biota, las geoformas y a las sociedades humanas denominado degradación de la tierra (land degradation). Este es un concepto que cuando se aplica a las tierras áridas y semiáridas se conoce como desertificación.

Artemi Cerdà (2008). Erosión y degradación del suelo agrícola en España. Prefacio. Universitat de València, Cátedra Divulgación de la Ciencia.

A pesar de esto, la desertificación, como tal, es difícil de definir. Y eso es bueno, porque lo divertido en ciencia son las preguntas, no las respuestas:

Que existan más de cien definiciones de desertificación significa, al menos, dos cosas: ninguna es la correcta y el problema es complejo. Si atendemos a la más aceptada, la de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), corroboraremos dicha complejidad y atisbaremos algunas de las ambigüedades asociadas históricamente a este concepto. Según esta definición, la desertificación es “la degradación de las tierras áridas, semiáridas y subhúmedo secas como consecuencia de las variaciones climáticas y las actividades humanas”.

De entrada, no figuran las zonas hiperáridas. ¿Es que no pueden degradarse? Dicho de otro modo, ¿puede desertificarse un desierto? La respuesta es que sí, debido al desarrollo científico-técnico que ha posibilitado la explotación de las inmensas reservas de agua subterránea que albergan estos inhóspitos parajes, dando lugar a episodios de sobreexplotación y, por tanto, de degradación.

En efecto, como la propia CNULD explica, por “tierra” se entiende el sistema bioproductivo terrestre que comprende el suelo, la vegetación, otros componentes de la biota y los procesos ecológicos e hidrológicos que se desarrollan dentro del sistema. Esta aclaración es muy relevante porque muchas veces se asocia tierra a suelo, equiparando desertificación con procesos de erosión. Por tanto, la degradación de las aguas subterráneas, su agotamiento y contaminación, cuando ocurre en las zonas áridas, es desertificación.

Jaime Martínez , Elsa Varela, Emilio Guirado, Fernando T. Maeste, Jorge Olcina y Manuel Esteban Lucas-Borja (2024). ¿Sabemos realmente qué zonas del planeta se están desertificando? The Conversation. DOI: 10.64628/AAO.nqnshhwwu.

La desertificación en España

La cuenca mediterránea, y en particular España, es uno de los puntos más afectados.

La Península Ibérica presenta condiciones naturales y culturales que favorecen la degradación y erosión de los suelos. El abrupto relieve, roquedos friables, suelos pobres fruto de un clima con escasa.s precipitaciones, sequías estivales anuales, sequías extraordinarias recu-rrentes y lluvias torrenciales son algunas de las caracteristicas que potencian suelos degradados y erosionados. Pero es sin duda la ancestral explotación de los suelos por el hombre la razón de su estado actual. 6000 años de agricultura, deforestación, laboreo, carboneo y pastoreo han propiciado suelos con escasa materia orgánica, poco profundos y de reducida porosidad. Si en los suelos forestales esta evidencia de la degradación fruto del uso antrópico del territorio ha favorecido una alteración evidente, en el caso de los suelos agrícolas la degradación ha dado lugar a suelos extremadamente pobres en materia orgánica que mantienen su fertilidad mediante la agricultura química, si bien de forma no sostenible.

Artemi Cerdà (2008). Erosión y degradación del suelo agrícola en España. Prefacio. Universitat de València, Cátedra Divulgación de la Ciencia.

La desertificación como resultado del calentamiento global

Por otra parte, existe un consenso científico en que el problema de la desertificación cada vez es más grave como consecuencia del calentamiento global. 

El año 2024 ha sido, a nivel global, un punto de inflexión en la evolución del cambio climático. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), ha sido el año más cálido desde que existen registros, con una temperatura media global que superó por primera vez el umbral simbólico de +1,5 °C respecto a los niveles preindustriales (1850-1900). Aunque esta superación en un único año no implica el incumplimiento del Acuerdo de París, que hace referencia a medias multidecadales, sí representa una señal de alerta que pone de manifiesto los crecientes riesgos a los que se enfrentan las sociedades y los ecosistemas. El calentamiento de los océanos, la subida del nivel del mar, la fusión acelerada de la criosfera y el incremento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos son algunas de las manifestaciones más preocupantes de esta nueva fase del cambio climático.

Europa, y especialmente su mitad sur, ha sido una de las regiones más afectadas por estos cambios. El continente europeo se está calentando al doble de velocidad que la media global, con especial incidencia en la cuenca mediterránea, identificada como un punto caliente climático. En 2024 se han registrado nuevos máximos en temperatura media anual, frecuencia de noches tropicales y episodios de estrés térmico. Las sequías prolongadas, las olas de calor marinas y los eventos de precipitación extrema han dejado impactos significativos sobre la salud, la agricultura, la disponibilidad de recursos hídricos y la integridad del medio natural. En este contexto, los informes internacionales han hecho hincapié en la necesidad de reforzar los sistemas de alerta temprana, las infraestructuras resilientes y los servicios climáticos operativos como herramientas clave de adaptación.

AEMET (2025). Informe sobre el estado del clima de España. 2024. Agencia Estatal de Meteorología, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. DOI: 10.31978/666-25-002-1.2024.

Aridez y desertificación

Aunque la aridez se define en función de la precipitación (baja precipitación promedio o baja disponibilidad de agua), su principal impacto sobre los ecosistemas se debe a la incapacidad del suelo para retener una cantidad de agua suficiente para satisfacer las necesidades de la vegetación. Esto puede ocurrir bien cuando la precipitación es escasa o cuando la evapotranspiración potencial es más alta que la precipitación (suponiendo que haya suficiente cantidad de agua, la evapotranspiración potencial es la suma de la máxima cantidad de agua que puede perder el suelo mediante evaporación y la máxima cantidad de agua que puede perderse por transpiración a través de la superficie de las plantas).

Las regiones áridas y semiáridas se distinguen por sus valores de precipitación anual e incluyen: (i) desiertos con una precipitación total anual de menor de 50 mm, encantándose desprovistos de vegetación; (ii) regiones áridas con una precipitación de 50- 250 mm/año, por lo que la cobertura vegetal resulta ser muy escasa, y (iii) regiones semiáridas con una precipitación total de 250-500 mm/año y vegetación tipo estepa/sabana/pradera/pampa. La mayoría de los desiertos y regiones semiáridas se ubican entre los 10 º y 35 º de latitud (por ejemplo, los desiertos del Sahara y Kalahari), en los espacios geográficos interiores de los continentes (ejemplo, Australia y el Desierto de Gobi). Grandes partes de la tundra ártica también reciben una precipitación inferior a los 250 mm/año, por lo que son considerados ambientes áridos. 

Juan J. Ibáñez (2014). Paisajes desérticos, áridos y semiáridos (fisiografía y suelos). Un Universo invisible bajo nuestros pies. Consultado el 15/09/2025.

También puede aparecer un paisaje árido cuando el agua se pierde por otras vías aparte de la evapotranspiración. En la imagen siguiente se puede ver un área cercana a Perth (Australia), donde trabajé. En Perth, la precipitación media anual es de 724 mm (para el período de referencia de 1993-2020). En Sevilla, para un período de referencia similar (1992-2020), la precipitación media anual es de 502 mm, un 30% menos. Sin embargo, el suelo arenoso que se ve en la imagen filtra el agua muy rápidamente, que deja de estar disponible para las plantas y origina ese paisaje árido. Paisaje árido no significa desertizado, como hemos visto, pero sí es vulnerable a la desertización, como ocurrió en la zona mostrada en la foto tras el impacto de actividades industriales.


Dos investigadores con cascos blancos y chalecos reflectantes inspeccionan una parcela de restauración de suelos situada en un terreno arenoso y árido, con vegetación escasa y dunas al fondo, cerca de Perth (Australia Occidental).
José A. González-Pérez (Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, España) y Jason Stevens (Kings Park and Botanic Garden, Perth, WA, Australia) en una parcela de restauración de suelos en el Área de Restauración de Banksia en la Cantera Rocla Gaskell Avenue, WA (Australia). Antonio Jordán/Imaggeo.


Cuando, en una zona concreta, las lluvias son tan escasas o la evapotranspiración potencial es tan alta que el suelo no puede aportar suficiente humedad a las plantas, esa zona se vuelve susceptible a la  desertificación. Este proceso implica una pérdida irreversible de fertilidad a escala humana, lo que significa que los suelos dejan de ser aptos para la agricultura.

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Distribución de las zonas áridas del mundo según su categoría de aridez.
Distribución de las zonas áridas del mundo según su categoría de aridez. UNEP-WCM.


El riesgo de desertificación en España

Aunque el problema es grave a escala global, en Europa, el riesgo no es bajo:

Las amenazas al suelo en la región europea son complejas y, aunque están distribuidas de manera desigual en el territorio, tienen una dimensión continental y suelen estar interconectadas. Si no se gestionan adecuadamente, estas amenazas provocarán la degradación del suelo, y se perderá su capacidad para desempeñar funciones vitales dentro del ecosistema. Cuando varias amenazas ocurren simultáneamente, su efecto combinado tiende a agravar la degradación del suelo.

Es probable que el cambio climático afecte la calidad del suelo y provoque la degradación de la tierra mediante alteraciones en el contenido de humedad del suelo. Por ejemplo, en gran parte de Europa central y septentrional, la evapotranspiración ha aumentado aproximadamente 0,3 mm por día, lo que podría agotar las reservas de agua del suelo -normalmente suficientes- y limitar el crecimiento de las plantas. Las sequías más frecuentes y severas pueden reducir la cobertura vegetal, lo que daría lugar al inicio de procesos de erosión y desertificación.

FAO-ITPS (2015). Status of the World’s Soil Resources (SWSR) – Main Report. Food and Agriculture Organization of the United Nations and Intergovernmental Technical Panel on Soils. Roma.


Mapa de aridez de España.
Mapa de aridez de España. MITECO.


Como se puede ver en el mapa anterior, prácticamente tres cuartas partes del territorio español ya caen dentro de alguna categoría entre subhúmedo seco e hiperárido. El gráfico siguiente muestra cómo el clima árido se ha extendido en España a razón de 1.500 km² por año desde 1950. El crecimiento se concentra principalmente entre 1990 y 2010, mientras que la extensión de este clima se ha mantenido prácticamente constante en los periodos anteriores y posteriores

Y si la tendencia continúa, el país pasará de tener un clima mediterráneo a uno estepario en menos de tres décadas.



Degradación del suelo: el enemigo silencioso

La degradación del suelo es uno de los efectos más graves de la aridificación. Mientras la vegetación retrocede poco a poco por la escasez de agua, el suelo va quedando expuesto a la erosión. En 2022 en España, según el Inventario Nacional de Erosión de Suelos, más de 50 millones de hectáreas de suelo se encuentran afectadas por la erosión. De ésta superficie, más de dos millones y medio de hectáreas muestran tasas de pérdida de suelo superiores a 100 toneladas por hectárea y año.




Sin embargo, la erosión es un proceso natural sin el cual no existirían los paisajes que conocemos ni, probablemente, la vida en el planeta. En los sistemas en equilibrio con las condiciones ambientales, la tasa de formación de suelo es igual a la tasa de pérdida de suelo, de modo que el suelo y el ecosistema se mantienen saludables. Cuando una alteración (antrópica o no) desplaza ese equilibrio, es cuando la tasa de pérdida de suelo puede superar a la tasa de formación.


El piloto del módulo lunar, Jim Irwin, se aleja del Vehículo Lunar Rodante (LRV) durante la tercera actividad extravehicular (EVA) en la superficie lunar de la misión Apollo 15, en el sitio de aterrizaje Hadley-Apennine. El LRV está estacionado a poca distancia del borde del canal Hadley. La pared lejana del canal se distingue a lo lejos, en el extremo superior izquierdo. Irwin sostiene la cámara Hasselblad de 500 mm en su mano izquierda. Esta fotografía fue tomada por el comandante de la misión, el astronauta Dave Scott. Sin atmósfera ni erosión, cada huella y cada piedra podrían permanecer intactas durante milenios, en este entorno muerto donde nada nace, nada cambia y nada muere.
En la Luna no hay erosión. Nasa Marshall Photo Archive/Flickr.


El Programa Nacional de Lucha contra la Desertificación avanza unas cifras inquietantes:

Por otro lado, la evaluación del riesgo de erosión depende no sólo de la cuantía de las pérdidas de suelo sino de la tolerancia del suelo a esas pérdidas. Los datos del INES [Inventario Nacional de Erosión de Suelos] señalan que en el 42 % de la superficie las pérdidas son superiores a las 5 t/ha·año, un valor por encima de las pérdidas máximas tolerables que en nuestro país se sitúan en torno a 2-3 t/ha·año.

Además de la tasa de formación de suelo, la tolerancia del suelo depende en gran medida de la profundidad de suelo fértil. El INES ha desarrollado una metodología para una clasificación cualitativa de la erosión en función de la fragilidad del suelo, definida, entre otros, en función de la profundidad media del horizonte orgánico superficial. De acuerdo con dicha metodología, en el 22 % del territorio nacional la gravedad de los procesos de erosión se puede considerar nula o muy leve, en cerca de la mitad de los suelos la erosión sería leve o moderada (47 %), y en más de la cuarta parte (28 %) de la superficie nacional los procesos de erosión se pueden calificar de graves o muy graves, siendo destacable que casi en el 20 % se considera que la erosión es muy grave. 

MITECO (2022). Estrategia nacional de lucha contra la desertificación. Programa de Acción Nacional contra la desertificación. Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Consultado el 15/09/2025.


Proceso de erosión hídrica en una ladera agrícola del sur de Cádiz, evidenciado por una cárcava activa que canaliza el flujo superficial del agua. La escena ilustra la pérdida de suelo fértil y los efectos del drenaje natural en terrenos inclinados, con implicaciones para la gestión ambiental y la conservación del paisaje rural.
Cárcava producida por erosión hídrica en una ladera arcillosa del Campo de Gibraltar (Cádiz). Antonio Jordán/Imaggeo.


La erosión en los suelos agrícolas

La ONU considera la aridez como el principal causante de la degradación de los sistemas agrícolas. En países como España, donde gran parte del territorio está dedicado a la agricultura, el impacto es especialmente grave. Las particularidades climáticas, geográficas y socioeconómicas del país lo convierten en un caso de estudio sobre cómo el cambio climático puede transformar una economía agrícola en una zona de riesgo alimentario.


aisaje severamente erosionado en la cuenca del río Tana, al sureste de Kenya. El terreno muestra profundas cárcavas y canales formados por la escorrentía, con vegetación dispersa y suelos desnudos. Esta degradación del suelo afecta la calidad del agua y los medios de vida de las comunidades que dependen del río aguas abajo.
Suelos erosionados en la cuenca del Río Tana (Kenya). Alliance of Biodiversity International and CIAT/Flickr.


En España, la pérdida media de suelo en las zonas zonas cultivadas está en torno a las 30 toneladas por hectárea y año, mientras que, en los suelos forestales, este valor baja hasta unas 10 toneladas por hectárea y año.

La agricultura y la conservación del suelo mantienen una relación "contraintuitiva" desde tiempos ancestrales, señala el investigador del Instituto de Agricultura Sostenible del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Alfonso Gómez, ya que labrar, quitar las malas hierbas y mantener sana una tierra de cultivo supone, a su vez, quitarle protecciones ante la erosión.

La labor agrícola acelerara la descomposición de la materia orgánica de los suelos y los despoja de su cubierta vegetal, por lo que las tierras quedan más frágiles y expuestas a los efectos erosivos del agua y el viento, comenta Gómez a Efeagro.

"El suelo se forma de manera natural a una tasa muy, muy lenta, de menos de una décima o una centésima de milímetro al año, y en el momento que la erosión comienza a ser acelerada se va perdiendo más suelo del que se genera, por lo que a medio o largo plazo se pierde mucha capacidad productiva", explica el experto del CSIC José Alfonso Gómez

La paradoja es que el suelo de una explotación agrícola puede estar degradándose durante décadas o cientos de años y, sin embargo, que su producción mejore gracias a las técnicas de la agricultura, que introduce nuevos fertilizantes y otros procedimientos que "enmascaran" la pérdida de suelo, continúa Gómez.

La pérdida de suelo agrícola triplica a la forestal en España. Plataforma Tierra (28/10/2022). Consultado el 15/09/2025.


Campo cultivado en la provincia de Cádiz, Andalucía, con vegetación verde y un reguero formado por la erosión hídrica que atraviesa la superficie. El canal de erosión expone el suelo desnudo, indicando pérdida de capa fértil por escorrentía. La vegetación circundante muestra diferencias en densidad, reflejando el impacto de la degradación del suelo sobre la productividad agrícola.
La erosión en regueros es una forma de erosión del suelo caracterizada por el desarrollo de canales poco profundos sobre la superficie del suelo, como en esta fotografía de un campo cultivado cerca de Arcos de la Frontera (Cádiz). Antonio Jordán/Imaggeo.


Esta pérdida no solo reduce la capacidad de producir alimentos, sino que también aumenta la vulnerabilidad de los cultivos a plagas y enfermedades, además de desencadenar una serie de procesos graves tanto ecológicos, como sociales. La inseguridad alimentaria no es solo una cuestión de producción, sino de distribución, acceso y resiliencia. En un mundo cada vez más interconectado, una sequía en Brasil puede afectar el precio del café en Europa, y una ola de calor en India puede provocar escasez de sorgo en África.


Diagrama de flujo que muestra las consecuencias ambientales y sociales de la aridificación del clima. Comienza con 'Aridificación del clima' y se ramifica en efectos como alteración del ecosistema, degradación de la tierra y escasez de agua. Estos conducen a pérdida de biodiversidad, erosión del suelo, tormentas de polvo e impactos sobre la salud. También se representan consecuencias sociales como disminución de la producción agrícola, pobreza, inseguridad alimentaria y migraciones, conectadas mediante flechas que ilustran relaciones de causa y efecto.
Impactos de la aridificación del clima. A partir de UNCCD.



Paisaje árido de los Badlands de Pisticci, en Basilicata, Italia, con colinas erosionadas de tonos ocres, vegetación escasa y formaciones geológicas estratificadas que revelan procesos de erosión intensa.
Badlands de Pisticci (Basilicata, Italia). María Burguet/Imaggeo.


La seguridad alimentaria amenazada

Como decía Jack el Destripador, vayamos por partes. ¿Que es eso de la seguridad alimentaria?

El concepto de Seguridad Alimentaria surge en la década del 70, basado en la producción y disponibilidad alimentaria a nivel global y nacional. En los años 80, se añadió la idea del acceso, tanto económico como físico. Y en la década del 90, se llegó al concepto actual que incorpora la inocuidad y las preferencias culturales, y se reafirma la Seguridad Alimentaria como un derecho humano.

Según el Instituto de Nutrición para Centroamérica y Panamá (INCAP), la Seguridad Alimentaria Nutricional ¨es un estado en el cual todas las personas gozan, en forma oportuna y permanente, de acceso físico, económico y social a los alimentos que necesitan, en cantidad y calidad, para su adecuado consumo y utilización biológica, garantizándoles un estado de bienestar general que coadyuve al logro de su desarrollo”.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), desde la Cumbre Mundial de la Alimentación (CMA) de 1996, la Seguridad Alimentaria ¨a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”.

Seguridad Alimentaria y Nutricional. Conceptos Básicos. Programa Especial para la Seguridad Alimentaria (PESA). Proyecto Food Facility - Honduras. FAO. Consultado el 15/09/2025.

En pocas palabras, el derecho a estar sano.

 Producción de alimentos y seguridad alimentaria

La seguridad alimentaria, por tanto, depende de muchas cosas, lo que incluye el precio de los alimentos, la inflación, la contaminación, los conflictos bélicos, pero, sobre todo, de los cultivos. Cuando los cultivos fallan, los precios suben y las poblaciones vulnerables sufren. Algunos cultivos básicos, como el maíz, la soja o el sorgo no solo son pilares de la dieta humana, sino también de la alimentación animal. De modo que su escasez afecta a toda la cadena alimentaria: desde el pienso para el ganado hasta los productos derivados como la carne, la leche y los huevos.

 ¿Por qué comemos lo que comemos?

Además, estos cultivos son esenciales para industrias como la producción de aceites, biocombustibles y alimentos procesados. Una caída en la producción puede provocar crisis económicas. Esto es especialmente grave en países en desarrollo que dependen de ellos para su subsistencia, pero tampoco nos libramos en nuestro sobreestimado primer mundo:

La guerra en Ucrania ha puesto en peligro el abastecimiento de algunos alimentos e insumos agrarios, al ser Ucrania y Rusia grandes productoras de granos (trigo y maíz, entre otros) y Rusia de los nitratos y la potasa -componentes de la mayoría de los fertilizantes- necesarios para producirlos. La producción de nitratos y de otros insumos se encarece además por su dependencia del gas, encarecido y escaso en Europa debido a la guerra. Esto ha generado alarma respecto a un posible desabastecimiento de alimentos (incluido el aceite de girasol) que ha sido desmentido por el Ministerio de Agricultura. Pero de esta alarma han surgido, entre otras medidas, ayudas públicas por valor de 124 millones de euros para el sector del vacuno de leche (para que compre unos piensos que hoy son más caros), y un cambio en la normativa ambiental que permite cultivar en barbechos y en las “superficies de interés ecológico” para poder producir cereales.

Daniel López García. Guerra en Ucrania, alimentación y cambio climático. Eldiario.es (10/05/2022).

Un círculo vicioso: calor, sequía y erosión

El cambio climático intensifica un ciclo destructivo: el calor seca el suelo, la falta de agua agrava las olas de calor, y la falta de vegetación acelera la erosión. Este círculo vicioso convierte tierras fértiles en desiertos. Y lo hace a una velocidad alarmante:

Las actividades humanas, principalmente a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, han causado inequívocamente el calentamiento global, con una temperatura superficial global que alcanzó 1,1 °C por encima de la de 1850-1900 entre 2011 y 2020. Las emisiones globales de gases de efecto invernadero han seguido aumentando, con contribuciones históricas y actuales desiguales derivadas del uso insostenible de la energía, el uso y los cambios en el uso del suelo, los estilos de vida y los patrones de consumo y producción entre regiones, entre países y dentro de ellos, y entre individuos.

AR6 Synthesis Report: Climate Change 2023. IPCC.


Mapa de vulnerabilidad a la desertificación en la cuenca mediterránea.
Mapa de vulnerabilidad a la desertificación en la cuenca mediterránea. Emmanuelle Bournay y Matthias Beilstein (Zoï Environment Network)/GRID-ARENDAL.


Según una reciente investigación, llevada a cabo por Josep Roca Cladera, Blanca Arellano y Zheng Qianhui, investigadores de la Universitat Politécnica de Catalunya, el clima en España camina hacia uno más caluroso y más seco.

Más del 40% del territorio probablemente pasará de un clima templado a un clima seco, con predominio de la España esteparia e incluso desértica, lo que confirma la tendencia a una disminución progresiva de las precipitaciones. El clima típico mediterráneo pasaría de representar el 24,43% del territorio peninsular e insular en el periodo de referencia 1971-2000 al 10,13% en el periodo 2040-2060.

[...]

En prácticamente todo el territorio la asociación entre el calentamiento progresivo y la tendencia a la reducción de las precipitaciones es altamente significativa (el estudio lo demuestra con un 95% de confianza).

La temperatura en España peninsular y Baleares ha aumentado en 3,27º, un dato que se encuentra por encima de la media mundial (de 1,19 °C) y de la media del área mediterránea (de 1,58 °C). Tenemos ahora 12 noches tórridas más de media en el territorio con respecto a 1971 y, en zonas concretas, como la meseta sur, los valles de los ríos Guadalquivir y Ebro, así como en el litoral mediterráneo, se dan 30 noches más que en los inicios de los años setenta. A su vez, los días de verano han aumentado de media en toda España en 36 días, así como las olas de calor (que duran de 3 a 9 días más). La mayor parte del territorio muestra una clara tendencia a la sequía.

Para 2050 se prevé que la temperatura media del país aumente en 1,43º respecto a los últimos años (2013-2022). Los días de verano (SU) se ampliarían en 22,7 y las noches tropicales en 7,2 noches de media en toda España respecto a este último período, lo que supondría un aumento de casi dos meses más de verano respecto al período relativo a 1971.

Ariadna Martínez. España, camino de pasar de un clima mediterráneo a otro estepario. Eldiario.es (05/09/2024).

¿Qué se puede hacer?

En general, los expertos coinciden en que hay que actuar en varios frentes.

  • Por un lado, es necesario seleccionar cultivos resistentes al calor y la sequía. La biotecnología vegetal puede ofrecer variedades más adaptadas a las nuevas condiciones climáticas, pero seleccionar variedades locales adaptadas a las condiciones del medio es más barato y, probablemente, más eficiente.

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  • Por otro lado, es necesario mejorar la gestión del suelo. Técnicas como la agricultura de conservación, el uso de coberturas vegetales y la rotación de cultivos pueden ayudar a conservar la fertilidad del suelo. La agricultura regenerativa también. Aunque la eficiencia de la agricultura regenerativa se discute, se trata de un conjunto de técnicas destinadas a mejorar la calidad del suelo y, de forma integral, todo el proceso agrícola; así que investigar no está de más.
 Cultivar sin destruir
  • Otra forma de actuación recomendable se basa en fortalecer las redes de seguridad y protección de los agricultores y las cosechas. Los seguros y los sistemas de almacenamiento de alimentos son esenciales para amortiguar los impactos de años malos, especialmente en regiones vulnerables.
  • Finalmente, y yo no me canso de repetirlo, mitigar el calentamiento global. Para reducir su impacto, la solución más fiable sigue siendo atacar la raíz del problema: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El Acuerdo de París y los compromisos climáticos nacionales apuntan en esa dirección, aunque su implementación sigue siendo desigual.
 Gente, comida, tierra y clima

Conclusión: ¿hay que repensar el futuro de la agricultura?

La relación entre el calentamiento global, la degradación de los suelos agrícolas y la seguridad alimentaria es una de las más urgentes de nuestro tiempo. No se trata solo de salvar cosechas, sino de garantizar el derecho básico a la alimentación. La agricultura del futuro deberá ser más resiliente, más sostenible y más consciente de sus límites ecológicos.

España, como muchos otros países, se halla perdida en una encrucijada. Las previsiones del clima de las futuras décadas no son más que una advertencia. Si no se toman medidas contundentes, el paisaje agrícola podría convertirse en un recuerdo, y la seguridad alimentaria en una promesa incumplida.

Resumen

  1. La desertificación es la degradación de suelos áridos, semiáridos y subhúmedos por clima y actividades humanas.
  2. El calentamiento global agrava sequías, olas de calor y erosión hídrica.
  3. En los últimos 30 años, las zonas áridas han aumentado en 4 millones de km².
  4. España es uno de los países europeos más expuestos a este fenómeno.
  5. La erosión hídrica arrastra la capa fértil del suelo, reduciendo nutrientes y materia orgánica.
  6. La desertificación amenaza la seguridad alimentaria y el acceso al agua.
  7. Los efectos sociales incluyen pobreza, migración y conflictos por recursos.
  8. La agricultura, aunque depende del suelo, también acelera su degradación.
  9. Cultivos adaptados, gestión sostenible y regeneración del suelo son parte de la solución.
  10. Mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero es fundamental para frenar la desertificación.


Preguntas para pensar un poco

¿Qué diferencia hay entre aridez y desertificación?

¿Puede un desierto “desertificarse”?

¿Por qué España es especialmente vulnerable a la desertificación?

¿Cómo afecta la erosión hídrica a la fertilidad del suelo?

¿Qué relación existe entre desertificación y seguridad alimentaria?

¿Qué técnicas agrícolas pueden frenar la degradación del suelo?

¿Por qué la agricultura “enmascara” la pérdida de suelo?

¿Qué papel juega el cambio climático en la expansión de zonas áridas?

¿Se puede recuperar un suelo desertificado?

¿Cómo influye la desertificación en los movimientos migratorios?

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