Incendios forestales: causas, efectos y estrategias
Los incendios forestales son fenómenos complejos condicionados por el cambio climático, el relieve, la vegetación y las actividades humanas. El aumento de temperaturas, la sequía, la acumulación de combustible vegetal y la expansión urbana elevan el riesgo de incendios, especialmente en zonas mediterráneas y de difícil acceso. El relieve afecta a los vientos y la propagación del fuego, mientras que la actividad humana es responsable directa o indirecta de muchas igniciones. Aunque el cambio climático ha incrementado la frecuencia y gravedad de los incendios, una gestión forestal basada en la conservación de bosques maduros y biodiversos puede reducir su impacto. Fomentar la resiliencia ecológica, evitar la simplificación de ecosistemas y limitar la ocupación del territorio en zonas de riesgo son claves para una gestión sostenible del paisaje.
◼ Antonio Jordán López
¿Gestionar el bosque o apagar el fuego?
¿Qué factores contribuyen a los incendios?
El cambio climático afecta patrones de precipitación y temperatura, afectando así al crecimiento y distribución de la vegetación y de las especies. Por lo tanto, puede alterar también la frecuencia y la severidad de los incendios forestales. Sin embargo, atribuir estos cambios exclusivamente al clima es complicado debido a la interacción con factores humanos, como la gestión territorial. Los incendios forestales son un fenómeno complejo influido por factores climáticos, la disponibilidad de combustible, el uso del suelo e incluso la topografía.
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Soldados del Ejército Mexicano, policías municipales, elementos de Protección Civil y voluntarios combaten un incendio en Sierra Fría (Aguascalientes, México). Juan Manuel Robledo/Flickr. |
Como se ve en el siguiente gráfico, cada año, los incendios afectan a una superficie importante, tanto cuantitativamente como por su relevancia social, económica o ambiental. Entender qué factores contribuyen a la aparición y propagación de los incendios forestales es esencial para su prevención, mitigación o incluso su manejo.
¿Cómo afecta el clima a los incendios forestales?
El clima tiene una influencia directa sobre el régimen de incendios forestales, ya que factores como la temperatura, la humedad y la velocidad del viento afectan la facilidad con la que se inician y propagan los incendios. Las temperaturas altas y las condiciones de sequedad aumentan la inflamabilidad de la vegetación, creando un entorno propenso a los incendios.
La escasez de precipitaciones durante períodos prolongados favorece la acumulación de material seco, lo que facilita la ignición y la rápida expansión del fuego. Además, la dirección y la intensidad del viento juegan un papel crucial, ya que los vientos fuertes pueden propagar rápidamente las llamas a grandes distancias, aumentando el daño potencial y dificultando su control.
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Quema experimental realizada para estudiar los impactos del fuego sobre el suelo. Antonio Jordán/Imaggeo. |
¿Cómo afecta el relieve a los incendios forestales?
El relieve influye en la aparición y propagación de incendios forestales de manera significativa. Si el relieve es acusado, es decir, hay una gran variación de la elevación del terreno (como ocurre en montaña), es necesario recordar que la temperatura disminuye algo más de medio grado centígrado cada 100 m de altura. En las zonas bajas, el aire está comprimido por la presión atmosférica y es más cálido. Al ascender se expande y se enfría, condensándose la humedad. Al descender, se comprime y se calienta, secándose.
El relieve también afecta a la velocidad y dirección del viento. Debido a la diferencia de temperatura entre la masa de aire cercana a una ladera y otra más alejada, se producen vientos locales diarios ascendentes (durante el día, especialmente en las laderas de solana) o descendentes (durante la noche). Por la misma razón, también se producen vientos que pueden ser más fuertes en el valle. El viento general afecta a estos vientos locales.
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Vientos locales ascendentes y descendentes durante el día y la noche. |
El efecto Föhn o viento Föhn (el nombre viene del viento del norte en la región de Los Alpes, Alpenföhn) se produce cuando una masa de aire en movimiento se encuentra con una elevación del terreno y es obligada a ascender. Durante su ascenso, se enfría y el vapor de agua se condensa (pueden producirse nieblas o precipitación en la ladera a barlovento). Cuando el aire ya seco desciende por la ladera opuesta, aumentan la presión atmosférica y la temperatura, debido a la compresión adiabática.
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Lluvia orográfica debida al efecto Föhn. La ladera derecha de la imagen parece más árida porque se produce una "sombra de lluvias". |
Las zonas de pendiente pronunciada facilitan la propagación del fuego, ya que el fuego tiende a subir por las laderas, aumentando su velocidad e intensidad. En terrenos inclinados, el fuego se desplaza más rápidamente debido a la mayor concentración de calor en las laderas altas y la menor humedad del suelo. En las laderas orientadas al sol, este efecto es más fuerte, porque la temperatura es más alta y la humedad más baja.
Las características geográficas también pueden modificar las condiciones de viento, creando microclimas que favorecen la propagación de incendios en ciertas áreas. Por otro lado, las zonas de difícil acceso, como las montañas o los cañones, pueden dificultar las labores de extinción, aumentando la gravedad del incendio.
¿Cómo afecta la actividad humana a los incendios forestales?
La actividad humana es una de las principales causas de los incendios forestales, ya sea de forma intencional o accidental. La quema de residuos agrícolas, la negligencia con fogatas o cigarrillos encendidos, o la instalación inadecuada de infraestructuras eléctricas pueden desencadenar incendios que se expanden rápidamente en áreas boscosas.
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Quema de rastrojos en Futajima (Japón). Timothy Takemoto/Flickr. |
Además, la expansión urbana y la construcción en zonas forestales incrementan la vulnerabilidad de estos ecosistemas, mientras que las actividades recreativas, como el senderismo o la acampada, pueden introducir fuentes de ignición en áreas sensibles. A medida que las prácticas agrícolas y forestales se intensifican, los ecosistemas naturales se alteran, creando condiciones que favorecen la aparición y propagación de incendios.
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Prácticas de formación de investigadores de incendios forestales en California. Pacific Southwest Forest Service/Flickr. |
¿Lo sabemos todo?
Modelos avanzados que integren datos de vegetación, clima y actividades humanas son necesarios para comprender cómo evolucionarán los incendios en un contexto de cambio climático. Por ejemplo, en los sistemas mediterráneos, como los encinares de España, los alcornocales de Portugal o las garrigas de Francia, los cambios en el combustible son críticos.
La acumulación de material seco, combinada con períodos de sequía extrema, aumenta el riesgo de incendios. Sin embargo, las actividades humanas, como la agricultura y el pastoreo, pueden alterar significativamente este combustible. Estudios basados en observaciones han mostrado que estos factores, junto con las igniciones, determinan la actividad de quema. No obstante, estos modelos enfrentan limitaciones, ya que no pueden simular un escenario hipotético donde el cambio climático no haya tenido lugar.
¿Cuál es el impacto del cambio climático sobre los incendios forestales?
El cambio climático no es la única causa de la gravedad de los incendios o el régimen de incendios, pero...
El cambio climático ha incrementado significativamente la superficie afectada por incendios forestales. A nivel mundial, entre 2003 y 2019, el área quemada ha aumentado un 16%, y se han observado incendios más grandes y frecuentes en regiones como California, Brasil, Canadá, Siberia, así como en la cuenca mediterránea. En este caso, países como España, Italia, Grecia y Turquía han experimentado un incremento notable en la frecuencia e intensidad de los incendios forestales en los últimos años. Por ejemplo, durante el verano de 2021, España vivió algunos de los incendios más devastadores en su historia reciente, afectando grandes áreas de bosques en Andalucía y Cataluña.
Por otro lado, otras áreas han registrado una reducción en la actividad de incendios debido a cambios en el uso del suelo y estrategias de supresión. Sin embargo, muchas zonas donde los incendios eran raros ahora enfrentan un aumento en su frecuencia y gravedad. Un claro ejemplo de esto es la ola de calor de Siberia en 2020, un evento atribuido directamente al cambio climático, que provocó incendios forestales en áreas donde anteriormente estos fenómenos eran poco comunes.
El día caluroso de este mes se debe a una potente mezcla de factores. Primero, el cambio climático da un empujoncito a las temperaturas de base. Por otra parte, Siberia occidental ha atravesado una de sus primaveras más cálidas, según los climatólogos del servicio de Copernicus relativo al cambio climático de la UE. Desde diciembre, la temperatura media del aire de la región ha estado casi 6°C por encima de la media observada entre 1979 y 2019. También es probable que el calor intenso esté muy por encima de la media observada en cualquier periodo de seis meses remontándonos hasta 1880. En mayo, las temperaturas del aire oscilaban unos 10°C por encima de la media «normal» de mayo, 1°C, algo que probablemente ocurriría solo una vez en 100 000 años si el cambio climático antropogénico no hubiera estropeado el sistema climático.
Alejandra Borunda. ¿Qué significa que Siberia haya registrado temperaturas de 38°C? National Geographic (24/06/2020).
Del mismo modo, el cambio climático ha intensificado las olas de calor en las zonas mediterráneas, lo que contribuye a la mayor probabilidad de que se desaten incendios, como ocurrió en Grecia en 2007, cuando una serie de incendios masivos arrasaron el Peloponeso, devastando miles de hectáreas de bosque.
La temperatura media global ha aumentado 1,2 °C respecto a los niveles preindustriales, lo que ha alterado los regímenes de incendios. Aunque algunos estudios indican una disminución global del área quemada debido al manejo del suelo, otros destacan el aumento de incendios en ecosistemas boreales, templados y tropicales por cambios en la sequedad del combustible y su disponibilidad.
¿Qué beneficios presentan los bosques maduros?
Los bosques maduros, con árboles centenarios y troncos en descomposición, ofrecen una mayor resistencia al fuego. La diversidad de especies, el microclima creado por su complejidad y la humedad presente en los troncos gruesos reducen el riesgo de ignición y propagación de incendios. Contrariamente a la práctica de desbrozar el sotobosque, mantener esta vegetación aporta biodiversidad y funciones ecológicas cruciales.
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Bosque en el Parque Natural Los Alcornocales (Cádiz y Málaga). Antonio Jordán/Imaggeo. |
La investigación ha demostrado que los bosques protegidos y no intervenidos sufren incendios menos severos en comparación con áreas manejadas intensivamente. En regiones como Norteamérica y Australia, las talas intensivas han incrementado la frecuencia de incendios severos. Además, los árboles gruesos y maduros contienen más humedad y son menos propensos a arder, proporcionando una barrera natural contra el fuego.
¿Qué estrategias de gestión forestal podemos aplicar?
La gestión forestal enfocada en fomentar la madurez de los bosques es una estrategia eficaz para reducir el riesgo de incendios. Mantener una cubierta arbórea densa limita el crecimiento del sotobosque al reducir la entrada de luz, lo que a su vez disminuye la propagación del fuego hacia las copas de los árboles. Estudios en la costa oeste de Estados Unidos han confirmado que los bosques con mayor biomasa y complejidad estructural son menos vulnerables a incendios severos.
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Antes y después de un clareo con desbroce y poda en una masa de Pinus pinaster. Aula Silvicultura/Flickr. |
En una entrada previa (Régimen del fuego y gestión sostenible) ya hemos citado las propuestas de gestión sostenible que se consideran más eficaces en el contexto actual de calentamiengo global. Puedes pinchar en el enlace para leerlas, pero no está de más un resumen.
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La interfaz urbano-forestal es la zona de transición entre suelos no ocupados y áreas urbanas o pobladas, que está bajo un grave riesgo de incendios forestales. La imagen muestra una zona cerca de Ojén (Málaga, suroeste de España). En esta zona hay alrededor de 100.000 viviendas dispersas, construidas sin aprobación legal. En agosto de 2012, un incendio forestal destruyó más de 8.000 hectáreas, causando una muerte y más de 6.500 evacuados. Antonio Jordán/Imaggeo. |
Cambiemos el punto de vista
La prevención de grandes incendios forestales en el siglo XXI exige una transformación profunda en la manera en que gestionamos el territorio. Ya no basta con apagar fuegos: es necesario anticiparse a ellos, adaptando tanto el paisaje como las prácticas de manejo a las nuevas condiciones climáticas, cada vez más extremas, y a los cambios sociales que han modificado el uso del suelo y la relación entre las personas y el entorno natural.
La importancia de la heterogeneidad del paisaje
Una de las estrategias clave consiste en generar paisajes más heterogéneos. Esto implica crear mosaicos donde se alternen cultivos, pastos y masas forestales, rompiendo la continuidad del combustible vegetal y dificultando la propagación del fuego. Recuperar la agricultura y el pastoreo extensivo no solo ayuda a evitar el abandono rural, sino que también reduce la acumulación de biomasa inflamable. Además, fomentar la presencia de herbívoros silvestres contribuye a mantener a raya la vegetación más susceptible de arder.
Nuevas prácticas en la gestión de los bosques
La gestión forestal también debe evolucionar. Ya no se trata únicamente de conservar masas arbóreas, sino de intervenir activamente mediante cortafuegos, quemas prescritas, aprovechamientos silvícolas y pastoreo controlado. Estas prácticas permiten adaptar los bosques a un clima más seco y caluroso, reduciendo el riesgo de incendios de gran magnitud.
La conservación de bosques maduros y humedales es esencial. Estos ecosistemas actúan como refugios climáticos y de biodiversidad, y su protección ayuda a moderar el clima local y a mantener el ciclo hidrológico. Restaurar humedales y vegetación costera, así como aumentar la cobertura vegetal en zonas urbanas, contribuye a mitigar los efectos de las temperaturas extremas y a crear entornos más resilientes.
Convivir con el fuego
Otro aspecto fundamental es aprender a convivir con el fuego. Pretender eliminarlo por completo es no solo irreal, sino contraproducente. Los incendios pequeños, frecuentes y de baja intensidad forman parte del equilibrio ecológico y ayudan a evitar acumulaciones peligrosas de combustible. Por eso, es necesario abandonar las políticas de “tolerancia cero” que, aunque bienintencionadas, acaban generando condiciones ideales para megaincendios. En su lugar, se deben promover regímenes de fuego sostenibles, donde las quemas controladas juegan un papel esencial. Para ello, es imprescindible profesionalizar a bomberos y gestores forestales, dotándolos de formación específica en ecología del fuego y planificación preventiva.
El manejo de la interfaz urbano-forestal
En la interfaz urbano-forestal, donde conviven viviendas y vegetación, el riesgo se multiplica. Por eso, es vital limitar la expansión urbanística en zonas de alto riesgo, recalificar suelos y aplicar medidas fiscales disuasorias para evitar construcciones en áreas inflamables. Durante olas de calor, reducir la movilidad en zonas forestales puede evitar igniciones accidentales. En las áreas ya edificadas, establecer franjas de seguridad sin vegetación densa alrededor de las viviendas y fomentar sistemas de riego de autoprotección son medidas eficaces para proteger vidas y bienes. Además, contar con seguros contra incendios accesibles puede marcar la diferencia en momentos críticos.
El desbroce, aunque puede ser útil en áreas de interfaz urbano-forestal, no es una solución viable para el manejo general de los bosques. Esta práctica es costosa y, a menudo, contraproducente, ya que la vegetación eliminada tiende a regenerarse rápidamente. En su lugar, es más efectivo permitir que los bosques evolucionen de manera natural hacia estados maduros y resilientes.
Restaurar: ¿cuándo, como y qué?
En cuanto a la restauración de zonas quemadas, es necesario replantear el enfoque tradicional. Durante décadas se han utilizado especies no autóctonas, como los pinos, para repoblar rápidamente y generar masa forestal. Sin embargo, este modelo ha demostrado ser poco sostenible. En lugar de intentar recuperar el bosque original de forma acelerada, puede ser más adecuado permitir que el matorral y la flora de las primeras etapas de sucesión vegetal se desarrollen de forma natural. Aunque el proceso es más lento, ofrece mayor estabilidad a largo plazo. Por eso, los expertos recomiendan seleccionar especies mejor adaptadas a las nuevas condiciones de sequía e incendios, priorizando la resiliencia futura sobre los modelos del pasado. También se debe fomentar la regeneración natural, respetando los árboles muertos que, lejos de ser desechos, sirven como refugio para muchas especies y ayudan a proteger el suelo.
Por otra parte, es necesario tener en cuenta que cuando se quema una superficie, no lo hace de forma homogénea. Con frecuencia, lo que nos encontramos los investigadores es un mosaico "aleatorio" de parches que han sufrido un fuego de alta severidad junto a otros de baja severidad. En las zonas afectadas por fuegos de baja severidad quizá, lo mejor es no intervenir en absoluto, pero, en cualquier caso, la solución no puede ser la misma para todos los casos.
Acostumbrarnos a nuestro nuevo compañero: el cambio climático
Finalmente, no se puede hablar de incendios sin mencionar el cambio climático. Personalmente, ya ni me parece adecuado hablar de "cambio climático", sino referirnos, más bien, a nuestro nuevo clima, el clima actual.
Pero aunque pueda parecer repetitivo, es necesario insistir: reducir el uso de combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero es crucial para frenar el calentamiento global y la frecuencia de eventos extremos. Adaptar los paisajes y las políticas de gestión a un escenario más árido y propenso al fuego no es una opción, sino una necesidad urgente.
¿Qué podemos concluir?
Los incendios forestales son un problema multifactorial exacerbado por el cambio climático, pero la gestión adecuada de los bosques puede mitigar su impacto. Proteger y promover la madurez de las masas forestales, así como evitar la simplificación de sus ecosistemas, son estrategias clave para aumentar su resistencia al fuego. La investigación y el manejo forestal deben enfocarse en replicar las características de los bosques maduros para garantizar su sostenibilidad y capacidad de adaptación frente a los desafíos climáticos.
Resumen
- El cambio climático intensifica la frecuencia y severidad de los incendios forestales.
- Factores como el clima, el relieve y la actividad humana se combinan en su origen y propagación.
- El relieve puede actuar sobre la velocidad de propagación del fuego en pendientes.
- La actividad humana es la principal causa directa de incendios forestales.
- Las temperaturas altas, la sequía y el viento aumentan la inflamabilidad del combustible.
- La acumulación de combustible seco y los usos del suelo mal gestionados elevan el riesgo.
- Los bosques maduros son más resistentes al fuego por su estructura y humedad interna.
- El manejo intensivo y los desbroces no siempre reducen el riesgo, y pueden empeorarlo.
- Promover mosaicos de vegetación, bosques diversos y resilientes es clave para una gestión forestal efectiva.
Preguntas para pensar un poco
¿Dónde puedes observar los efectos del fuego en el paisaje cerca de donde vives?
¿Conoces zonas con bosques maduros o protegidos en tu entorno?
¿Has visto prácticas de quema agrícola en tu región? ¿Son seguras?
¿Qué medidas se toman en tu comunidad para prevenir incendios?
¿Puedes identificar un área urbana-forestal próxima a tu localidad?
¿Dónde se ha producido el último gran incendio forestal en tu región?
¿Qué diferencias observas entre un bosque denso y uno degradado?
¿Conoces algún ejemplo de gestión forestal sostenible en tu zona?
¿Cómo crees que afecta el relieve local al comportamiento del viento y al riesgo de incendio?
¿Qué es una quema prescrita?
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