Mucho más que marrón (2)

¿Qué colores podemos ver en el suelo?

En una entrada anterior de este blog comenzamos a hablar del color del suelo.

El suelo es un caleidoscopio de colores que revela la historia y la composición de la tierra bajo nuestros pies. Los diferentes colores del suelo son el resultado de una compleja interacción de factores geológicos, climáticos y biológicos. Algunos de los colores más comunes que podemos encontrar en el suelo son oscuros, claros, rojos o pardos, pero hay más.


Colores de suelos de diferentes países, en una exposición durante el 21 Congreso Mundial de la Ciencia del Suelo. A. Catalán/Imaggeo.


Para los edafólogos, el color del suelo es un parámetro muy importante que debe ser descrito de manera objetiva. Para describir el color del suelo, los científicos usan las cartas Munsell, que separan los componentes del color en matiz, brillo e intensidad.

El color del suelo es un indicador de su composición, historia y condiciones climáticas, y puede variar ampliamente en función de estos factores. Observar la variedad de colores en el suelo puede hacer que tus paseos por el campo sean más interesantes y reveladores.


El ojo, sin embargo, es atrapado por los colores del paisaje, escribía Verne en 1892 en una de sus novelas menos conocidas, Claudius Bombarnac. Y, aunque los nombres geográficos engañen –añadía–, pues el Mar Negro no es negro, ni el Rojo es rojo ni el Blanco blanco, ni tampoco el Río Amarillo es amarillo, la primera geografía, que es el paisaje, entra inevitablemente por la mirada.

Eduardo Martínez de Pisón. El paisaje: valores e identidades (2009).


Suelos negros y oscuros: frío, agua y fuego

Los colores oscuros suelen deberse a la presencia de materia orgánica, por lo que cuanto más oscuro sea el horizonte superficial, se asume un mayor contenido de materia orgánica (aunque esto no es una correspondencia exacta y unívoca). El color oscuro es característico de la superficie, pero se puede encontrar en profundidad en otros casos excepcionales. En el caso de suelos arenosos, de carácter ácido y bajo clima muy lluvioso, como ocurre en el norte de España, es posible encontrar horizontes orgánicos oscuros en profundidad (estos suelos se llaman Podzoles). También ocurre por la presencia de carbón vegetal en suelos de la Amazonia brasileña, Ecuador, Perú y algunas áreas de África (estos suelos se conocen como “terra preta”, suelo oscuro en portugués).


Caminando a lo largo del arrecife de coral, de vez en cuando pasaríamos junto a algún agujero más o menos profundo en el coral muerto, rellenado de humus negro y en el que se ha plantado la variedad de ñames grandes, que crece especialmente bien en este terreno, con el sarmiento trepando por uno o dos soportes y extendiéndose sobre el borde.

Bronislaw Malinowski. El cultivo de la tierra y los ritos agrícolas en las Islas Trobriand (1977).


A veces, el frío evita que los microorganismos que transforman los restos orgánicos lo hagan, y la materia orgánica se acumula, dando un color oscuro. Colores oscuros muy intensos son característicos de suelos como los Chernozems (palabra rusa que significa “tierra negra”). Los Chernozems se encuentran principalmente en una franja que incluye Croacia, el norte de Serbia, el norte de Bulgaria, el sur de Rumania, Ucrania y Rusia (Europa y Asia) y Canadá (América), donde las condiciones climáticas favorecen la acumulación de materia orgánica (humus). 


Izquierda: perfil de Chernozem en Polonia; Cezary Kabala/Imaggeo. Derecha: perfil enterrado de Chernozem sobre loess; Cezary Kabala/Imaggeo.


Suelos afectados por incendios recurrentes pueden mostrar colores negros, como resultado de la acumulación de restos de materia orgánica carbonizada en superficie o en profundidad, si las altas temperaturas han afectado a los horizontes subsuperficiales.


Horizonte subsuperficial de raíces carbonizadas después de un incendio cerca de Perth (Australia). Antonio Jordán/Imaggeo.


En el caso de que el fuego afecte solo a la vegetación y a la capa superficial del suelo, la superficie se cubre de ceniza que será de diferente color en función de la severidad del incendio. Temperaturas relativamente bajas de combustión o una corta duración del fuego ocasionan que aparezca una capa de ceniza oscura (compuesta principalmente por restos orgánicos parcialmente carbonizados). Si la temperatura del incendio fue relativamente alta y el incendio duró lo suficiente, la ceniza será más clara (compuesta principalmente por sales minerales). Tras el paso de un incendio, lo normal es que se encuentre un mosaico de cenizas claras y oscuras en función de la severidad del fuego.


Izquierda: mosaico de cenizas blancas y negras tras el paso de un incendio cerca de El Castillo de las Guardas (Sevilla); Antonio Jordán/Imaggeo. Derecha: toma de muestras de la capa de ceniza; Antonio Jordán/Imaggeo.


En otras ocasiones, el color negro puede deberse a un origen volcánico del suelo. La presencia de vidrio, material enfriado bruscamente, suele dar un color negro a los suelos volcánicos. En la siguiente fotografía se puede ver cómo el suelo original aparece bajo la negra capa de cenizas de la erupción del Paricutín (México, 1943). 


Izquierda y centro: capa de ceniza de la erupción del volcán Paricutín (México) cubriendo el suelo original, de color pardo; Antonio Jordán/Imaggeo. Derecha: Antonio y Nancy Alanís (Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, México), tomando muestras de la capa de ceniza; Antonio Jordán/Imaggeo.


En otros casos, el color oscuro no se debe solo a la materia orgánica. Los vertisoles son un tipo de suelo que se encuentra en muchas partes del mundo, y también son conocidos como “tierra negra andaluza” o “bujeos”.


Suelos oscuros cultivados en Arcos de La Frontera (Cádiz). Los colores más oscuros en las partes bajas de las lomas frente a los claros en las más altas evidencian la erosión del suelo. Antonio Jordán/Imaggeo.


En su caso, el color oscuro se debe a la materia orgánica asociada a las partículas minerales y a la presencia de compuestos de hierro y manganeso reducidos. Son suelos característicos de los secanos de la campiña del Valle del Guadalquivir, muy arcillosos y, aunque su manejo y laboreo son muy complicados, son muy fértiles. Su característica más llamativa es que la arcilla que lo forma se expande al humedecerse y se contrae al secarse, por lo que forma los típicos suelos oscuros agrietados en verano que seguro has recorrido alguna vez.


Vertisol cerca de Carmona (Sevilla). Antonio Jordán/Imaggeo.


Los óxidos de manganeso (MnO₂) es un compuesto de color negro. A veces aparece en suelos de origen variado en forma de motas o pequeñas retículas, como en la siguiente imagen.


Agregado de suelo rojo en Mallorca, con manchas negras de óxido de manganeso. Antonio Jordán/Imaggeo.


Suelos blancos, vino y sal

El suelo puede presentar también colores claros o blanquecinos. Por lo general, esto se debe a la presencia de carbonatos de calcio (CaCO₃) y magnesio (MgCO₃), yeso (CaSO₄·½H₂O) u otras sales más solubles. Los carbonatos pueden mostrar patrones continuos o discontinuos: nódulos, polvo fino o películas que recubren los agregados del suelo. 


Acá y allá se ven cuadros de pinabetes que no reverdecen nunca, y algunos otros árboles achaparrados que no prestan sombra; a lo lejos destácase un molino de viento con sus brazos descarnados; pero en todas partes se pisa un barro lechoso y una tierra de color blanco sucio, que es el más desagradable de los colores. 

Víctor Duruy. De París a Bucarest. Recuerdos de viaje (1864).


Si el carbonato se encuentra en forma de concreciones, rellenando poros y grietas del suelo, estas concreciones se llaman "nódulos". Pueden tener distinta forma, tamaño y consistencia. Cuando ocupan antiguos poros, lo normal es que presenten forma más o menos redondeada. Si ocupan galerías excavadas por animales o, lo más común, huecos de antiguas raíces, pueden presentar forma vermiforme (como si se tratase de "gusanos").


Izquierda: nódulo de forma irregular, pulverulento, rodeado de carbonato en forma de polvo fino; Antonio Jordán/Imaggeo. Derecha: concreciones vermiformes y en forma de nódulos; Antonio Jordán/Imaggeo.


Si el carbonato se encuentra como polvo fino y uniformemente repartido, el color del suelo será claro o blanquecino. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en los suelos de viñedo sobre margas (arcillas ricas en CaCO₃) en Jerez, donde es precisamente el color blanco lo que da nombre al suelo: albariza. Pero también puede estar formando nódulos individuales, y entonces se verán manchas blancas más o menos grandes. 


Uvas secándose sobre suelos blancos de marga caliza cerca de Estepona (Málaga). Antonio Jordán/Imaggeo.


La acumulación de sales que deja el agua al evaporarse en los climas áridos puede dar lugar a colores blancos (este proceso puede ser muy intenso). Sales solubles (como el cloruro de sodio o sal común, NaCl) pueden formar una costra blanca en la superficie o estar presentes en la matriz del suelo en forma difusa. Tanto los carbonatos y sales solubles pueden estar presentes en el material original o acumularse posteriormente en el suelo debido al clima árido u otros procesos. 


Izquierda: acumulación de sales en la cuenca del Lago Cuitzeo (México); Antonio Jordán/Imaggeo. Derecha: costra de sal en suelos del sur de Huelva; Antonio Jordán/Imaggeo.


Acumulación de sales en el suelo de una mina de sal en el Alto Atlas (Marruecos). D. M. Freire-Lista/Imaggeo.


En zonas bajo la influencia de la costa, como ocurre en las marismas, el agua marina puede circular bajo el suelo. Si a eso se le suma la aridez, es posible que la acumulación de sales poco solubles (como los carbonatos) y solubles (como el cloruro de sodio) se acumulen en el suelo dando un color general blanco. Esto ocurre, por ejemplo, en áreas del Parque Nacional de Doñana.


Suelos salinos en el Parque Nacional de Doñana (Huelva). Antonio Jordán/Imaggeo.


En otros casos, el color claro puede deberse a una proporción relativamente alta de arena (cristales de cuarzo), ya sea en todo el suelo o en horizontes de perfil que han sufrido un lavado intenso bajo un clima muy húmedo.


Como soy tan blanca me entran colores. Y se me suben.

Víctor Chamorro. El pasmo (1987).

 

Suelos rojos, calor y lluvia de sangre

El color rojo suele ser el resultado de la alteración de minerales arcillosos, que liberan óxidos de aluminio (Al₂O₃) y hierro como la hematita (Fe₂O₃). El nombre de “hematita” significa, literalmente, “parecida a la sangre”. La liberación de óxidos de hierro puede ser muy intensa en climas cálidos con una estación seca y otra húmeda, como el clima mediterráneo.


Izquierda: suelo rojo en Alicante; J. Mataix-Solera/Imaggeo. . Centro: suelo rojo cerca de São Brás de Alportel (Portugal); Antonio Jordán/Imaggeo. Derecha: suelo rojo cultivado cerca de Los Palacios y Villafranca (Sevilla); más detalles. Antonio Jordán/Imaggeo.


Los colores rojizos indican un buen drenaje y aireación del suelo, lo que permite la existencia de condiciones oxidantes para formar óxidos. En la cuenca mediterránea, los suelos rojos se conocen como “terra rossa” (expresión italiana que significa “tierra roja”). La mayoría de los suelos que vemos en la zona mediterránea son pardos o marrones por efecto de la mezcla del rojo (a causa del óxido de hierro) y el negro (a causa de la materia orgánica). Y por eso todos los niños en España colorean el suelo de marrón.


Hacia el norte, más allá de las quebradas decrecientes, la tierra se extendía en llanos y protuberancias de pálidos colores terrosos y grises y verdes, hasta desvanecerse en una lejanía oscura e indistinta. Al este se elevaban las Quebradas de los Túmulos, en crestas sucesivas, perdiéndose de vista hasta no ser más que una conjetura azul y un esplendor remoto y blanco que se confundía con el borde del cielo, pero que evocaba para ellos, en recuerdos y viejas historias, unas montañas altas y distantes.

J.R.R. Tolkien. El Señor de los Anillos (1954).


Muchos suelos rojos en nuestra zona también se deben a la acumulación de materiales ricos en óxidos de hierro transportados por el viento desde zonas como el Sáhara y se deposita sobre la superficie con la lluvia (conocida como “lluvia de sangre”, “lluvia de barro” o “calima”). Mediante un proceso que se repite desde hace miles de años, el aporte constante de este material y su posterior redistribución y acumulación en zonas concretas, se han formado la mayoría de los suelos rojos que vemos en la actualidad.


Dos
mil
ojos
seguían
las
evoluciones
del
demonio
del
río,
que
chapoteaba
dando
golpes
impetuosos,
azotando
el
agua
con
su
cola
terrible
y
esparciendo
humo
negro
por
el
aire.
Frente
a
la
primera
fila,
a
lo
largo
del río, tres
hombres,
cubiertos
de
un
fango
rojo
brillante
de
los
pies
a
la
cabeza,
se
contoneaban
 impacientes.

Joseph Conrad. El corazón de las tinieblas (1899).


Algunos topónimos son testigo de este proceso de enrojecimiento del suelo, como “El Colorado” (en Conil de la Frontera, Cádiz), “Tierra de Barros” (en Badajoz), “Vélez-Rubio” (Málaga) o "Cabezas Rubias" (Huelva; "rubio" procede del latín rubeus, rojizo), "Font Roja" (en Alicante) o "Penya-Roja" (un barrio en Valencia). Existen otros nombres locales que incluyen colores (cromotopónimos), como “almagre” (Almagro, en Ciudad Real; del árabe almáḡra, "tierra roja") o “bermejo” (Los Bermejales, Sevilla).


Suelos rojos en la pedanía de El Colorado (Conil de la Frontera, Cádiz). Imagen de Google Earth.


Un inciso. Del mismo modo que para el rojo, existen cromotopónimos que hacen referencia a otros colores; “blanco” o "albo" (Vélez Blanco, en Almería, Albaida del Aljarafe en Sevilla), "negro" (Comarca de los Pueblos Negros, entre Madrid y Guadalajara), “verde” (Algeciras significa “Isla Verde”, del árabe Al-Yazira al-Jadrā') o alguna de sus variaciones tanto en castellano como en cualquiera de las otras lenguas españolas son muy frecuentes (por hablar solo de núcleos de población). Desgraciadamente, no sé hablar otras lenguas españolas, más allá de decir “egun on”, “bos dias” o “el bar més proper, si us plau”, pero aquí aquí tienes un par de ejemplos sobre cromotoponimia vernácula.


Suelos castaños en las estepas rusas

Existe un grupo de suelos, los Kastanozems, cuyo nombre proviene del latín “castanea” (castaño) y del ruso “zemlja” (suelo). Tienen un color pardo oscuro (castaño) debido a la mezcla de materia orgánica relativamente oscura con los compuestos minerales que lo forman. Aunque se pueden encontrar puntualmente en otras latitudes, son dominantes en las estepas de Ucrania, Rusia y Mongolia, así como en las grandes planicies de los EEUU. Ocasionalmente, pueden aparecer en otras zonas (como en Arcos de la Frontera, Cádiz).


Los viajeros que recorren estas regiones observan que el crecimiento forestal cesa al pie de las montañas para reaparecer en las proximidades de los ríos, sin que ninguna vegetación se note en la tierra negra que recubre la parte llana y que debería ser tanto más fértil cuanto que es virgen. La explicación plausible es que la capa de esa tierra no va a más de cuarenta centímetros de profundidad y descansa sobre un fondo de arcilla compacta, impenetrable a las raíces de las plantas.

Emilio Salgari. Águilas de la estepa (1907).


Fotograma de Doctor Zhivago (David Lean, 1965) en las estepas rusas (rodada en Soria, por cierto).


Suelos amarillos, calor, lluvia y Feria de Sevilla


A nuestros pies y a diferentes distancias adornan la llanura numerosos jardines y huertos regados artificialmente, y cuyo color verde oscurísimo contrasta, recreando la vista, con el gris-amarillento de la árida montaña.

Federico de Hellwald. La tierra y el hombre (1886).


Los colores amarillentos o anaranjados suelen deberse a la presencia de goethita (FeO₂H). Por lo tanto, aunque la composición es similar a la de algunos suelos rojos, sabemos que estos suelos se formaron bajo climas más húmedos que los suelos rojos.

El color del albero es un buen ejemplo. Si lo observas con una lupa, verás que el albero es una calcarenita, un material formado por arena y conchas de moluscos cementadas por carbonatos. En Sevilla, se utiliza tanto, de tantas formas y en tantos sitios, que los sevillanos piensan que es una tradición muy antigua. En realidad, es una moda que surgió a raíz de los trabajos de preparación para la Exposición Iberoamericana de 1929.


Floristas en el Parque de María Luisa. José Rico Cejudo (hacia 1920).


El albero de Sevilla no es más que calcarenita triturada procedente de la comarca de Los Alcores (Alcalá de Guadaíra, Mairena del Alcor, El Viso del Alcor y Carmona), sedimentada bajo otras condiciones climáticas, durante el Terciario. Hoy se está comenzando a discutir el daño que puede estar causando esta extracción desaforada que aún no tiene un siglo de antigüedad.


Suelos violetas, cuando Andalucía estaba bajo el agua

El color rosado o violáceo que se aprecia en ocasiones, se debe a la presencia de yeso con impurezas de óxido de hierro. Los suelos de este tipo son muy frecuentes, por ejemplo, en las provincias de Sevilla y Cádiz (especialmente en zonas como Alcalá de Los Gazules y Medina Sidonia), donde el yeso se depositó durante el Triásico. En ese momento, media Andalucía era una laguna poco profunda. Allí es muy frecuente encontrar suelos de color violeta.


Suelos verdes y azulados que huelen mal


Esteros de Sancti-Petri,

salinas de San Fernando, 

espejos de sol y sal

donde se duermen los barcos.

Camarón de la Isla. Bahía de Cádiz (1979).


Aunque los colores grises o verdosos pueden deberse a la presencia de minerales como glauconita (un filosilicato de hierro y potasio) o melanterita (un mineral de sulfato de hierro hidratado), lo más habitual es que se deba a un encharcamiento relativamente prolongado. En esas condiciones, los poros del suelo no contienen oxígeno, sino agua, de modo que en lugar de reacciones de oxidación aparecen reacciones de reducción. Lo que quiere decir que en lugar de óxido férrico (Fe₂O₃, rojizo), encontraremos hidróxido ferroso (Fe(OH)₂, verdoso). Podemos ver este color en la orilla de muchos lagos o lagunas en verano o en el fondo de las salinas (cualquier excusa es buena para visitar Cádiz y el Parque Natural de la Bahía).


Marismas de San Fernando frente a la Bahía de Cádiz. Antonio Jordán/Imaggeo


Con frecuencia, el encharcamiento reduce la oxidación y favorece la reducción de los elementos minerales, ya que el aire desaparece de los poros del suelo. En esas condiciones se producen sustancias como el ácido sulfhídrico (H₂S), un gas que recuerda a descomposición y huevos podridos.


Suelos de color abigarrado, mojados o secos según el día

A veces, cuando un suelo se encharca y seca una o varias veces a lo largo del año presenta mezclas de colores blancuzcos grisáceos, azulados o verdosos, debido a las diferentes condiciones de oxidación y reducción en el mismo suelo con presencia de compuestos ferrosos y férricos. Esto se conoce como “patrón de color gléyico”. La palabra rusa “gley” se utiliza para referirse a una masa de suelo limoso o arcilloso y, se aplica a suelos que pasan encharcados o muy húmedos un tiempo suficientemente largo como para producirse este patrón de color.

Los procesos redoximórficos del suelo son aquellos que involucran cambios en el estado de oxidación de los elementos presentes en el suelo. Estos procesos son impulsados principalmente por la disponibilidad de oxígeno en el medio ambiente del suelo y pueden influir en varias propiedades del suelo, incluido su color.

Cuando el suelo está bien drenado y oxigenado, los elementos presentes tienden a estar en un estado de oxidación más alto. Por otro lado, en condiciones anaeróbicas o mal drenadas, los elementos tienden a reducirse, es decir, a ganar electrones y disminuir su estado de oxidación. Estos cambios en el estado de oxidación pueden afectar la disponibilidad y la movilidad de diferentes elementos en el suelo.

El hierro (Fe) es un elemento particularmente involucrado en los procesos redoximórficos del suelo y tiene un impacto significativo en su color. En condiciones aeróbicas, el hierro se encuentra en forma oxidada, lo que se refleja en un color del suelo más rojizo o amarillento, dependiendo de la cantidad presente y de otros factores. Por el contrario, en condiciones anaeróbicas, el hierro se reduce a formas solubles en agua, lo que puede dar lugar a la formación de manchas grises, azules o negras en el suelo.

Además del hierro, otros elementos también pueden experimentar cambios en su estado de oxidación debido a los procesos redoximórficos del suelo, lo que puede influir en su coloración. Estos cambios pueden ser indicativos de las condiciones de drenaje y oxigenación del suelo, así como de su historia de formación y evolución.


Izquierda: perfil de suelo con color abigarrado en la ladera del Canuto del Montero (Sierra de Algeciras, Cádiz); Antonio Jordán/Imaggeo. Derecha: entorno del perfil; Antonio Jordán/Imaggeo.


Esto es frecuente, por ejemplo, en zonas inundables o muy lluviosas. El color moteado o abigarrado puede presentarse como grupos de manchas de colores rojo, amarillo y gris. A veces, puede estar influenciado por la actividad de las raíces de las plantas que viven en el encharcamiento. 


Color abigarrado en horizontes profundos de suelos cultivados en las marismas del Guadalquivir. Antonio Jordán/Imaggeo


De lo subjetivo a lo objetivo: ¿cómo describen los científicos el color del suelo?

Lo primero que hay que tener en cuenta (y un error muy común entre los estudiantes) es que no se trata de describir el color del suelo, sino el color de los horizontes del suelo. Normalmente, en un perfil del suelo encontramos un número variable de horizontes, cada uno con un color específico como resultado de su composición.

Lo segundo es que, incluso con el método más objetivo, dos científicos del suelo pueden llegar a discrepancias o discutir acaloradamente. La experiencia, la subjetividad, las condiciones de luz o las superficies de los agregados irregulares pueden no ayudar (¡incluso las gafas de sol o el daltonismo!). Por esta razón, muchos equipos designan a una persona responsable de la determinación del color. Por alguna razón desconocida, generalmente se elige a la persona más fuerte.



Finalmente, lo tercero es: ¿el color de qué? Al describir una muestra suelo, el color puede no estar distribuido homogéneamente. A menudo, pueden estar presentes recubrimientos de otras sustancias, motas o nódulos de diferentes colores, abundancia, contraste y tamaño. Por lo tanto, los científicos del suelo deben prestar atención a estas características (¡y describirlas adecuadamente!).

Para describir el color del suelo, los científicos usan el sistema de color Munsell (Munsell Color System) desde 1930, cuando fue adoptado por el USDA (Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, por sus siglas en inglés). El sistema Munsell fue ideado por el pintor y profesor de arte norteamericano Albert Henry Munsell (1858-1918)


Tablas Munsell para la determinación del color del suelo. Antonio Jordán/Imaggeo


El color del suelo puede describirse técnicamente mediante las cartas Munsell, separando los componentes del color en:

  • Matiz (en relación al rojo, amarillo y azul; esdependiente de la longitud de onda dominante).
  • Brillo (claridad u oscuridad).
  • Intensidad (saturación o pureza del color).

Para ello, el color de una muestra de suelo se compara con muestras de color estándar, de modo que se pueden identificar estos tres parámetros y asignarle un código. Para un suelo que de forma sencilla podría llamarse “marrón”, existen varias decenas de códigos que designan tonos, brillos e intensidades distintas. Algunos ejemplos de códigos de color Munsell son 2.5Y5/4 (que viene a ser marrón oliva claro), 5YR8/8 (amarillo) o 10R3/6 (rojo oscuro). Las condiciones óptimas para la evaluación del color del suelo incluyen la luz solar directa, con la luz en ángulo recto con respecto a las cartas. El color del suelo debe describirse tanto en estado seco como húmedo.


Izquierda: determinación del matiz (esquina superior derecha), brillo ("value", número de la fila) e intensidad del color ("chroma", número de columna) en una ficha Munsell. Derecha: alumnos de Biología determinando el color de una muestra de suelo; Antonio Jordán/Imaggeo.


Las cartas de color Munsell se pueden utilizar para muchos otros fines, no solo para el color del suelo. Se pueden usar para describir el color de plantas, rocas, alimentos, piel (en este artículo se describe su uso para descubrir lesiones dermatológicas)… ¡hasta razas de perro! Por esa razón se utilizan en varias ramas de la ciencia (como la geología, arqueología, farmacia o medicina), las artes, la educación o la industria (mediante aplicaciones en agronomía, alimentación, ropa, diseño o arquitectura). ¡Incluso para divertirse!

Así que no lo olvides. En tus próximos paseos por el campo, presta atención a la variedad de colores del suelo. Seguro que te resulta más interesante la excursión.


Valle del Guadalquivir desde Carmona (Sevilla). Antonio Jordán/Imaggeo.


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