¿Qué es la desertificación?

Comencemos con un poquito de terminología...

La desertificación es uno de los grandes problemas ambientales del mundo en la actualidad.

Empecemos por aclarar conceptos. La desertificación es un proceso ambiental complejo que se refiere a la degradación progresiva de las tierras fértiles, convirtiéndolas en zonas áridas y desérticas. Este fenómeno se encuentra estrechamente vinculado a cambios climáticos, actividades humanas, como deforestación o cambio de uso del suelo, contribuyendo así a la pérdida de biodiversidad y al deterioro de los ecosistemas.


Barco varado en el antiguo lago Aral, hoy conocido como desierto de ArLalkum (Mo‘ynoq, Uzbekistán). E. Canli/Imaggeo.


"Desertificación" es un concepto que a veces cuesta diferenciar de "desertización". La Fundeu, por ejemplo, explica que ambos conceptos son sinónimos, pero añade algunos comentarios notando que “desertificación es una ‘desertización causada específicamente por el ser humano”.

El investigador Jaime Martínez Valderrama escribe:


El término desertificación (désertification en el francés original) fue empleado por primera vez por el naturalista francés L. Lavauden en 1927 para designar la destrucción de la sabana sahariana por los nómadas. Posteriormente, un compatriota suyo, Aubreville, la utilizó en 1949 para describir la pérdida de vegetación y la consiguiente degradación del suelo en el Sahel.

A esta definición le siguieron otras muchas. Así, por desertificación se entiende:

  • La expansión de condiciones desérticas en tierras áridas y semiáridas mediante una descomposición gradual de las comunidades de plantas y animales.
  • La disminución o la destrucción del potencial biológico de la tierra que en última instancia lleva a paisajes con aspecto desértico.
  • El empobrecimiento de los ecosistemas terrestres bajo el impacto de la actividad humana.
  • Un declive progresivo y/o destrucción de la productividad biológica de las tierras áridas y semiáridas causadas por el sobreuso de los recursos que a veces ocurre en conjunción con eventos naturales extremos.

Podemos encontrar más definiciones y ahondar en una polémica que no acaba nunca acerca de la ambigüedad e imprecisión de cada una de ellas. Incluso la terminología, en el ámbito hispano, también se presta a la discusión, en cuanto a utilizar el término desertificación o desertización, considerados sinónimos en el diccionario de la RAE, según el cual se entiende que es “acción y efecto de desertificar”, siendo desertificar “transformar en desierto amplias extensiones de tierras fértiles”.

 Sin embargo, hasta hace poco, desertizar se utilizaba para hablar de procesos climáticos que conducían a la aridez progresiva de un territorio, mientras que desertificar incluía el matiz esencial de que dicha degradación estaba inexorablemente unida a la actividad humana.

Jaime Martínez Valderrama. Los desiertos y la desertificación (2018).


Así, aunque hay cierto grado de confusión, para los investigadores, la desertización es un proceso natural en el que una zona pasa de húmeda a desértica sin intervención humana, mientras que la desertificación es un proceso mediante el que un suelo pierde su fertilidad por causas humanas. En palabras simples, la desertización es la formación natural de los desiertos. Los desiertos se forman como consecuencia de un cambio climático.

El Sáhara es un buen ejemplo de proceso de desertización natural. ¿Sabías que el Sáhara fue una especie de paraíso de vegetación exhuberante? Antes de convertirse en un desierto, el Sáhara experimentó diversos climas. Durante la última glaciación, era más grande y húmedo, con una extensión hacia el sur más allá de sus límites actuales. Al final de este período, más lluvias llegaron al Sáhara entre aproximadamente 8000 a.C. y 6000 a.C., posiblemente debido a áreas de baja presión sobre las capas de hielo polar del norte. El clima monzónico tropical caracterizaba esta región, con precipitaciones que llegaban más al norte de lo que lo hacen hoy en día. Sin embargo, hacia el 4200 a.C., el monzón retrocedió hacia el sur, llevando al progresivo proceso de desertización que resultó en el clima severo actual del Sáhara. Además, debido a investigaciones recientes sabemos que se ha iniciado un proceso de "reverdecimiento" del Sáhara (en áreas como el Sahel) que culminará en unos 15000 años. ¿Y cómo sabemos con tanta precisión cuándo comenzó y cuándo acabará el desierto del Sáhara? Porque sabemos que este proceso de cambio (húmedo-árido-húmedo) tiene que ver con  con la variabilidad de la inclinación del eje orbital de la Tierra. Y muy poco con la actividad humana. 

Por tanto, la diferencia entre "desertización" y "desertificación" es sutil, pero clara. 

En el lenguaje científico en inglés no parece haber mucha diferencia, y es frecuente encontrar afirmaciones como “desertification, also known as desertization” (“desertificación, también conocida como desertización”; como aquí). Parece que somos los hablantes de lenguas latinas los que tenemos el problema (o la ventaja: vivat Latina!). Así, en la entrada de Wikipedia sobre “desertificación” se incluye una advertencia: "No debe confundirse con desertización". Pero incluso en inglés, comienza a distinguirse entre ambos conceptos. La Enciclopedia de Agrofísica (2014, Springer) define así la desertificación:


Desertification is a process by which susceptible areas lose their productive capacity. Desertification means land degradation in arid, semiarid and dry subhumid areas resulting from various factors, including climatic variations and human activities. While land degradation occurs everywhere, it is only defined as “desertification” when it occurs in dry lands.

[La desertificación es un proceso por el cual áreas susceptibles pierden su capacidad productiva. La desertificación implica la degradación de la tierra en áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas debido a diversos factores, como variaciones climáticas y actividades humanas. Aunque la degradación de la tierra ocurre en todas partes, solo se define como "desertificación" cuando sucede en tierras secas.]

Max Kuderna y Adam Zsolnay. (Desertification: Indicators and thresholds; Encyclopedia of Agrophysics, 2014).

 

Teniendo esto en cuenta, si la diferencia entre desertización y desertificación en castellano es la actividad humana, de lo que vamos a hablar aquí hoy es de desertificación.


¿Qué es la desertificación?

Antes de proseguir, te invito a leer el siguiente párrafo, extracto de uno de los últimos diálogos de Platón:


En medio de las numerosas y terribles inundaciones que han tenido lugar durante nueve mil años, porque nueve mil años han pasado desde aquella época, las tierras, que estas revoluciones arrastraban desde las alturas, no se amontonaban en el suelo, como en otros países, sino que, rodando sobre la ribera, iban a perderse en las profundidades del mar. De suerte que, como sucede en las islas poco extensas, nuestro país, comparado con lo que era, se parece a un cuerpo demacrado por la enfermedad; escurriéndose por todas partes la tierra vegetal y fecunda, solo nos quedó un cuerpo descarnado. Pero antes el Ática, cuyo suelo no había experimentado ninguna alteración, tenía por montañas altas colinas; las llanuras, que llamamos ahora campos de Felleo, estaban cubiertas de una tierra abundante y fértil; los montes estaban llenos de sombríos bosques, de los que aún aparecen visibles rastros. Las montañas, donde sólo las abejas encuentran hoy su alimento, en un tiempo no muy lejano estaban cubiertas de árboles poderosos, que se cortaban para levantar vastísimas construcciones, muchas de las cuales están aún en pie. Encontrábanse también allí árboles frutales de mucha elevación y extensos pastos para los ganados. Las lluvias, que se alcanzaban de Júpiter cada año, no se perdían sin utilidad, corriendo de la tierra estéril al mar; por el contrario, la tierra, después que venían a ella abundantemente, las conservaba en su seno, las tenía en reserva entre capas de arcilla; las dejaba correr desde las alturas a los valles, y se veían por todas partes miles de fuentes, de ríos y de cauces de agua. Los monumentos sagrados, que se encuentran aún junto a los antiguos lechos de los ríos, atestiguan la verdad de mis palabras. He aquí lo que eran por naturaleza nuestros campos; los que los cultivaban, eran sin duda verdaderos labradores, entregados exclusivamente a sus labores, amigos del bien, de un natural excelente, y poseedores de una tierra fértil, regada por aguas abundantes y favorecida con el más benigno de los climas.

Platón. Critias o la Atlántida (siglo IV a.C.)


En este pasaje, Platón describe cómo a lo largo del tiempo han ocurrido inundaciones catastróficas que han transformado la geografía de la región. Me llama poderosamente la atención cómo se habla del "escurrimiento de la tierra fértil", el "cuerpo descarnado" con que se refiere Platón al suelo, la falta de alimento, la capacidad del suelo para retener el agua de lluvia "entre capas de arcilla", la deforestación causada por la tala de los bosques para levantar construcciones e incluso un aparente cambio en el régimen de lluvias. Según cuenta Critias en el texto (Critias era en realidad era el abuelo de Platón), la tierra del Ática era fértil y abundante en recursos naturales, con montañas cubiertas de bosques y llanuras fértiles. Sin embargo, debido a las inundaciones, gran parte de la tierra fértil se ha perdido en el mar, dejando solo terreno árido y desolado. Platón destaca cómo estas transformaciones han afectado negativamente a la sociedad, cambiando la forma de vida de los habitantes y reduciendo la fertilidad y la prosperidad de la región.

Podemos considerar que este texto es un ejemplo histórico de los procesos de desertificación. La desertificación es un proceso que lleva a la degradación de las áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, principalmente por causa de la actividad humana. En España se considera que estas áreas vulnerables son aquellas en que la proporción entre la precipitación anual (la lluvia que se recibe en un área en todo un año) y la evapotranspiración potencial anual (todo el agua que podría evaporarse en un año si hubiese agua suficiente) está comprendida entre 0.05 y 0.65. Aunque existe variación entre zonas, el promedio para Andalucía en 2022 fue 0.49, de modo que podemos decir que Andalucía es una región vulnerable a la desertificación.


Efectos de la sequía de 2017 en el Lago della Duchessa (Italia). P. Trisolino/Imaggeo. El verano de 2017 fue uno de los más secos de la serie histórica en el área mediterránea.


Aunque los cambios climáticos influyen en los procesos de desertización, el cambio climático debido al calentamiento global en que estamos inmersos tiene como causa la actividad humana, tema ya sin discusión, por lo que el cambio climático actual es un factor más de desertificación.

Debido a las consecuencias de la desertificación (fundamentalmente, la degradación de los suelos), se produce una fuerte reducción de la biodiversidad, la actividad biológica y hasta la capacidad del terreno para sustentar actividades económicas, lo que acarrea pobreza, desigualdades, migraciones, conflictos armados (debido a la lucha por los recursos) y declive de las sociedades.


Mujer cargando una jarra de agua y caminando sobre suelo reseco. Racaille 1950/Wikimedia Commons.


¿Qué factores desencadenan la desertificación?

La desertificación es causada tanto por la actividad humana como por el cambio climático. Las actividades humanas, como el uso ineficiente del agua, el pastoreo excesivo y la deforestación, pueden desencadenar procesos de desertificación al dañar o eliminar la vegetación. El cambio climático, por otra parte, también contribuye a la desertificación mediante el aumento de las temperaturas y la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos.


La actividad humana

La actividad humana desempeña el principal papel en la desertificación al contribuir a la degradación de la cubierta vegetal y la pérdida de suelo fértil. Uno de los impactos más claros es el causado por la deforestación. La deforestación, impulsada por la expansión agrícola y la demanda de madera, elimina la vegetación que protege el suelo contra la erosión y ayuda a mantener la humedad. La agricultura no sostenible, caracterizada por prácticas intensivas que agotan los nutrientes del suelo, también acelera la desertificación.


La deforestación

La disminución o desaparición de las masas forestales puede ocurrir por factores naturales (como un incendio de origen natural). En general, la masa forestal está en equilibrio con las condiciones del ecosistema, por lo que es raro que se produzcan cambios con impacto a largo plazo. Sin embargo, la deforestación permanente debido a la tala de masas forestales debido a la actividad humana (como el desarrollo urbanístico, el aumento de la superficie agrícola o incluso el consumo excesivo de recursos hídricos) sí produce impactos a largo plazo.


Deforestación en Indonesia. Abby Mamesah/Flickr.


La tala indiscriminada elimina la cobertura vegetal que protege el suelo de factores erosivos como el viento o el agua. Sin la protección de la vegetación, el suelo queda expuesto a la erosión, lo que lleva a la pérdida de la capa fértil del suelo y a la degradación de su calidad. Además, la deforestación reduce la capacidad del ecosistema para retener agua, lo que puede llevar a la disminución de los caudales de los ríos y arroyos locales, al aumento de la salinidad del suelo, así como a la pérdida de hábitats naturales para la flora y fauna. En última instancia, la deforestación puede transformar áreas antes fértiles en paisajes áridos y propensos a la desertificación, exacerbando los problemas ambientales y socioeconómicos asociados con este fenómeno.


El sobrepastoreo

El sobrepastoreo es una actividad agropecuaria que consiste en el exceso de pastoreo del ganado en un área determinada, lo que resulta en la degradación del medio, especialmente en regiones vulnerables a la desertificación. El sobrepastoreo agota la vegetación disponible, impidiendo su regeneración natural y dejando el suelo expuesto a la erosión hídrica y eólica. Como resultado, se produce la pérdida de la capa fértil del suelo, disminuye la biodiversidad vegetal y edáfica, y reduce la capacidad del ecosistema para retener agua y nutrientes.


Efectos del sobrepastoreo en el suelo (Coripe, Sevilla). A. Jordán/Imaggeo.


Por otro lado, el pisoteo continuo del ganado compacta el suelo, dificultando aún más la infiltración del agua y la absorción de nutrientes por parte de las plantas. La degradación del suelo y la vegetación debida al sobrepastoreo desencadena procesos erosivos y contribuye significativamente a los procesos de desertificación, convirtiendo áreas anteriormente fértiles en tierras áridas y estériles.


La sobreexplotación de los acuíferos

La sobreexplotación de los acuíferos ocurre cuando se extrae agua de ellos a una velocidad mayor que la tasa de recarga natural. Esto puede suceder debido a la extracción excesiva para uso agrícola, turístico, industrial o doméstico, así como a la falta de regulación en la gestión del agua subterránea.

La sobreexplotación de acuíferos también puede ser causada por el turismo, especialmente en áreas donde el turismo es una actividad importante. El aumento de la demanda de agua para satisfacer las necesidades de los visitantes, como hoteles, piscinas, campos de golf y otros servicios turísticos, puede ejercer una presión significativa sobre los recursos hídricos locales. Esto puede resultar en la extracción excesiva de agua subterránea, lo que agota los acuíferos y contribuye a la escasez de agua en las comunidades locales y en los ecosistemas circundantes. Además, el desarrollo turístico a menudo implica la urbanización y la construcción de infraestructuras que pueden alterar el equilibrio hidrológico natural, afectando aún más a los recursos hídricos subterráneos y a los ecosistemas asociados. Por lo tanto, es crucial gestionar de manera sostenible el uso del agua en áreas turísticas para evitar la sobreexplotación de los acuíferos y proteger los recursos hídricos para las generaciones futuras.


Sequía antropogénica en el lago Cuyamaca (San Diego, EEUU). A. Martinez/Imaggeo.


Las consecuencias ecológicas de la sobreexplotación de los acuíferos son diversas. La disminución del nivel del agua subterránea puede provocar la reducción de los caudales de los ríos y arroyos conectados, lo que afecta a los ecosistemas acuáticos y a la biodiversidad asociada. Además, la intrusión de agua salina en los acuíferos costeros puede contaminar los recursos de agua dulce, volviéndolos inutilizables para el consumo humano y agrícola.


Fondo de laguna seco en el entorno del Parque Natural de Doñana. A. Jordán/Imaggeo.


A nivel social, la sobreexplotación de los acuíferos puede tener graves consecuencias. La escasez de agua puede afectar a las comunidades agrícolas, reduciendo la disponibilidad de agua para el riego de cultivos y afectando a la producción de alimentos. Además, la falta de acceso al agua potable puede comprometer la salud pública y aumentar las tensiones sociales y los conflictos por el agua entre diferentes usuarios y comunidades. En última instancia, la sobreexplotación de los acuíferos puede llevar al agotamiento irreversible de estos recursos vitales, lo que tendría impactos devastadores en el medio ambiente y en la sociedad a largo plazo.

En nuestro país existen varios ejemplos claros de sobreexplotación de recursos hídricos con funestas consecuencias. Uno de ellos es el Parque Nacional de Doñana, en Huelva. 

La sobreexplotación de los acuíferos en el Parque Nacional de Doñana ha sido causada principalmente por la demanda creciente de agua para usos agrícolas y urbanos o turísticos en su periferia. La extracción excesiva (y, a menudo, ilegal) de agua subterránea ha provocado la disminución del nivel freático y la intrusión de agua salada de origen marino, comprometiendo la calidad del agua y afectando los ecosistemas acuáticos y terrestres del parque. Como consecuencia, se ha reducido el caudal de los arroyos y la superficie de los humedales, perjudicando al tamaño y a las condiciones de hábitats críticos para la fauna y la flora. Además, la sobreexplotación de los acuíferos ha contribuido al deterioro de la calidad del suelo y a la desertificación de áreas circundantes, acentuando los efectos del cambio climático en la región.


Imágenes de Google Earth de la superficie menguante de la Laguna de Santa Olalla (Parque Nacionalde Doñana) en 2003, 2012, 2018 y 2023.


El cambio en el uso del suelo

El cambio de uso del suelo implica transformaciones significativas en los paisajes naturales. La expansión urbana, la conversión de áreas naturales en tierras agrícolas y la sobreexplotación de recursos son prácticas que alteran drásticamente la composición y estructura del suelo, contribuyendo a su degradación.

La urbanización implica la conversión de áreas verdes en entornos construidos, eliminando la cubierta vegetal protectora y comprometiendo la capacidad del suelo para retener la humedad. Obviamente, el crecimiento de la superficie de suelo sellado ocupado por las ciudades puede ser necesario, pero debe hacerse de acuerdo con la conservación de la calidad del suelo y el ecosistema. Además de un problema ecológico tiene otras muchas implicaciones, como ya vimos en una entrada anterior.

La transformación de bosques y selvas en tierras agrícolas expone el suelo a la erosión, reduciendo su fertilidad y contribuyendo a la desertificación. La extracción excesiva de agua subterránea para uso humano y agrícola también modifica el equilibrio hídrico del suelo, agravando este proceso.


Imágenes de Google Earth de la ciudad de Mairena del Aljarafe de enero de 2004 (izquierda) y noviembre de 2022 (derecha).


La planificación del uso del suelo debe tener en cuenta la conservación de ecosistemas naturales, promover prácticas agrícolas sostenibles y limitar la expansión urbana sin considerar las consecuencias ambientales. La gestión adecuada del cambio en el uso del suelo es esencial para mitigar la desertificación y preservar la salud del sistema suelo y los ecosistemas que sustenta.

El cambio climático

La variabilidad climática puede estar implicada en los procesos de desertización, pero, como hemos visto antes, no en la desertificación. Sin embargo, el clima per se es un factor que aumenta el riesgo de desertización, al influir directamente en la disponibilidad de agua en el suelo y en la salud de los ecosistemas. Las sequías prolongadas, un fenómeno asociado a la variabilidad climática, generan condiciones de escasez hídrica que impactan negativamente en la vegetación. La falta de agua reduce la capacidad de las plantas para realizar la fotosíntesis y, por lo tanto, afecta su crecimiento y supervivencia.


Relación entre la desertificación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.


La variabilidad climática puede dar lugar a cambios en los patrones de lluvia, alterando la distribución temporal y espacial del agua. Esto afecta la capacidad del suelo para retener la humedad necesaria para el desarrollo de la vegetación. Las altas temperaturas asociadas con la variabilidad climática también incrementan la evaporación del agua del suelo, exacerbando la sequedad.

El cambio climático juega un papel crucial en la desertificación al intensificar condiciones climáticas adversas que afectan la disponibilidad de agua y la salud de los suelos, causando cambios tanto en la temperatura como en el patrón de lluvias. El aumento de las temperaturas globales contribuye a sequías más prolongadas y eventos climáticos extremos, exacerbando la escasez de agua en muchas regiones. La variabilidad climática resultante afecta negativamente la capacidad del suelo para retener la humedad, impactando el crecimiento de la vegetación.

Cualquier proceso de cambio climático altera los patrones de lluvia, provocando cambios en la distribución temporal y espacial de la precipitación. Esto afecta la productividad de la tierra y aumenta la vulnerabilidad de los suelos a la erosión. La combinación de sequías, altas temperaturas y cambios en los patrones de lluvia crea condiciones propicias para la desertificación al disminuir la capacidad del suelo para mantener la vida vegetal.

Una vez desencadenado el proceso de desertificación, se puede producir una cierta retroalimentación. Es decir, la desertificación puede contribuir a los efectos del cambio climático al emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera. La degradación del suelo puede emitir CO₂ (procedente de la mineralización de la materia orgánica del suelo) y otros gases de efecto invernadero. La degradación de los suelos evita la captura eficiente de CO₂ atmosférico, contribuyendo al aumento de la concentración de este gas de efecto invernadero en la atmósfera.

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