Bosque, clima y agua
Aunque España ha incrementado notablemente su superficie arbolada en las últimas décadas, la salud de sus masas forestales, especialmente de los boques maduros, está en declive por el estrés climático. La defoliación afecta a un número creciente de árboles, especialmente en regiones mediterráneas, donde especies como encinas, pinos y alcornoques muestran signos de debilitamiento. A pesar de precipitaciones puntuales, muchas masas forestales no logran recuperarse, y se documentan fenómenos de mortalidad progresiva. Los bosques maduros muestran mayor resiliencia frente a incendios y sequías, pero representan una mínima parte del total. Incluso en parques nacionales se observa un fuerte deterioro. Para garantizar la sostenibilidad forestal, se requiere una gestión forestal adaptativa basada en la reducción de densidades, la diversificación estructural y el acompañamiento ecológico de los procesos naturales.
◼ Antonio Jordán López
Bosques en transformación: el estado crítico de las masas forestales en España
Más árboles, pero menos salud: la paradoja forestal en España
España ha incrementado notablemente su superficie arbolada en las últimas décadas: de 11,7 millones de hectáreas en los años ochenta a más de 18,5 millones en la actualidad. Sin embargo, este crecimiento en cantidad no se corresponde con una mejora en la calidad. Los árboles españoles, aunque han crecido en número, están sufriendo cada vez más por las condiciones climáticas adversas que se han intensificado en la última década.
La campaña de 2023 presenta, de lejos, el récord de bosques afectados por sequía en Cataluña registrados desde que se inició el seguimiento del Deboscat, en 2012. En términos generales, este 2023 ha registrado 66.482 hectáreas de bosques que han perdido las hojas, las han secado, o que han muerto por culpa de la sequía. Es la peor campaña de toda la serie y se han registrado 573 episodios en total, de los que 165 son nuevos de 2023. En cuanto a la superficie total afectada, ha sido de 66.500 hectáreas, muy por encima de las 40.000 de la año 2012, que era el récord anterior. Las comarcas con mayor afectación han sido las de la mitad norte, con la Selva, el Baix y el Alt Empordà, Gironès y Osona como las comarcas más afectadas.
Este 2023 también, a diferencia de otros años, se ha visto un aumento de decaimiento en las coníferas que no se había observado todavía, sobre todo por la afectación de la sequía en el pino silvestre en todo el territorio y al decalaje de los efectos de la sequía en coníferas.
Anna Ramon Revilla. Récord histórico de bosques afectados por sequía durante 2023. CREAF (22/05/2024).
![]() |
Árboles muertos por la sequía en Prades (Tarragona). Galdric Mossoll/CREAF. |
Miré a los testigos y percibí su tardío malestar. Sin embargo, todos sabían que sería condenado y habían llevado su celo hasta el extremo de contribuir activamente a aquella sentencia. Ahora fingían considerarla efectiva y sentirse impactados por lo bárbaro del procedimiento. Algunos intentaban cruzar su mirada con la mía para distanciarse de lo que iba a ocurrir. Miré hacia otro lado.
Amélie Nothomb. Sed (2019).
![]() |
Bosque en La Gomera (Islas Canarias). Jörg Bergmann/Flickr. |
La defoliación
Uno de los indicadores más reveladores del deterioro es la defoliación: la pérdida de hojas o acículas que pone de manifiesto el nivel de estrés hídrico y debilitamiento de los árboles. En 2024, la defoliación media alcanzó el 22,9%, cifra muy similar a la de 2023, y situada en el rango más alto desde que se tienen registros. Aunque catalogada como “defoliación ligera”, roza el umbral de una afección más grave y esconde realidades muy dispares: regiones como Catalunya, Sierra Morena y Baleares muestran niveles de degradación mucho más pronunciados.
![]() |
Encina seca en Carbellino de Sayago. Rvdo. Kaskajales/Flickr. |
Una lluvia no puede reparar años de sequía
Paradójicamente, el año 2024 fue calificado como “húmedo en su conjunto” por la Agencia Estatal de Meteorología, con precipitaciones equivalentes al 105% de la media y un mes de octubre excepcionalmente lluvioso (como consecuencia de una tristemente famosa dana). Sin embargo, estas lluvias no bastaron para revertir el deterioro de árboles que ya habían superado un punto crítico de estrés hídrico, especialmente coníferas como los pinos y abetos.
“Hoy en día somos muy conscientes del problema de los incendios, pero no lo tenemos tan integrado con la sequía”, incide el biólogo. “Obviamente, la perturbación no es de la misma magnitud, pues el fuego suele destruir toda la cubierta vegetal, pero la afección por las sequías es muy preocupante, no estábamos acostumbrados a ver masas tan grandes de árboles muertos o moribundos”.
[...]
Acaben muriendo o no los árboles que han perdido su color verde, para Banqué lo significativo es el decaimiento general. A una escala más pequeña, la red Deboscat sí monitorea todos los bosques de Cataluña. No obstante, con apenas 13 años de existencia, no cubre un periodo de tiempo suficientemente grande para detectar tendencias. Aun así, la investigadora tiene claro que algo está cambiando. “Sin tener datos empíricos, la gente que vive en el territorio sí percibe que los pinos tienen copas menos frondosas”, destaca. “Si te fijas un poco o si vives cerca del entorno más rural, es fácil darse cuenta que hay muchos más árboles muertos que hace 10 años”.
Clemente Álvarez. La muerte sin llamas de los árboles: investigadores advierten de la degradación de los bosques por el clima. El País (20/07/2025).
Estrés climático y sus consecuencias silenciosas
La falta de agua prolongada puede causar daños duraderos
Los árboles reaccionan al calor extremo y la sequía cerrando sus estomas (puedes leer más sobre esta y otras estrategias de las plantas para captar y conservar agua en Ingeniería vegetal: cómo las plantas captan agua en zonas áridas), lo que reduce la fotosíntesis. Esto deriva en un cambio de color, defoliación, y eventualmente en la muerte. La evolución puede ser lenta: algunos árboles parecen recuperarse con las lluvias, mientras otros entran en un proceso de declive que puede durar años.
El río se movía ahora lentamente, aquietándose, rompiendo de cuando en cuando en olas aceitosas. Las barrancas blancas se agrietaban como cemento seco, y las sombras de los árboles muertos eran como cifras quebradizas en las pendientes.
James G. Ballard. La sequía (1964).
Ejemplos recientes en Cataluña, Comunidad Valenciana y Murcia revelan procesos de muerte masiva de árboles con consecuencias paisajísticas y ecosistémicas muy importantes. Estos bosques hacen cosas como absorber CO₂, regular las reservas de agua, funcionar como hábitat de biodiversidad y proteger el suelo de la erosión. Su degradación compromete todos estos procesos.
Las cifras en Cataluña son elocuentes: entre 2012 y 2023, la sequía afectó significativamente al 10% de su superficie forestal, es decir, unas 120.000 hectáreas. Una extensión similar a la superficie quemada en cuatro décadas.
“Aún no se trata de superficies exageradas, no estamos en una emergencia, pero sí viendo claramente síntomas de bosques afectados relacionados con años secos y plagas”, explica Lloret Maya.
Y esta situación se ha dado durante un año (2024) que la Agencia Estatal de Meteorología calificó como “húmedo en su conjunto”. Las precipitaciones en la península supusieron un 105% respecto al promedio. Incluso el mes de octubre fue el más lluvioso de toda la serie histórica. Sin embargo, no fue suficiente para remontar significativamente el vuelo tras años de sequía.
Esto se produce porque algunas especies, como las coníferas (los pinos y los abetos), presentan una gran capacidad de resistencia a la falta de agua, pero, una vez superado cierto punto de no retorno, las lluvias ya no les salvan. Por otro lado, las especies frondosas se desprenden de las hojas en cuanto les falta humedad, pero si les llegan las lluvias pueden rebrotar.
Raúl Tejón. España tiene más árboles, pero la salud de los bosques avisa del futuro: “Revertimos el cambio climático o nos quedamos sin ellos”. ElDiario.es (19/07/2025).
La sequía es tan grave como los incendios forestales
Aunque los incendios forestales captan más atención mediática, el decaimiento silencioso causado por la sequía tiene efectos igual de preocupantes. Redes como el programa ICP-Forest permiten monitorizar estos cambios, aunque sólo en una muestra reducida: 620 parcelas que abarcan 14.880 árboles. Esta cifra contrasta con los 7.000 millones de ejemplares estimados en todo el país.
Cuando un gran incendio de quinta generación carboniza, incontrolable durante días, miles y miles de hectáreas de monte, las pérdidas son palpables y visuales. Y sin embargo, otro peligro más extenso y continuado también deteriora año a año los bosques españoles. La sed intensa que pasan impuesta por el avance del cambio climático provoca un daño sostenido que pasa más inadvertido.
Los resultados del último Inventario Nacional de Daños Forestales del Ministerio de Transición Ecológica muestran en 2023 una defoliación –pérdida de hoja– general del 23%, entre los valores altos de la última década. El análisis explica que los niveles más graves “están asociados al intenso episodio de déficit hídrico que sufre la vegetación”.
La sequía, explican los técnicos, es la causa principal del decaimiento de los árboles revisados, seguido por los insectos y hongos, antes de llegar a los daños por fuego. Un orden que viene repitiéndose en las distintas ediciones del inventario. Además, el estrés hídrico hace a las plantas más vulnerables al ataque de algunos insectos que –a su vez– también los defolian.
“Los árboles necesitan luz, raíces y agua y esta última es cada vez más escasa”, explica la investigadora del CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales), Mireia Banque. “Y la situación en general está empeorando porque, además, cuanto más calor hace, los árboles precisan más agua para hacer la misma fotosíntensis”.
Raúl Rejón. La falta de agua en España amenaza a los bosques tanto o más que los incendios. ElDiario.es (04/09/2024).
Bosques mediterráneos: vulnerabilidad y signos de cambio
Diferentes estrategias de frondosas y coníferas
Las especies mediterráneas muestran defoliaciones destacadas: el alcornoque (Quercus suber), la encina (Quercus ilex), el pino carrasco (Pinus halepensis) o la sabina albar (Juniperus thurifera), todas con pérdidas foliares superiores al 25% según el informe de red de nivel I del Ministerio en 2024.
![]() |
Encina seca en La Torre (Ávila). Xemenendura/Wikimedia Commons. |
-¿Cómo sois tan pocos habiendo vivido en este país tanto tiempo? -preguntó Pippin-. ¿Han muerto muchos?
- ¡Oh no! -dijo Bárbol. Nadie ha muerto por dentro, como podría decirse. Algunos cayeron en las vicisitudes de los largos años, por supuesto; y muchos son ahora arbóreos. Pero nunca fuimos muchos y no hemos aumentado. No ha habido entandos, no ha habido niños diríais vosotros, desde hace un terrible número de años. Pues veréis, hemos perdido a las ents mujeres.
- ¡Qué pena! -dijo Pippin-. ¿Cómo fue que murieron todas?
- ¡No murieron! -dijo Bárbol. Nunca dije que murieron. Las perdimos, dije. Las perdimos y no podemos encontrarlas. -Suspiró- Pensé que casi todos lo sabían. Los elfos y los hombres del Bosque Negro en Gondor han cantado cómo los ents buscaron a las ents mujeres. No es posible que esos cantos se hayan olvidado.
J. R. R. Tolkien. El Señor de los Anillos (2ª parte): Las Dos Torres (1954).
Las frondosas (árboles de hoja plana y que producen frutos) tienen mayor capacidad de rebrote tras la lluvia, lo que les brinda una ventaja adaptativa. Sin embago, las coníferas (árboles de hoja en forma de agujas o escamas y que producen semillas en estructuras especializadas llamadas conos), como los pinos, no pueden regenerar la copa una vez que se ha vuelto marrón: si la copa muere, el árbol está sentenciado.
![]() |
Pinar con algunas copas degradadas en el Pinar de la Oromana (Alcalá de Guadaira, Sevilla). Antonio Jordán/Imaggeo. |
El clima y el descenso de la productividad
La productividad forestal en muchas zonas de España ha descendido de forma apreciable debido a eventos climáticos extremos, afectando de forma desigual las funciones ecológicas en distintas regiones, como se dice aquí:
Los patrones espaciales de daño y mortalidad de árboles en los bosques ibéricos están cambiando con el tiempo y están surgiendo patrones diferenciales a lo largo del paisaje. Estos procesos están impulsados por múltiples factores bióticos y abióticos, en particular la disponibilidad de agua, la intensidad de la sequía y la estructura de la masa forestal. Además, demostramos que el papel de la intensidad de la sequía en los patrones espaciales de daño y mortalidad de árboles está aumentando con el tiempo. El Inventario Forestal Español surge como una herramienta clave para evaluar los patrones de daño y mortalidad de árboles a gran escala.
Pedro Rebollo, Daniel Moreno-Fernández, Verónica Cruz-Alonso, Antonio Gazol, Marta Rodríguez-Rey, Julen Astigarraga, Miguel A. Zavala, Lorena Gómez-Aparicio, Enrique Andivia, Sofía Miguel-Romero y Paloma Ruiz-Benito (2024). Recent increase in tree damage and mortality and their spatial dependence on drought intensity in Mediterranean forests. Landscape Ecology, 39:38.
...o aquí:
La disminución de la productividad forestal a lo largo del tiempo, desde los bosques mediterráneos hasta los boreales europeos, y el mayor efecto negativo del calentamiento y los fenómenos climáticos extremos sugieren un aumento de los riesgos inducidos por el clima en los extremos latitudinales de los bosques europeos, y la necesidad de estudios a largo plazo para comprender mejor los efectos del cambio climático en las respuestas de los bosques (véase Ruiz-Benito et al., 2020 ). A pesar de los desfases de muestreo entre los dos países (donde España experimentó mayores efectos del cambio climático debido a períodos de estudio más largos y fechas de inicio más tempranas), los patrones consistentes observados a partir de modelos separados en cada región sugirieron que hay una disminución de la productividad forestal a lo largo del tiempo en respuesta al cambio climático reciente.
Julián Tijerín-Triviño, Emily R. Lines, Miguel A. Zavala, Mariano García, Julen Astigarraga, Verónica Cruz-Alonso, Jonas Dahlgren y Paloma Ruiz-Benito (2025). Forest productivity decreases in response to recent changes in vegetation structure and climate in the latitudinal extremes of the European Continent. Global Ecology and Biogeography, 34(2):e70011.
Bosques maduros: refugios de biodiversidad y esperanza
Bosques maduros y resilientes
Solo un 0,03% de la superficie forestal española está cubierta por bosques maduros, masas que han evolucionado sin intervención humana significativa. En nuestro país, normalmente solían encontrarse lugares poco accesibles o escarpados, donde el aprovechamiento ha sido imposible o no rentable, aunque, desde la década de 1950, la disminución del aprovechamiento de leña ha permitido una mayor expansión (como se explica aquí). Estos bosques, con árboles centenarios, madera muerta, estructura vertical compleja y gran diversidad, presentan una resistencia notable frente a los incendios.
Antes de ensalzar las virtudes de un bosque maduro (o primario) cabe preguntarse: ¿cómo saber si estamos ante uno de ellos? Definirlo no es tan sencillo como pueda parecer a simple vista. “Lo primero, claro, es que el bosque haya sido bosque siempre o durante un tiempo muy largo porque tiene que tener árboles muy viejos y eso lleva al menos dos siglos”, cuenta Atauri.
Raúl Rejón. ¿Queremos aliviar los incendios forestales? Dejad que los bosques se hagan viejos. ElDiario.es (26/10/2024).
Investigaciones del Joint Research Center de la Unión Europea han concluido que los bosques primarios y maduros son menos propensos a incendiarse que los altamente gestionados por humanos. Elementos como el contenido de humedad en los troncos gruesos y la diversidad de especies contribuyen a ralentizar el avance del fuego.
El corcho del alcornoque, por ejemplo, actúa como un escudo natural contra el fuego. El corcho es un buen aislante térmico, lo que significa que ralentiza la transmisión del calor hacia el interior del tronco. Además, contiene sustancias que lo hacen difícil de inflamar, como suberina y lignina. Esta capa gruesa y rugosa puede carbonizarse en un incendio, pero con frecuencia logra mantener vivo el tejido interno del árbol, permitiéndole regenerarse después del daño. Por eso, los alcornocales son ecosistemas muy resilientes frente al fuego, y el alcornoque se considera una especie adaptada al clima mediterráneo, propenso a incendios.
[El corcho] puede aguantar casi 50 minutos de exposición directa. Así mismo, no desprende gases tóxicos. Los alcornocales reducen el riesgo de incendios forestales y son además una gran ayuda contra la desertización. Ofrece uno de los ecosistemas de mayor valor en términos de biodiversidad en Europa.
¿Cómo actúa el corcho de cortafuegos? Corchoextremadura (20/04/2024).
![]() |
Bosque de alcornoques en El Tiradero (Parque Natural Los Alcornocales, Cádiz). Antonio Jordán/Imaggeo. |
Los bosques maduros y los incendios forestales
La idea tradicional de que eliminar el sotobosque es clave para prevenir incendios se ha puesto en entredicho (puedes leer más sobre esto en Qué, dónde y por qué arde: claves para entender los incendios). El sotobosque -matas y arbustos bajo el dosel arbóreo- aporta diversidad y funciones ecológicas relevantes. Además, eliminarlo es costoso y su regeneración es rápida. Lo más efectivo, según cada vez más investigadores, sería mantener una cobertura arbórea densa y permitir la evolución hacia estructuras maduras.
Aunque en el contexto actual del cambio climático, los incendios pueden ser terribles (Megaincendios y cambio climático), estudios internacionales, como los realizados en EE.UU. y Australia, muestran que los bosques protegidos, con árboles mayores y diversidad, sufren incendios menos severos que los monocultivos jóvenes sometidos a tala intensiva.
Parques naturales: guardianes en apuros
Los parques naturales deberían ser bastiones de conservación natural, pero sus bosques también están sufriendo. La defoliación media en la red de parques alcanzó un 26,8% en 2023, el dato más alto desde 1992. Solo el 68% de los árboles se consideran sanos. Las regiones mediterránea y macaronésica (como Canarias) son las más afectadas, mientras que la eurosiberiana se mantiene más estable.
![]() |
Masa forestal en el Parque Natural Los Alcornocales (Cádiz). Antonio Jordán/Imaggeo. |
En espacios emblemáticos como Doñana, Sierra Nevada o el Teide, la pérdida foliar ha superado el 35%, llegando al 45% en algunos casos. Este deterioro coincide con la intensificación de agentes abióticos -sequía y calor-, cuyo impacto ha crecido un 14% en los últimos años.
Esta situación pone de manifiesto que ni siquiera los espacios protegidos están a salvo del cambio climático y la presión ambiental. El objetivo de conservación se torna más difícil en un contexto climático cada vez más desfavorable.
Incluso los árboles más lejanos se unen: Sea cual sea la forma en que nos imaginas-manglares embrujados subidos en zancos, la pica invertida de la mirística, los troncos nudosos del árbol del elefante, el misil vertical de un sal, no son más que amputacio-nes. Los de tu especie nunca nos veis enteros. Os perdéis la mitad o más. Bajo tierra siempre hay tanto como arriba.
Ese es el problema de la gente, la raíz de todo. La vida pasa a su lado desapercibida. Aquí mismo, muy cerca de ellos. En la creación del suelo. En el ciclo del agua. En el intercambio de nutrien-tes. En la formación del clima. En la construcción de la atmósfera. En la alimentación, curación y refugio de más tipos de criaturas de las que son capaces de contar.
Un coro de bosque vivo le canta a la mujer: Si tu mente fuera solo un poco más verde, te inundaríamos de verdad.
Richard Powers. El clamor de los bosques (2018).
Acompañar, no intervenir: gestión forestal con perspectiva
El reto no es sólo mitigar los efectos actuales, sino ayudar a los bosques a adaptarse.
A menudo pensamos que para que crezcan las plantas se necesitan unas condiciones climáticas muy concretas, y en parte llevamos la razón, pero la naturaleza es mucho más sabia y compleja que nuestros simples modelos conceptuales. Las especies que habitan en un lugar determinado y más aún si su clima es tan variable como el mediterráneo, han sobrevivido a casi todo tipo de avatares y cambios climáticos naturales, por lo que pueden sorprendernos con estrategias adaptativas que solo emergen cuando se produce una perturbación determinada que ya sufrieron en el pasado y para la cual tienen respuestas adaptativas, para nosotros desconocidas, por no ser visible durante muchos años o decenios.
Juanjo Ibáñez. Árboles, bosques, suelos y erosión: el efecto de las sequías persistentes. Un universo invisible bajo nuestros pies (09/01/2017).
Las estrategias propuestas pasan por:
- Reducir la densidad arbórea en zonas críticas para limitar competencia por recursos hídricos.
- Reemplazar algunas especies que ya están fuera de sus zonas climáticas óptimas.
- Mantener estructuras diversas que permitan una regeneración más natural.
- Imitar elementos propios de los bosques maduros —sin desnaturalizar— para reforzar la resiliencia.
No se trata de aplicar soluciones simplistas, sino de reconocer que un bosque es un ecosistema complejo que debe ser entendido, acompañado y gestionado con sensibilidad.
![]() |
Laurisilva en el Parque Nacional de Garajonay (Islas Canarias). Jörg Bergmann/Flickr. |
¿Qué futuro queremos para nuestros bosques?
España se encuentra en una encrucijada forestal: más superficie arbolada, pero menos resiliencia; más monitoreo, pero evidencias de deterioro progresivo; más políticas de protección, pero efectos adversos del cambio climático cada vez más notorios.
![]() |
Bosque de La Barranca (Navacerrada, Madrid). Daniel Tejedor/Flickr. |
La salud forestal no puede medirse sólo en hectáreas ganadas. Es necesario mirar con profundidad la vitalidad, la diversidad y la capacidad de adaptación de nuestros montes. El futuro de los bosques —y lo que significan para las personas, la biodiversidad y el clima— depende de decisiones informadas, valientes y comprometidas.
Preguntas para pensar un poco
¿Por qué más árboles no siempre implica más salud en un bosque?
¿Qué tipos de bosques predominan en tu entorno? ¿Son maduros o gestionados?
¿Dónde podrías encontrar ejemplos de bosques con alta biodiversidad?
¿Qué especies forestales observas en tu zona y cómo podrían estar respondiendo al cambio climático?
¿Conoces algún parque natural o nacional cercano donde se estén registrando cambios forestales?
¿Por qué crees que los bosques maduros son más resistentes al fuego?
¿Cómo podrías contribuir, desde lo local, a mejorar la gestión forestal?
¿Qué otros países tienen problemas similares con sus masas forestales?
¿Qué relación hay entre el suelo, la vegetación y el clima en los bosques que conoces?
Comentarios
Publicar un comentario