La alimentación humana no puede entenderse solo desde su valor nutricional, sino que debe analizarse también desde su impacto ecológico. Factores como la deforestación, el consumo de agua, la erosión del suelo y las emisiones de gases de efecto invernadero convierten algunos alimentos en opciones insostenibles. Ejemplos como el aguacate o la carne de vacuno evidencian que la producción de alimentos puede tener graves consecuencias ambientales, incluso si los productos son saludables. La lógica reduccionista puede invisibilizar el daño ecológico, y por ello es necesario un enfoque más holístico que integre sostenibilidad y ética en nuestras decisiones alimentarias.
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